En India, se enterró hace unos días a un tipo que murió tras haber sacrificado a un elefante. Otro paquidermo de la misma familia del elefante asesinado se presentó al entierro a destrozar el cuerpo del fallecido por el odio que le tenia por el daño y el dolor que le ocasionó.
En México murió Echeverría,y yo me pregunto si sus víctimas, sus huérfanos, sus familiares, quienes dizque gritamos por justicia nos presentaremos a destrozar el cuerpo y recuperar las mal habidas riquezas de sus amigos y familiares, o hablaremos de los ‘logros’ del gobierno del asesino, asesino no solo de jóvenes -dos veces empezando en el 68- sino de la clase media, de la ilusión de ver a México convertido en primer mundo, de quienes egresamos de una UNAM de profesionistas orgullosos cuyos títulos (¡de la UNAM!!) eran sinónimo de calidad, aplaudidos y respetados en todo el mundo no como ahora que casi hay que ocultarlo, una UNAM, orgullosa y de calidad (descalificada poco después por la prepa popular y las estupideces populistas de Echeverria-que por cierto hoy refrenda claramente y con todo cinismo la SEP).
Ojalá no hubiera muerto Echeverría.
Si leyó usted bien, el asesino de Tlatelolco, el inventor de los halcones, el inspirador de Manuel Andrés, el populista que inventó la frase de ‘señala la vuelta a la izquierda y en la esquina date la vuelta a la derecha” debería de haber vivido por lo menos 20 o 30 años más, paralítico, dependiendo de enfermeras y doctores educados en su prepa popular, sufriendo el dolor de todos los familiares de aquellos a los que a sangre fría asesino en Tlatelolco y remató en el Campo Militar número1.
Debería seguir vivo junto con Marcelino García Barragán y otros militares y políticos que lo acompañaron y todos los criminales que les siguieron en subsecuentes sexenios, como el famoso negro Durazo, quien siguiendo sus pasos y ejemplo, inventó la policía “auto-sostenible” en la que la “autorida” paga sus uniformes, su gasolina, su patrulla y el lunch del comandante, del jefe, del regente y del presidente (¿cómo? claro con extorsiones y mordidas) llegando al extremo de inaugurar obras públicas que nunca se concluyeron, escuelas que nunca enseñaron y muchas otras «travesuras financieras» que se han ido magnificando a lo largo de los años.
Si, Echeverría debería vivir 100 años más rodeado de aquellos que se beneficiaron de su gobierno y de sus robos para que todos, con los años encima, las enfermedades acumuladas, el cuidado de la medicina del ‘bienestar’ y porque no, acompañado por los maestros- no los buenos sino los preparados por el sindicato para decir estupideces, hacer manifestaciones, cobrar sin trabajar, dar clase sin enseñar y nunca educar un niño, les lean, en la cadencia de discurso político historias de la grandeza de sus secciones hasta que se mueran pero no de enfermos sino de aburrimiento.
Y no, no estoy enojado, estoy pidiendo justicia divina, esa en la que creen los creyentes que creen que Dios juzga a los malos y los hace pagar en vida pero ya vemos que no.
Y si no hay justicia divina ¿podría haber una comisión de justicia real de la sociedad misma que enjuicie a sus malhechores y premie a sus próceres y no como es ahora que todo es al revés?
Echeverría murió en la riqueza, riéndose de todos, burlándose del México cuya destrucción inició -o por lo menos desencadenó- dejando una estela de impunidad sobre la que ya sonríen quienes, en la ‘pacifica’ muerte de Echeverría ven reflejado su futuro de impunidad, la riqueza de sus herederos, la pasividad de este pueblo y la longevidad de sus robos.
Manuel Andrés lo sabe mejor que nadie.
He aquí la prueba de que puede seguir mintiendo, confrontando, robando, reformando al PRI para devolverle esa ‘piel echeverrista” que solo el y sus compinches extrañaban y de que dentro de varias décadas, cuando el muera (a los 100 años que la revolución parece garantizarle por mandato presidencial), no habrá elefante, ni pueblo que venga a destruir su cuerpo, su nombre o la herencia de su familia.
Su hermano estará ahí pasando la bolsa de papel para recibir donativos póstumos para Dos Bocas, el Tren maya, el rancho al que él y Echeverría se habrán ido enlodados en impunidad.
Y al igual que en una dinastía real, podemos gritar, sin temor a equivocarnos “EL REY HA MUERTO, VIVA EL REY”
Ojalá al ver el disgusto con el que recordamos a Echeverría, Manuel Andrés evalúe su presidencia y decida usar el tiempo que le queda para unificar al país, para garantizar una buena educación para todos, buenos servicios médicos y fuentes de trabajo productivas que permitan a los mexicanos quedarse en México y aun así hacer sus sueños realidad no solo para su beneficio sino para el de todos. No es tarde, aun hay tiempo o ¿estaré pidiendo demasiado?