Por más que intenten aparentar ser fuertes, desde que Alejandro Moreno y Carolina Viggiano asumieron el control del PRI, el barco se fue en picada. Si fueran boxeadores, diríamos que desde el primer round se viven en la lona. ¿Es justo responsabilizar a quienes están a cargo del timón? ¡Sí! Máxime si deben navegar en aguas turbulentas, porque es precisamente en medio de la tormenta donde se aprecia (y valora) el temple de quien conduce.
Conozco las entrañas del PRI: su origen, evolución, normas, dirigentes, estrategias y algunas manías. Por ello, es importante destacar el valor, entrega y férreas convicciones de la base priista, quienes siguen sosteniendo una endeble estructura que, visiblemente, carece de liderazgo. Se les reconoce, porque son leales a una institución que, por sí misma, fue, es y sería buena, si contara con dignos liderazgos. Sin embargo, les dieron gato por libre. Por eso, muchos de los buenos marineros del tricolor abandonaron la nave; no porque se hunda, sino porque quien lleva el timón insiste en encallar el barco. El resto de expriistas se enfiló en MORENA.
Es desafortunado y hasta triste atestiguar cómo el partido político más antiguo, aquél que dio rumbo a un país convulso, que ofreció rumbo y certeza, que creó las instituciones que tanto benefician a la sociedad y que nos llevó a la modernidad, haya pasado del prestigio al rechazo. Que, del poder casi absoluto, haya pasado a una pírrica oposición que lucha apenas por sobrevivir.
Es lamentable que ese gran y poderoso “tiburón” haya sido convertido (por malos conductores) en una “rémora”. Y antes de que más de uno se ofenda, cabe aclarar que lo expreso en sentido ilustrativo y no peyorativo, porque como recordarán, las rémoras son peces que se adhieren a los objetos flotantes, tal y como Alito lo hace con la Presidencia nacional del PRI, y, en consecuencia, a “Va por México”. Serán varias las voces que discrepen de mi dicho, sí; varias, pero no muchas. Alardearán, vilipendiarán, echarán culpas y se rasgarán las vestiduras, pero lo que se ve no se juzga, y en este caso, su realidad es innegablemente cruda.
Y hablando de ineptos capitanes, en nuestro país la inseguridad está a tope, la inflación sangra nuestro bolsillo, el TMEC en riesgo, el autoritarismo asomándose, mientras los distractores presidenciales están a la orden del día. Pobre México, tan cerca del populismo y la demagogia, y tan lejos del bienestar y progreso real.
Los terribles sucesos ocurridos el fin de semana en Baja California: 24 vehículos incendiados y un sinnúmero de amenazas, nos arrebataron nuestra tranquilidad y nos aprisionaron peor que la pandemia. Sin embargo, como dijo Felipe Calderón: “Haiga sido, como haiga sido”, este escenario contribuye a la intención de AMLO por continuar militarizando la nación. ¡Esta bien! ¡Que lo haga! Pero que lo haga combatiendo al crimen y no asignándoles funciones para las que no fueron adiestrados.
En 1994, Mario Ruiz Massieu pronunció un discurso que bien podría describir lo que vivimos ahora: “Los demonios andan sueltos y han triunfado”. Y “le peje a quien le peje”, nuestra paz y seguridad son responsabilidad presidencial. Lo desafortunado es que, ya sea por cobardía, complicidad o indiferencia, en México nos arrebatan la fe, la esperanza y ni hablar de que llegue la justicia. Por eso pregunto: MORENA, ¿la esperanza de México?
Post scriptum: “A la falta de un buen gobierno, po’s una distracción. Vamos a inventar una distracción”, Jaime Bonilla.
* El autor es doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
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