Descuidamos mucho la información personal y eso que llevamos años compartiendo modus operandi con los cuales la delincuencia nos afecta constantemente a través de extorsiones, robo de identidad, suplantación y cargos no reconocidos, que se multiplican en diferentes periodos, pero que no logran erradicarse por nuestra falta de prevención.
Una recomendación eficaz en temporadas de vacaciones o de aumento en el consumo por los periodos de descuentos era retirar de inmediato esa propaganda de los buzones o de las entradas de los domicilios para evitar que fueran utilizados en nuestra contra.
También se sugería no proporcionar correos electrónicos o números de teléfono celular a cualquier que los solicitara y menos si no se tenía claro qué tipo de compañía o de servicio utilizaría estos medios de contacto. Muchas promociones continúan fundamentándose en la solicitud directa, en apariencia inofensiva, de información delicada como esa.
Hoy el problema parece resuelto, solo que para la delincuencia. Millones de envolturas y de paquetes quedan a disposición de grupos criminales en botes de basura y otros puntos de desecho para que con tranquilidad se haga inventario de los datos que llevan las etiquetas del cliente en cuestión.
Sugiero hacer una prueba rápida y buscar la etiqueta de la última caja que recibimos en nuestra puerta para saber qué tipo de datos lleva impresa y hasta qué punto podrían saber sobre nosotros a través de ella.
No será un ejercicio fácil, porque lo más seguro es que ya no tengamos oportunidad de recuperarla, porque ya la tiramos; pero si no lo hicimos, echemos un vistazo y podremos comprobar que estamos expuestos de una forma que ni siquiera habíamos imaginado.
Hacer fácil el trabajo de un delincuente es algo que debemos evitar siempre y proteger nuestros datos personales es una medida que tiene que estar vigente todo el tiempo. No solo se trata de resguardar la vida virtual o el acceso al dinero ahorrado, sino custodiar un bien que hoy tiene un precio elevado y aumentará aún más: la información.
Hemos dedicado años a tratar de frenar las extorsiones, cuyo fundamento es la manipulación y el uso de uno o dos datos que nos convenzan de que estamos ante un peligro inminente. Entre más información tiene un delincuente de este tipo, mayor puede ser su control sobre nosotros. Ahora, si tienes una etiqueta pegada a una caja que trae todos los datos que necesita ¿cómo podríamos detenerlo?
Y la culpa no podemos atribuirla solamente a la delincuencia, ésta aprovecha nuestros descuidos, nuestra falta de solidaridad, nuestra mala comunicación para dividirnos y poder afectarnos bajo un efecto de sorpresa y, si es posible, una superioridad numérica.
Una cultura de la prevención inicia con darle valor a todo lo que puede evitar que seamos víctimas y cerrar la posibilidad de que nuestra propia identidad se vuelva en contra nuestra. Hemos adoptado tanto la compra de mercancías, de comida, por medios electrónicos, que también de esa manera hemos perdido de vista la importancia de un ticket, de un recibo y de las etiquetas que son materia de este artículo.
Muchas aplicaciones y plataformas cuentan con medidas de seguridad para que las etiquetas no contengan datos sensibles. Al mismo tiempo, podemos recurrir a diferentes puntos de entrega para no revelar un solo domicilio (similar a los apartados postales) o simplemente estar en contacto con el proveedor del bien que adquirimos para verificar que se haga un uso correcto de nuestra información.
Destruir las etiquetas antes de tirar los empaques, es la principal recomendación; reciclar las cajas de cartón y separarlas de la basura común, es la segunda.
Prevenir es la mejor seguridad que podemos garantizarnos. Es una combinación de cuidado, lógica y protección de quiénes somos; eso incluye nuestras actividades, los aparatos que utilizamos, los lugares que frecuentamos y todo lo que nos permite vivir a diario. En una época sin privacidad, no nos expongamos.