Ya se corren apuestas sobre la manera en que van a votar los 13 senadores del PRI hoy miércoles con respecto a la prolongación de la presencia del Ejército en las calles, las carreteras y las plazas de México hasta 2028. Algunos creen —la mula no nació arisca— que, así como charrearon los diputados priistas, un número suficiente de senadores del antiguo partido único votarán con el gobierno a favor de la militarización. Otros piensan que a diferencia de los diputados, los senadores, por razones propias y de la lucha interna dentro del PRI, terminarán por oponerse a la iniciativa de López Obrador. Recuérdese que sólo se necesita que cuatro senadores priistas voten contra la minuta enviada por la Cámara de Diputados para que ésta no alcance las dos terceras partes del total de los senadores presentes para lograr la modificación constitucional.
Como ya se trata también de un juego de vaticinios, y no sólo de deseos, aquí van mi vaticinio y mi deseo. Desde luego que quisiera que los senadores del PRI, en un número suficiente, se opusieran al proyecto de la 4T para matarlo. Es un clavo más —la extensión a 2028— en el ataúd del mando civil en México, del Ejército y de la seguridad pública. Que los gobernadores quieran conservar al Ejército es obvio, siempre les ha gustado. Aunque vuelvo a insistir, ojalá alguien pudiera comprobar que Lázaro Cárdenas, como gobernador de Michoacán, le pidió al presidente Calderón que le mandara la tropa a su estado en diciembre de 2006. Que el Ejército lo quiera es probable, aunque también puede haber ciertas dudas, no sobre la posición del secretario de la Defensa, ni del jefe de la Guardia Nacional, ni incluso del secretario de Marina, pero sí entre oficiales y tropa, si realmente quieren seguir en esta ingrata tarea que les fue asignada. Y que la opinión pública lo quiera es probable; las encuestas así lo demuestran, las opiniones públicas en general desean muchas cosas, en México, en Alemania, en El Salvador ahora, en Chile en 1974 y 1975, en fin. Si nos vamos por la brújula de la opinión pública para justificar una medida, no sé muy bien dónde acabaríamos.
Pero las apuestas van más bien dirigidas, obviamente, a qué va a suceder, no a lo que uno quisiera. Pues mi apuesta es sencilla: creo que un número suficiente de senadores priistas votará en contra para que no se logre la modificación constitucional. Primero, porque algunos quieren deshacerse de Alejandro Moreno como presidente del partido. Luego, porque algunos otros por principio no estarían de acuerdo. Otros más han emprendido caminos que probablemente choquen con un voto a favor de la militarización, por lo menos en el electorado priista o aliancista. Sobre todo, si los senadores en bloque o, en todo caso, salvo una o dos defecciones, se oponen a la propuesta de López Obrador, podrían retomar ellos la bandera de la alianza con el PAN y el PRD, y dejar a Alito y a los diputados del PRI como los esquiroles de la misma. Tal vez no sea enteramente justa esta apreciación, pero probablemente funcionaría.
Por todas estas razones, creo que va a fracasar el intento de López Obrador de comprar votos panistas, perredistas, emecistas y, sobre todo priistas, suficientes para alcanzar los 85 senadores que se necesitan. Espero no equivocarme.