El 19 de octubre de 2019, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que se debe trabajar 16 horas al día y descansar ocho, para poder cumplir lo prometido en un sexenio. Este viernes, aparentemente de la nada, agregó que “no es cierto que no trabajo” y que está “más aplicado que nunca”. La verdad es que el señor Presidente miente. Nunca ha trabajado 16 horas al día, dicen personas que lo conocen de tiempo atrás, ni está más aplicado que nunca. No le gusta a López Obrador que le pongan un espejo enfrente, pero el reflejo de flojo y desobligado está comenzando a relucir.
Las dos declaraciones en un espacio de tiempo de tres años no se entenderían sin los correos hackeados a la Secretaría de la Defensa Nacional, que él quiere desmentir abiertamente pero no puede, aunque está indignado de que el Ejército lleve un registro de todas sus actividades. No entiende que no es contra él, pues hay bitácoras tanto de López Obrador como de sus antecesores. Lo novedoso es que el hackeo lo está comenzando a dibujar ante la opinión pública –lo que ya no le gustó–.
El Presidente sacó, la semana pasada, el tema de sus actividades diarias cinco días después de que Gibrán Ramírez, un antiguo aplaudidor de López Obrador, exfuncionario federal y que aspiró a dirigir Morena, publicó en Milenio un artículo donde preguntaba quién gobernaba en Palacio Nacional. “Durante muchos años se ha alimentado la impresión de que el Presidente es muy trabajador. Esto fue, sin duda, realidad”, apuntó.
“Esa imagen fue la que consiguió al gobernante su aprobación superior a 90 por ciento y, sumada a su hazaña de recorrer todos los municipios de México, (que) conformaron parte importante del mito del dirigente incansable y excepcional. El mito vive ya solamente en los incondicionales del Presidente, cada vez menos, cada vez de mayor edad”.
La ácida crítica de un viejo creyente de López Obrador se apoyaba en la columna de Sandra Romandía del 27 de octubre en el portal Opinión 51, donde, a partir de los correos hackeados, reveló que después de la conferencia mañanera y su “monólogo” diario con los medios de comunicación, sus actividades por lo general se terminan “a menos que salga de gira y participe en una ‘supervisión’ o una visita a algún estado, (y) su agenda permanece vacía, en blanco, sin otra cosa programada para hacer más que recibir las terapias físicas que el cuerpo de médicos militares le proporcionan a él y a su esposa, a veces también a su hijo menor, generalmente por las tardes”.
En la bitácora del Ejército, mencionada por Romandía, su día inicia a las 6 de la mañana, cuando llega a la reunión del gabinete de seguridad. López Obrador, de acuerdo con personas que conocen sus actividades, se levanta alrededor de las cinco de la mañana, y por lo general duerme mas de ocho horas. Regularmente hace una siesta, cerca de las 12 del día, como ha acostumbrado toda la vida –algo común en el trópico–, tras lo cual tiene divertimentos, como irse a tirar unos batazos en una cancha de beisbol, porque ya no corre ni puede moverse como antaño, debido a sus problemas en la columna.
Romandía apuntó que, según los correos hackeados, las agendas de actividades del Presidente “son muy cortas, dos actividades diarias la mayoría de los casos, y el resto del día nada qué hacer”. Por ejemplo, agregó, “en los reportes del 29 de abril al 29 de mayo de 2019, donde se contienen 31 días de actividades para López Obrador, en 18 de los 31 días, es decir 58% del tiempo, lo único que hizo el Presidente fue reunirse de 6 a 7 de la mañana con el gabinete de seguridad y después su mañanera. Los otros 13 días, entre los que se cuentan los sábados y los domingos, los dedica a supervisar alguna obra o bien asistir a inaugurar algo en el interior de la República, nada más.
“De acuerdo con las agendas obtenidas por el hackeo, el Presidente rara vez tiene alguna actividad laboral después de la mañanera. Esta escasa agenda de actividades por parte del Presidente de la República desde que entró en funciones esta administración, se observaba aun antes de que sufriera el colapso de salud en su rancho en el mes de enero de 2022, ya que en los archivos filtrados pueden verse resúmenes de sus eventos desde el año 2019 hasta el presente y en todos se aprecia que las únicas actividades constantes y diarias del presidente López Obrador son sus reuniones matinales, y después nada”.
López Obrador actúa en Palacio Nacional de la misma forma como hacía cuando era jefe de Gobierno en la Ciudad de México. Tenía una reunión de seguridad, una mañanera y luego desayunaba para dar instrucciones. El resto del día lo usaba más para jugar beisbol y descansar, que para trabajar. Romandía encontró que tampoco en sus giras internacionales se incrementa la agenda del Presidente, como en la gira a Centroamérica del 5 al 8 de mayo de este año, donde sus actos se redujeron a las reuniones con los líderes de Honduras, El Salvador, Guatemala, Belice y Cuba, sin ninguna otra actividad.
El Presidente suele tener actividades privadas, a veces al mediodía, a veces en la tarde, pero generalmente no se anuncian. Alrededor de las siete de la noche se reúne con el jefe de propaganda, Jesús Ramírez Cuevas, para preparar la mañanera, su espacio de gobierno, durante la que deciden a quiénes va a atacar al día siguiente, para preparar los materiales de apoyo, y los distractores de los temas de fondo.
Eso es lo que él llama “gobernar”. Ya no piensa como en la primavera de 2019, cuando decía que era “fácil” hacerlo, pero su comportamiento sigue igual: trabaja poco, flojea mucho, no gobierna, administra conflictos y se enoja cuando lo enfrentan con la realidad. Los guacamaya leaks lo están exhibiendo.