En medio de la riqueza que implica el hecho de que cada cabeza es un mundo, afirman los entusiasmados con la astrología y todas esas corrientes de energía universal que nos influye “como la luna a la marea”, que los días cercanos a nuestro cumpleaños son básicamente de armonía, buenas vibras y felicidad; sin embargo, la semana pasada previa al cumpleaños 69 del presidente mexicano, algo terrible le ocurrió porque demostró en su vocabulario lo incómodo que se sentía, su gran preocupación que no hace explícita y hasta la naturaleza jugándole una mala pasada porque se vio en la necesidad de decretar contingencia ambiental.
Lo cierto es que pudimos contar el domingo 13, a miles de personas en toda la república unidas por un sólo lazo: su amor por México, con espíritu positivo que llenó el ambiente acerca de la certeza de poder defender las instituciones y erradicar el miedo. De diversas maneras, entre los que marcharon, y aun quienes no pudieron hacerlo, se recordó a los ausentes que hicieron posible un sistema electoral eminentemente inclusivo y tolerante aun con las minorías. Gracias a lo que se concretó a inicios de los 80[1], nuestro país ha caminado hacia adelante por varias décadas y quienes hemos sido testigos más las nuevas generaciones que se interesan en continuar corrigiendo los errores humanos que gente no muy preparada y si excesivamente ambicioso ha propiciado, estamos dispuestos a aportar razones y acciones para lograrlo. ¿Se puede descalificar la manifestación porque no se habló en términos agresivos o negativos en contra de nadie?
Todos aquellos que por su formación vital o por el enojo que le han producido las decisiones gubernamentales de los últimos cuatro años, esperaban críticas y en general señalamientos acusatorios –lo cual fue calificado por los rijosos como discurso tibio- recordamos frases profundas de gente preparada afirmando en su tiempo que hablar mal de alguien no descalifica a este último sino a quien expresa críticas que más bien denotan envidia o ignorancia. Desde la sabiduría de las abuelas asegurando que cae más pronto un hablador que un cojo, pasando por las reflexiones de lo inútil para hacerte mejor persona solo criticando tu prójimo, hasta podemos con misericordia admitir que ciertos padecimientos o las medicinas que se usan para atenderlos, a veces desconectan la lengua del cerebro. Sin embargo, también es verdad que hay mucha carencia de decencia cuando se habla mal del ausente y si es fácil advertir el daño emocional que se carga cuando a pesar de lo bueno recibido se insiste en poder recoger frutos de un árbol que no se sembró o que jamás se ha cuidado.
Reunirnos después de dos años de encierro y del temor que producen los hechos sangrientos –homicidios, feminicidios, balaceras, lesiones, secuestros- agresivos –robo de casa, negocios, vehículos, extorsión, fraudes inclusive de los propios bancos- y hasta omisiones de gobierno que producen muertes como las de las dos jóvenes que se ahogaron en una coladera sin tapa; nos permite expresar nuestra exigencia de elaborar e insistir en el seguimiento de programas de seguridad para evitar que ropa especializada de hospitales sea ofrecida por mujeres ambulantes en los mercados como “manta de cielo para limpiar a fondo su cocina” ¿Le han vendido medicamentos baratos que robaron de una farmacia o clínica[2]? hurtar lo que no te pertenece ¿es asunto de programas educativos familiares o de escuelas? ¿Qué hace la guardia nacional cuando un grupo de ciudadanos inician la rapiña de cervezas, gallinas, cerdos, alimentos enlatados, granos a granel, pan, fruta, latas de comida? ¿Dónde empieza la impunidad, en los agentes que no impiden el robo, en las empresas que no pagan seguro o en las aseguradoras que hacen tortuoso el pago?
Cuando con asombro usted necesita imaginar porque dos fiscales –una mujer de CdMx y un hombre de Morelos- le dan más importancia a “competir” que defender a jóvenes quienes en medio de una fiesta encuentran la muerte, aparece entonces la explicación del porqué de defender a una estructura que garantiza nuestra democracia, es decir, la posibilidad de expresar libre y sin tapujos, lo que consideramos inapropiado por parte de dichos fiscales, policías e investigadores. El tema no es cuantos crímenes hay cada día en los estados y alcandías no afines al gobierno federal, sino porqué es justo ahí donde aumentan los problemas. ¿Se tratará de delitos propiciados para descalificar a alguien?
Hablar sin respeto al espacio y tiempos, no solo propicia enfrentamientos estériles entre aspirantes –esos a los que ahora se les califica de corcholatas- al poder; lo más grave además de lo costoso de hacerlo sin discernimiento, es propiciar la falta de respeto entre ciudadanos, hacia las instituciones y al Estado de Derecho. Afortunadamente una gran mayoría de mexicanos aun conservamos los valores que nos permiten actuar con inteligencia, valores y hasta sentido común. Si además de lo actuado el domingo 13, se expresan verbal y respetuosamente estos temas, seguramente nuestro país se seguirá construyendo.
[1] Era el sexenio de López Portillo, y trabajó con bastante sensibilidad el Lic. Jesús Reyes Heroles, además de ciudadanos –algunos han muerto como resultado del exceso de horas que le dedicaron al programa del IFE- que dimos nuestro esfuerzo para iniciar el padrón, organizar la estructura y todo lo que nos ha permitido después de 14 reformas mejorar la democracia reconocida y hasta replicada en el mundo.
[2] En un hospital construidos con el esfuerzo ciudadano, para atención de niños accidentados, se pudo ver cómo semana tras semana, con gran habilidad robaron, cables, muebles de cocina, lámparas de quirófanos, vidrios, aluminios, tubos de plomería, medicamentos, ropa hospitalaria –batas de médicos y enfermeras- sin que autoridad alguna investigadas quienes compraron todo eso.