Sí que le ha llovido sobre mojado al todavía presidente del PRI, Rafael Alejandro Moreno Cárdenas, conocido por muchos como “Alito”. Las continuas derrotas electorales desde su llegada en agosto de 2019 le han representado tremendas reprimendas de exdirigentes nacionales del partido tricolor y el reclamo de una buena parte de la militancia priista.
No así de sus aliados, quienes, dicho sea de paso, han sido los únicos a los que les ha hecho “justicia la Revolución”, ya sea con un “hueso” dentro del Comité Ejecutivo Nacional, la titularidad de algún sector u organización adherente a dicho instituto político o una curul en San Lázaro o en el Senado de la República.
Y es que, después de su arribo a la dirigencia nacional, el tricolor ha pasado de tener 12 gubernaturas a dos. Este año se quedará con dos, al igual que partidos menos experimentados como Movimiento Ciudadano (MC). El PRI mantendrá sólo los gobiernos de Coahuila y Estado de México, siempre que el presidente López Obrador no les eche el ojo, cosa que se percibe muy improbable.
AMLO mostró su interés; quiere la cereza del pastel. Pues, a más de un año de la elección, los morenistas ya mueven sus fichas en ambas entidades federativas. De conseguir ambas victorias, como dice la canción: “de los 12 que tenía, ya no le queda ni uno…uno…uno…uno”. Prueba de ello es Hidalgo, el cual no ha conocido un gobierno que no haya emanado del PRI, será gobernado por la fuerza oficialista. Desde 1929, Coahuila y el Estado de México tampoco han conocido la alternancia partidista, aunque siempre hay una primera vez y todo parece indicar que 2023 lo será.
A pesar de que Alejandro Moreno se empeña en victimizarse, acusando de persecución política al gobierno del presidente López Obrador, la realidad es que a nadie le conviene más que “Alito” se mantenga como líder del PRI que, al propio presidente. Si la mala fama de Moreno Cárdenas debilita al PRI, en consecuencia, vulnera a la coalición “Va por México”, arrastrando al PAN y al PRD a derrotas que desde hoy pueden anticiparse. Así que, mientras Layda Sansores, gobernadora de Campeche, adopta el rol de “policía malo”, Andrés Manuel es “policía bueno”.
El desprestigio del exgobernador de Campeche lacera a su propio partido a tal grado, que la extinción no parece algo descabellado. Ejemplo de ello es Baja California, donde elegiremos presidente, senadores, diputados federales, legisladores locales y siete presidentes municipales en 2024, y donde el riesgo de no alcanzar la votación mínima requerida para recibir prerrogativas estatales es un peligro latente.
Y hablando de Baja California, Tijuana ha cumplido 133 años desde su fundación el 11 de julio de 1889. En este (relativamente) corto tiempo, la frontera más visitada del mundo ha dejado huella en las vidas de millones de personas procedentes de distintas partes del planeta. Tijuana es el ejemplo viviente de que se puede ser joven y grande a la vez.
“El mejor gobierno es aquel que se hace sentir menos por el pueblo”, dijo el primer presidente municipal de Tijuana, Gustavo Aubanel Vallejo. El médico de profesión también fue diputado federal, senador y gobernador sustituto de Baja California. Estoy convencido de que, en eso, el doctor Aubanel tenía razón, pues el gobierno que menos se percibe es el que más está trabajando por la seguridad, movilidad, progreso y comunión de la sociedad. Por eso, hago votos para que el “silencio” de nuestros gobiernos sea directamente proporcional al bienestar de la gente.
Post scriptum: “¡Alito, aguanta! ¡El pueblo se levanta!”, presidente Andrés Manuel López Obrador.
* El autor es doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
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