«Si alguien busca la salud,
pregúntale si está dispuesto
en el futuro a evitar la causa
de la enfermedad; en caso
contrario abstente de ayudarlo».
Sócrates
El sistema de salud en México nunca se había visto tan afectado como se encuentra el día de hoy. Falta de presupuesto, insumos, medicamentos, infraestructura; pero sin duda lo más grave es la carencia de un plan realista que no se base en promesas, sino en un diagnóstico de los problemas, una línea para resolverlos y lograr enderezar lo que seguramente llevará muchos años.
En un estudio publicado por la página William Russell donde se evalúan los diferentes sistemas de salud del mundo, México es el país con menor número de camas por habitante (0.97 por 1000 habitantes) y es también el peor en salarios para los médicos generales. Esto no se resuelve con promesas electorales, esto requiere de inversión pública, la cual sabemos que en estos dos últimos años del sexenio estará enfocada a obtener votos, no salud.
Cuando un paciente se encuentra frágil, con muchas alteraciones en su organismo, lo que uno busca como su médico es prevenir que se exponga a riesgos que lo descompensen y lo puedan llevar a la muerte.
La salud en México es hoy un barco a la deriva cuyo capitán apagó los motores, tiene otras ocupaciones y si te caes al mar será difícil que te rescaten. Nuestra tarea como sociedad es prevenir y para esto necesitamos cuidar de nuestra salud en forma individual, ser conscientes de nuestra vulnerabilidad, de los buenos hábitos, conocer bien tu cuerpo, tus antecedentes heredados por tus familiares y evitar que sufras los mismos problemas.
Las 4 mayores amenazas de los mexicanos son la diabetes, la hipertensión, la obesidad y el cáncer. Tres de ellos pueden prevenirse en forma temprana con cambios de hábitos. Las enfermedades oncológicas requieren de una vigilancia anual para detectarlo a tiempo. Se necesita que se incorporen a la prevención empresas, escuelas, comunidades y los propios estados.
Las empresas pueden realizar programas donde se premien los buenos hábitos de los empleados, donde se vigilen niveles de glucosa, presión arterial, índice de masa corporal y se estimule a los que logren mejorar sus cifras y se premie a los que se mantienen sanos. Al final la empresa se beneficia de tener trabajadores sanos, se disminuirá el ausentismo y se mejorará la productividad. Estos programas de buena alimentación, ejercicio y cuidado en la salud pueden además tener un impacto positivo en las familias de los trabajadores.
La caída en la vacunación infantil es alarmante, con consecuencias que pueden llevar a brotes de enfermedades que ya se habían controlado. Las escuelas podrían tener epidemias, pero también podrían ayudar a través de la vigilancia y control de carnets de vacunación para que sus estudiantes estén protegidos.
Lo vivimos estos años de pandemia, donde al no detectar en forma temprana a los enfermos por no realizar las pruebas necesarias, la COVID-19 se diseminó rápidamente lo que provocó que los pocos hospitales que contaban con la tecnología y l@s especialistas que pudieran rescatar a los pacientes se saturaron rápidamente, los enfermos tuvieron siempre camas, pero muchas de ellas, la gran mayoría, eran solo sitios donde fallecieron más de 700,000 mexicanos. La forma de enfrentar la enfermedad era previniéndola y no esperando a que llegaran los pacientes moribundos a los hospitales.
La situación por la que pasa nuestro sistema de salud es precaria, sin presupuesto, sin rumbo, sin liderazgo. La prevención individual y colectiva es algo que podemos hacer cada uno de nosotros. No podemos correr el riesgo de caer al mar cuando no hay ni siquiera salvavidas. Algo que ha dejado la pandemia es que podemos cuidarnos sin que recibamos un mensaje de la autoridad. Si se apagaron los motores del barco de la salud, habrá que remar en sociedad para mantenernos a flote.
El autor es Médico Internista e Infectólogo de México.
@DrPacoMoreno1