Una nueva serie producida por Salma Hayek, “Santa Evita” (2022), me obligó a retomar a un personaje que hace mucho no observaba: Eva Duarte de Perón. Aunque la trama se basa en una novela del mismo nombre, escrita en 1995 por Tomás Eloy Martínez, recurre a varios pasajes que sí ocurrieron. Ejemplo de ello es el embalsamamiento del cadáver de quien fuera actriz, primera dama y jefa espiritual de la Nación Argentina entre los años 40 y 50.
Si analizamos con detenimiento, encontraremos muchas “coincidencias” entre las decisiones que Eva Perón estratégicamente tomó en su momento. Aunque la mercadotecnia política adquirió un rol preponderante a partir de la campaña de John F. Kennedy en 1961, Evita definió su imagen pública 20 años antes: cabello rubio, trajes sastre, zapatillas y vestidos. La feminidad de Eva no expiraba ni siquiera con la gran fuerza y dramatismo de sus discursos.
Eva fue determinante en la elección presidencial de su esposo Juan Domingo Perón, como lo referí en la columna de la semana pasada, haciendo una comparación (no deseada, pero sí necesaria), entre Evita, la actriz Angélica Rivera y la influencer regiomontana Mariana Rodríguez. Eva de Perón murió muy joven, a los 33 años, sin embargo, dejó un importante legado mercadotécnico y político. Tal fue su influencia, que muchas de las primeras damas del continente asumieron un rol que fue más allá de los compromisos sociales y el altruismo.
Además de su filantropía y de sus contribuciones propagandísticas en favor del peronismo, Evita también fue la principal promotora del derecho al sufragio femenino en Argentina; movimiento que comenzó con la Carta Abierta de Eva Perón, el 27 de enero de 1947. La ley fue promulgada en septiembre de ese mismo año y para 1951 las argentinas pudieron ejercer su voto. En contraste, las mexicanas lograron emitir su voto por primera vez en 1954, luego de la reforma a la ley en octubre de 1953. Es decir, luego de Estados Unidos, Ecuador y Argentina.
Por todo ello, las masas argentinas exigieron la candidatura a la Vicepresidencia para Evita, pero el cáncer le impidió continuar al servicio de sus descamisados. En cambio, la tercera esposa de Perón, María Estela “Isabelita” Martínez, sí logró ocupar el puesto de vicepresidente junto a su esposo, 20 años después. Por lo que, al enviudar de Perón lo sucedió en el puesto convirtiéndose en la primera presidente de Argentina. Alcanzó el puesto que los argentinos querían para Eva.
En 2013 se estrenó la serie “House of cards”, una de las sagas más populares al inicio del streaming. Fue protagonizada por Robin Wright y Kevin Spacey. La historia comienza cuando Frank Underwood (Kevin Spacey), un miembro de la Casa de Representantes (equivalente a la Cámara de Diputados en México), aspira a convertirse en secretario de Estado (equivalente al secretario de Relaciones Exteriores), del próximo gabinete. Sin embargo, cuando el nuevo presidente estadounidense no lo designa como tal, comienzan las intrigas. El congresista Underwood conquista la Vicepresidencia y urde un exitoso golpe de Estado que lo convierte en el primer mandatario.
Por su parte, la coprotagonista de la historia, además de cambiar su cabellera de oscura a rubia (como Evita), se convierte en la compañera de fórmula de su esposo como candidata a la Vicepresidencia de Estados Unidos. Durante la última temporada, Claire Underwood (Robin Wright), enviudó y se convirtió en presidente (al igual que Isabelita Perón).
Con estas referencias, queda demostrado que la historia nos ofrece la posibilidad de hacer cosas prodigiosas. Sin embargo, también nos ofrece la oportunidad para repetir errores. Por eso, amable lector, evita la tentación del individualismo al tomar decisiones públicas, siempre ten presente que la participación y la solidaridad son fundamentales para el desarrollo y progreso colectivo.
Post scriptum: “El pasado no nos dirá lo que debemos hacer, pero sí lo que deberíamos evitar”, José Ortega y Gasset.
* El autor es doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
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