Durante los últimos meses, México ha participado en múltiples foros y reuniones internacionales para tratar asuntos de política exterior claves, particularmente los concernientes al medioambiente y al cambio climático: la Conferencia de las Partes (que en este caso fue la COP27), la décima Cumbre de Líderes de América del Norte y el Foro Económico Mundial en Davos.

Luego de la pausa que hubo en la relación con Estados Unidos en la pasada administración
y las controversias energéticas en el ámbito del T-MEC con Canadá, se ha retomado la relación estrecha entre los “Tres Amigos”, en un llamado –necesario– de liderazgo de América del Norte. En la pasada Cumbre de Líderes, México, en algo que no se ve todos los días, hizo un llamado a la integración regional con miras hacia el futuro. No
obstante, el balance sigue siendo de claroscuros debido a los marcados contrastes en las agendas principalmente en lo que concierne al tema del cambio climático.

Recordemos, por un lado, que tenemos el compromiso asumido por la delegación mexicana
en la COP27 celebrada en Egipto de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de 22 a 35% para el año 2030, junto con la reducción de emisiones en 52 millones de toneladas de carbono, a realizar una inversión de 48 mil millones de dólares para implementar energías renovables y a generar el doble de la emisión actual de energía limpia, es decir 40 gigawatts de energía eólica y solar.

Pareciera ser que el marco para la economía mexicana es inmejorable para alcanzar el objetivo trazado si continúa el “apoyo” de nuestros vecinos del norte, pero la realidad es que el discurso internacional antes expuesto va en contrasentido de la política pública en materia energética que se ha implementado durante este sexenio. Van aquí unos ejemplos:

Protección de áreas naturales. Dos de los más importantes megaproyectos de este gobierno son el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, ambos con un impacto ambiental negativo considerable. De acuerdo con el Centro Mexicano de Derecho Ambiental, A.C. (CEMDA), la construcción del primero implicaría la deforestación de 2 mil 500 hectáreas de selvas, ruido, desabasto y contaminación de agua, pérdida de hábitat, entre otras cosas. El segundo proyecto implica la emisión de CO2 equivalente a talar 183 millones de árboles en 20 años.

Transporte de bajas emisiones. De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), “para llegar a esta meta se considera que en 2030 el 50% de los vehículos vendidos en el país sean cero emisiones. Para lograrlo se tendrían que vender como mínimo 600 mil vehículos eléctricos al año, un volumen difícil de alcanzar en 7 años sin políticas públicas que incentiven la inversión”.

Generación de energías con baja huella de carbono. Durante la actual administración, México se ha destacado por ser un promotor activo del carbón y del combustóleo, de invertir en los monopolios naturales como la Comisión Federal de Electricidad y Petróleos Mexicanos (que ha aumentado la quema de gas y de petróleo) a pesar de las pérdidas millonarias y, aunque no lo parezca, el subsidio al precio de la gasolina también incentiva el consumo de combustibles y afecta las finanzas públicas del país.

Ante este panorama, México no puede seguir apostando por el aislamiento a nivel internacional con políticas proteccionistas, que seguirán generando controversias con nuestros socios comerciales de América del Norte, al señalar que la política energética mexicana va en contra de las medidas de competencia del T-MEC; y al mismo
tiempo, seguir limitando la participación de la inversión privada, nacional y extranjera, en este sector con las negativas consecuencias en materia de crecimiento y desarrollo del país.

Además, nuestro país no aprovechó nuevamente la oportunidad valiosa de atraer inversiones mediante foros internacionales como el de Davos, lo que es importante en una transición impulsada por el fenómeno del nearshoring. Justo en ese Foro en Suiza, distintos países latinoamericanos, como Colombia, capitalizaron su intención de ser los referentes energéticos de la región. México por su parte, en muchos de los debates sobre acciones futuras, simplemente no estuvo presente.

EN LA PASADA CUMBRE DE LÍDERES, MÉXICO, EN ALGO QUE NO SE VE TODOS LOS DÍAS, HIZO UN LLAMADO A LA INTEGRACIÓN REGIONAL CON MIRAS HACIA EL FUTURO. NO OBSTANTE, EL BALANCE SIGUE SIENDO DE CLAROSCUROS…

El reto es grande, las acciones son muchas y muy diversas, México tiene una gran fortaleza y una posición geopolítica inmejorable, los diversos sectores de la sociedad, gobierno, empresarios, sector social y en general las organizaciones ciudadanas deben encontrar los mecanismos de comunicación próspera para lograrlo. No hay que olvidar que en 2024 habrá elecciones en México y que el panorama económico todavía es incierto
para este año y para el futuro.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.® 

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