Solo quedan 854 días para que termine este gobierno y, lejos de tener un sistema de salud “como el de los países nórdicos”, México se encuentra en medio de la peor crisis en salud en su historia.
El haber querido desmantelar lo ya hecho y “recomenzar” casi desde cero sin un proyecto sólido, basado más en ideología que en cálculos de economía de la salud, solo ha logrado crear una colección de malos resultados, que ya se ven reflejados en continuas quejas de la opinión pública.
Como lo he expresado en varios medios y foros, la combinación de ignorancia, incompetencia e ideología fue el motor de este desorden. Desde la eliminación del Seguro Popular y su sustitución por el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), hasta la adopción actual y paulatina del IMSS-Bienestar como rector de los servicios de salud para los mexicanos no derechohabientes, pasando por el mayor desabasto de medicamentos del que se tenga memoria.
La semana pasada, por ejemplo, se dieron a conocer cifras interesantes que ponen en entredicho el desempeño del sistema de salud actual. En 2014, por ejemplo, el Seguro Popular otorgó más de 97 millones de consultas médicas. En contraparte, el Insabi solo sobrepasó los 22 millones y medio en 2021.
El IMSS-Bienestar, inaugurado hace más de 40 años como IMSS-Coplamar, proporcionó 20.6 millones de consultas, contra poco menos de 16 millones al comparar los mismos períodos.
Además, de acuerdo con datos proporcionados por el colectivo Cero Desabasto, las recetas no surtidas en la medicina pública se incrementaron de 2.9 millones en 2018 a más de 24 millones en 2021, confirmando lo que escribí en La tragedia del desabasto (Planeta 2021): el sistema fue desmantelado sin tener una opción viable.
Como un remate al mal chiste que fue el dejar el abasto de medicamentos en manos de la absurda combinación Insabi/Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS), esa misma semana se dieron a conocer los resultados de su adjudicación, celebrando la adquisición de más de “167 millones de piezas” para el segundo semestre de 2022, cuando se requieren más de 150 millones mensuales.
Ante este desorden, el gran pendiente es conocer los indicadores de salud en este periodo, aunque el más brutal ya lo conocemos: covid es ya la causa número uno de mortalidad en México (Inegi), en medio de un exceso de mortalidad que ronda entre los 350 y lo 650 mil fallecidos, según el autor que consultemos.
¿Cómo habremos evolucionado en mortalidad materno-infantil? ¿Cómo estamos en cobertura de vacunación universal? ¿Cuál es la esperanza de sobrevida para los pacientes con cáncer o con enfermedades crónicas como el VIH/SIDA?
Quedan solo 854 días y falta mucho por hacer.
- Cobertura universal en salud. La “buena intención presidencial” ha tenido en esta administración ya dos arranques en falso. El haber destruido el Seguro Popular y la obsesión por una supuesta gratuidad sin un fondeo adecuado tiene hoy a miles de pacientes sin certeza de su cobertura.
- Resolver el desabasto de medicamentos, donde ya solo vemos más promesas y cada día nuevas mentiras.
- Recuperar, de manera urgente, el programa de vacunación universal y básica para niños. Hoy es imposible saber en dónde se pueden encontrar vacunas básicas como la BCG o la del tétanos.
- Cobertura de empleo para los médicos. Un problema añejo (sí, más de 40 años) que salió a la luz gracias a las protestas de muchos colegas ante la absurda decisión de traer médicos de Cuba para cubrir supuestas plazas en zonas apartadas del país.
El desastre ocasionado a la salud en estos tres años desnudó un sistema arcaico y caduco que se mantenía con alfileres. Soluciones como el Seguro Popular ayudaban a sacar a flote algunas carencias y pretendían sentar las bases de una verdadera cobertura universal en salud, pero el afán destructor que hemos vivido dejó a los pacientes desprotegidos.
El sistema de salud necesita ser replanteado, sí. Sin embargo, no se puede apostar por mejorar algo haciendo lo mismo. El sistema no se hará mejor cambiándole la pintura a los hospitales ni con papelería nueva. Se requiere un nuevo paradigma y para ello es necesario una gran inversión. No hay prueba de que en 854 días se vaya a lograr algo.
Finalmente, este nuevo paradigma debe de dejar de centrarse en los logros políticos, las cifras y las fotos, su diseño debe poner primero a los pacientes. Ellos son quienes están sufriendo.