Como resultado de mi entrega anterior, recibí un comentario de una asidua lectora y gran amiga, quien, para complementar la referencia que hice la semana pasada a la trayectoria del gran cantante de música ranchera Antonio Aguilar, me confió la siguiente anécdota: “me hiciste recordar cuando Antonio Aguilar iba con mi padre, que le hacía sus botines a la medida y decía: ahora sí a pisar parejo”. Agradables casualidades de la vida. ¡Gracias, Lulú!
En otro orden de ideas, hace unos días tuve la oportunidad de visitar la capital de la República. Sin duda, fue un viaje muy activo y, afortunadamente, muy productivo. Digno de mencionar el recibimiento que nos dieron en la Cámara de Diputados, donde tuve la oportunidad de saludar a grandes amigos, muy a pesar de la monserga que significa atravesar el protocolo de seguridad del Palacio de San Lázaro.
Sin empacho alguno, me vi en la necesidad de cuestionar los motivos de tan peculiar proceso, dado que ni siquiera para ingresar a la conferencia de prensa matutina que el presidente López Obrador celebra prácticamente a diario en Palacio Nacional, el proceso de ingreso era tan exagerado y, sobre todo, de tan mal modo. Muy mal por el equipo de seguridad del recinto, y muy bien por nuestros anfitriones.
Luego del mal momento, la situación mejoró: hicimos un recorrido por el Museo Legislativo y las instalaciones de la Cámara, para después ingresar al pleno y ser testigos de las actividades que desarrollan nuestros legisladores. Llamó la atención de quien esto suscribe la recepción “del Congreso del Estado de Baja California (de la) iniciativa con proyecto de decreto por el que se adiciona un artículo 126-Bis al Código Nacional de Procedimientos Penales”; la cual fue turnada a la Comisión de Justicia de la LXV Legislatura de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, por disposición del -casi depuesto- presidente de dicha soberanía.
Tal iniciativa fue presentada por el Partido Encuentro Solidario Baja California, con el propósito de legalizar el uso medicinal del cannabis; luego de ser discutida y votada por la XXIV Legislatura de Baja California, al lograr la mayoría, enviaron el dictamen al Congreso federal, quien, con base en la Carta Magna, deberá deliberar sobre el polémico tema próximamente.
Un día previo, y durante la sesión ordinaria de la Cámara Baja, los catorrazos estuvieron buenos. La manzana de la discordia fue la escolta del Ejército mexicano, quien asistió armada al recinto parlamentario, cuando esta acción se encuentra expresamente prohibida por la normatividad interna de la propia Cámara. Sin embargo, el deber de preservar la aplicación de la ley se vio mermada frente al oportunismo de la coalición mayoritaria en el Congreso, quien exigió la cabeza del panista Santiago Creel, luego de que éste optara por realizar los honores a la bandera en el vestíbulo del edificio, en lugar de permitirles el acceso a la sala principal. Tal vez el error fue de los responsables de logística y protocolo, pero la maximización por parte del oficialismo fue evidente.
Posterior a nuestro ingreso al recinto legislativo, sostuvimos una reunión de trabajo con el diputado federal Ildefonso Guajardo, quien, como secretario de Economía en turno, fue el negociador responsable del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. Por demás interesante resultó el encuentro, donde conocimos de primera mano y con lujo de detalle las implicaciones de tal negociación, así como las posibles consecuencias que podríamos enfrentar si no enderezamos el rumbo y honramos la palabra empeñada por medio de dicho tratado. Por todas las atenciones, tiempo y hospitalidad, ¡muchas gracias, Ildefonso!
Post scriptum: “No lograron ni revertir las reformas ni tampoco derribar al gobierno”, Carlos Salinas de Gortari.
* El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
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