Domingo en la mañana y en el noticiero gringo nos anuncian como gran noticia que el príncipe Harry, que cayó en desgracia porque se casó con una “plebeya”, visitó Inglaterra, no me repongo de la sorpresa y mientras cambiamos de canal vemos una historia más sobre el trágico final de la princesa Diana. En tono reflexivo le pregunto a mi psicóloga de cabecera por qué yo debo saber que Harry y Diana son noticia. Como si el noticiero fuera hecho para mi, aunque el yo era figurativo.
Me responde que la historia de Diana es de tragedia, lo que es cierto al igual que la de muchos millones más, ya sean los que sufren hambrunas, mineros enterrados bajo tierra, resurgimiento de enfermedades como el polio por la resistencia de ciertos grupos a vacunarse, o tal vez empezando por las víctimas del avance descarnado de las oligarquías que arrasan con el ambiente a favor de aumentar ganancias que no serán capaces de comerse en varias generaciones, como la contaminación de ríos por mineros irresponsables; pero el poder económico se alimenta y guía por el “principio del placer” (Lustprinzip) definido por Freud, que instintivamente busca el placer y evita el dolor para satisfacer necesidades biológicas y psicológicas. Jeremy Bentham lo había formulado como «la naturaleza ha puesto a la humanidad bajo la gobernanza de dos soberanos, el dolor y el placer» (Wikipedia).
Bajo ese principio que Freud ligaba con la libido, los oligarcas buscan el hedonismo y la autogratificación que produce el dinero y que se incrementa con el poder político, y los oligarcas saben mezclar ambos afectando a las grandes mayorías.
Los medios de comunicación, tal vez como modelo de negocios combinado con su compromiso ideológico, se esfuerzan por consolidar el seguimiento y adoración de las celebridades, llenando sus espacios de transmisión explorando los chismes y alimentando el morbo que lleva a revisar la vida de los otros en lugar de explorar las ideas. Se despliega la noción de que es más importante saber por qué Afleck y López se separaron unos días después de casarse mientras, por ejemplo, se entierra en el silencio el análisis de la ideología de Petro, aunque para la sociedad es mucho más importante saber como gobernará Petro, que las vivencias emotivas de dos artistas.
En una ocasión fui con mi nieto Jack de 10 años a la opera en Austin y en el baño alguien que nos escuchó hablar español preguntó de dónde éramos.
– De México
– Fíjense que aquí afuera esta Angélica Aragón.
No le dimos mucha importancia en parte porque Jack no había visto la excelente filmografía de la actriz.
Después de un rato esa persona nos buscó y nos dijo que Angélica quería hablar con el niño. Fuimos a verla y en efecto ella estaba interesada en platicar con él, y de paso me hizo la cortesía de intercambiar unas palabras conmigo. Cuando nos fuimos a sentar Jack me preguntó:
– ¿Es una celebrity?
El niño ya estaba inclinado a la noción del privilegio que puede uno tener si conoce y se acerca a celebrities.
En una ocasión le pregunté al director de noticias de una estación televisora en El Paso, Texas, porqué abría la transmisión con una noticia sobre crimen y respondió que porque eso es lo que vende, le respondí que tal vez eso es lo que el quería vender, y hasta ahí llegó la charla, el no quería debatir sobre su inclinación a inundar de sangre los ojos de sus televidentes, aunque en El Paso no hay muchas celebrities para echar mano de ellas, para él tal vez la sangre sea más escandalosa y venda más que una separación entre artistas. La estación por cierto, no le dio importancia a la visita de Carlos Fuentes a la ciudad.
Los medios nos acercan a las pasiones, algunas muy bajas, sería un buen ejercicio ver el porcentaje de películas de sangre y violencia que transmite Netflix o la televisión abierta y con el pretexto del uso de algoritmos, si usted vio a Rambo, lo llenarán de propuestas de violencia y guerra, a ver cuando llega a un mercenario a Ucrania a luchar contra el diablo ruso, pero no veremos el rechazo a la guerra.
Los medios nos alejan de las ideas, evaden el debate profundo que influye nuestras vidas y cuando lo abordan es con la intención de esterilizarlo o negarlo, están inmersos en el juego de la propuesta del fin de la ideología, para ellos solamente hay un camino a recorrer y es el camino individual, las opciones de lo social deben silenciarse y para eso son muy útiles las celebrities. Así seguiremos llorando la muerte de Diana y nos enteraremos de las andanzas de una monarquía obsoleta, que nos distraiga de las verdaderas tragedias y de las grandes opciones para la humanidad.