Alguien comentó hace un par de días que los detalles de la visita de López Obrador a Washington eran asuntos de especialistas. Tenía toda la razón, en México y en el mundo entero. Las relaciones internacionales no interesan a la gente de a pie, sólo a quienes se especializan en esos temas, que luego pueden —o no— explicar a la opinión pública en general, a través de los medios, por qué importa —o no— si AMLO debió haberse desabrochado el saco. Sólo que, en México, los especialistas no hacen su trabajo, con algunas excepciones. La comentocracia y los medios impresos no quieren, o más bien no pueden, informar seriamente sobre lo que sucede; los académicos carecen de experiencia, y suelen emitir puros lugares comunes; y los exdiplomáticos, con notables excepciones, no se atreven.
Por ello, los medios impresos y muchos columnistas simplemente repiten la versión de López Obrador y del gobierno sobre lo que aconteció en Washington, sin informar o colocar en contexto los dichos y hechos. Tampoco adelantan hipótesis para explicar lo que parece inexplicable, en este caso, el soliloquio de 31 minutos de López Obrador, fuera de todo protocolo, acuerdo, tradición o cortesía. Simplemente reproducen lo que dijo, sin detenerse en si fue verdad o no.
En mis largas horas de ocio y de especulación, he llegado a pensar que AMLO tomó la decisión, desde que se acordó su visita, de evitar cualquier intercambio privado, sustantivo y prolongado con Biden, y de mentir descaradamente sobre lo que dijeron sus interlocutores en Washington. Confió, con razón, que nadie detectaría ni su estrategia, ni sus mentiras. Va mi hipótesis.
Cuando el embajador Salazar se cuela en Los Ángeles al encuentro entre Antony Blinken y el secretario de Relaciones Exteriores, después de haberse colado a la Cumbre a la que no estaba convocado, propone por sus pistolas que, para arreglar el desaguisado de la ausencia del presidente mexicano, debería organizarse un encuentro entre Biden y López Obrador. Los dos jefes de la diplomacia asienten, sin pensar muy bien de qué se trata, y López Obrador acepta la invitación que le formula Biden. Pero sabe que si se genera un encuentro one-on-one con el norteamericano, sólo en presencia de intérpretes, o incluso de cancilleres, es posible, incluso probable, que le lean la cartilla. Sobre Ucrania, Assange, Cuba, la propia Cumbre, energía, fentanilo, migración: la lista de reclamos hipotéticos era larga. Mejor evitar el intercambio. Recurrió a la táctica que utiliza todos los días en la mañanera, y que los estadunidenses denominan filibuster: hablar y hablar hasta que se agote el tiempo. Sabemos, sin grandes detalles, que se canceló la reunión de delegaciones ampliadas en la Casa Blanca, que la sesión 1+1 (con Wendy Sherman, subsecretaria de Estado; Blinken no asistió) duró pocos minutos, y aparentemente no hubo reunión “mano a mano” o se extendió sólo por unos minutos también. En mi especulación —que no es más que eso— todo esto fue a propósito.
En cambio, las mentiras de López Obrador no son especulación. Cito dos. Primero, lo de las visas. Esto dijo Biden en inglés: “And last year, my administration set a record. We issued more than 300 000 H-2 visas for Mexican workers. We also reached a five-year high in the visas we issued to Central Americans, and we’re on pace to double this in this fiscal year for Central America”. Es cristalino: va a duplicar las visas H2 para centroamericanos. Pero en la versión publicada en los medios mexicanos, se reproduce la transcripción de Presidencia de la traducción al español de la intérprete mexicana: “Y el año pasado nosotros batimos un récord en la emisión de visas H-2, que fueron 300 000 visas que fueron emitidas. Y nosotros llegamos a niveles históricos en los últimos cinco años en la emisión de visas para centroamericanos. Y estamos a buen ritmo que nos va a permitir duplicar la cantidad de visas que vamos a emitir en los próximos meses”. No menciona que las 300 000 visas récord fueron para mexicanos, y permite leer que la duplicación de la cantidad de visas en los próximos meses se aplica a mexicanos. De allí saca López Obrador su declaración ya en México el jueves: “Hablamos de la necesidad de ampliar el número de visas de trabajo temporales para México y para Centroamérica. Esto se aceptó. Se va a aumentar considerablemente el número de visas de trabajo para ingresar a Estados Unidos” (Agencia EFE). Es una mentira. El inglés no permite ninguna duda al respecto; el documento de la Cumbre de Los Ángeles, tampoco: “The United States will provide 11 500 H2B nonagricultural seasonal worker visas for nationals of Northern Central America and Haiti (Estados Unidos proporcionará 11 500 visas H2B para trabajadores estacionales no agrícolas a ciudadanos del norte de Centroamérica, así como de Haití)”.
La segunda mentira de López Obrador, reproducida por los medios impresos, se refiere a su reunión con empresarios. Una primera contraverdad consistió en anunciar en un comunicado que asistiría Biden; se encontraba ya en Israel. Pero también se dijo que fue un encuentro con empresarios de Estados Unidos y México. En efecto, allí estaban los de siempre, del lado mexicano, pero según la foto oficial con AMLO, sólo tres empresas de Estados Unidos: Sempra y New Fortress Energy (energía), y Kansas City Southern (ferrocarril). De estas tres, dos tienen fuertes inversiones en México desde hace años. Todos los demás asistentes fueron funcionarios o empresarios o cupulares mexicanos. No hubo reunión con “empresarios norteamericanos” salvo esos tres. En cuanto a la posición de la American Chamber of Commerce, representada allí por Neil Herrington, su vicepresidente, fue expresada en un comunicado que, según El Financiero, dice así: “Los directores ejecutivos expresaron su seria preocupación por el deterioro del clima de inversión en México…”.
Todas estas constituyen la verdad de las mentiras de López Obrador en México.