¿Qué les han matado a los jesuitas que ellos no hayan matado antes dentro de sí? El vil asesinato de los sacerdotes en la Sierra Tarahumara que ha desembocado en una andanada de críticas hacia el Estado Mexicano debe ser observado en una perspectiva histórica y honesta, no es justo aprovechar el sufrimiento de las personas violentadas para denostar al gobierno mexicano. La narcorepública mexicana no empezó este sexenio y existe una corresponsabilidad añeja en la destrucción de México por parte de diversos actores que no se detienen y ocultan sus verdaderos intereses.
Uno de los países donde más se asesina sacerdotes católicos es Italia; la Camorra, Mafia y Cosa Nostra cometen barbaries contra los religiosos como en México e incluso peores que aquellos espacios donde existen conflictos civilizatorios. La actitud de las autoridades religiosas católicas en aquel país no ha sido como en México; todo lo contrario, en lugar de una falsa victimización, la Iglesia Católica ha decidido excomulgar a los mafiosos, disponerlos en una situación más grave y/o semejante que los enemigos históricos de la región: la masonería. El tejido social de la Mafia se dirige a la Gehena, y aunque esto se deduce por la simple distinción del bien y mal, resulta simbólicamente diferente cuando las autoridades religiosas lo han reconocido, lo proclaman y advierten a las comunidades. Sin importar el prestigio social, boato o impostación de roles; las personas vinculadas a la mafia -de cualquier modo- son almas perdidas. El destino que estigmatiza a los políticos católicos se ha ampliado ineluctablemente. Quizá el infierno no exista, pero la sociedad comprende que el poder de la Mafia -y sus socios, inclusive altos religiosos- tiene una dimensión satánica reconocida seriamente por el vértice católico.
La Iglesia Católica, y el jesuitismo en particular, cuentan con más recursos, poder, influencia, sociedades secretas y reservadas, infiltrados y soldados, que el Estado Mexicano. La Santa Sede representa a una potencia mundial, un imperio histórico, que -como en el caso italiano- ha sometido al país e impedido la consolidación institucional innumerables veces. Los accidentados procesos secularizadores y reformistas no han sido obstáculo para que la Iglesia Católica, y los jesuitas, recuperen su poder material y espiritual. Con todo y los procesos de consolidación nacional -Italia (Franco Savarino)- los países católicos no pueden sustraerse del poder fáctico que representa la religión, a pesar de la existencia del Estado Italiano es la Iglesia Católica quien controla el país, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial. El resultado ha sido una sicilizanización (Campbell, Puzzo, Saviano); por tanto, la imposibilidad de controlar a los Capos ha llevado a que en Italia la mafia está excomulgada y no sólo en conciencia. ¿Y en México?, ¿Y en Latinoamérica?
La exhibición de la polémica cinta “El Crimen del Padre Amaro” establece una metáfora de la sicilianización que se vive en México desde hace varias décadas. El padre Amaro, el padre Benito y el padre Natalio, son personajes cotidianos en el tejido social de nuestro país, cada uno los conoce a su modo, el padrotón y el padre Gus; el obispo es inconfundible. Los sacerdotes que prostituyen mujeres, roban herencias, bendicen grupos sociales de narcos, caciques y extorsionadores, guían en el desarrollo de empresas lavadoras y explotadoras, fomentan el clasismo, casticismo, racismo, etc., y los sacerdotes que defienden al pueblo. El Obispo, Amaro y Benito siempre se imponen a Nazario; los padres disidentes son enviados a las Comalas de México para que aprendan a obedecer y respetar a los amos, o bien, que desaparezcan en el interludio y permitan continuar con la “obra civilizatoria” de las minorías excelentes.
Roderic Ai Camp encuentra una ligazón entre la jerarquía eclesiástica y los hijos/familiares de hacendados que determina el orden social de las élites de México, baste recordar el origen del sinarquismo. ¿Es que Camp resulta un genio y por ello es capaz de encontrar dicha información? No. Es que la corrupción y el abuso al interior de la burocracia religiosa en la Iglesia Católica resulta evidente que se da cuenta hasta un niño de pecho -como diría el clásico-; pero hay que ser extranjero para señarlo públicamente, o escribir verdadera literatura simbólica como Carlos Fuentes, José Revueltas y Carlos Monsivais, o desarrollar una enorme carga sociológica como Bernardo Barranco, Elio Masferrer, Roberto Blancarte, Fernando M. González; o estar tan loco como Friederich Nietzche. A la sicilianización la acompaña el silencio y la discreción tan distintivos del secreto de confesión y de la complicidad.
Así como los hijos y hacendados eran parte mayoritaria en el linaje de los obispos mexicanos, ahora se encuentran los hijos y familiares de caciques y capos de la mafia. Son casos conocidos y frecuentes, como el del abogado feminicida antiguo consultor jurídico del Obispo Onésimo Cepeda, o las aventuras de los Legionarios de Cristo, o los distinguidos estudiantes de las más prestigiosas escuelas confesionales -el Cumbres, la Ibero, la Panamericana, etcétera-.
La excomunión en México se pone en práctica hacia sacerdotes como Miguel Hidalgo y Costilla o José María Morelos y Pavón, no contra los mafiosos. El avatar del padre Natalio (Nazarín-Benito Pérez Galdós) representa a los sacerdotes revolucionarios o verdaderos seguidores del evangelio -eso de las agujas y camellos-. El padre Gus, siempre castigado como el Nazarín de la película del Padre Amaro, tomaba el ejemplo del misionero Daniel Combony, pero en México -e Italia- hay leones más violentos que los leones africanos; leones que sólo entienden con otros leones, los de la raza Toral (los Pro no son atinados y ya no quedan muchos). Las Comalas de México siguen siendo pueblitos llenos de pistolerismo, matones, violadores, bandidos y extorsionadores; pero buenos productores de caciques (Machos, Amos, Jefes Zetas, Chuecos) para que los padrotones -Amaros y Benitos, Palafox y Abad-Queipos, Borgias- hagan de las suyas; sobre todo dinero, mucho dinero, y así negociar directamente con el demonio como pretendía, y lo ha hecho bien, Don Vito Corleone. En Italia, finalmente, se ha reconocido que tres padres nuestros no reviven muertos ni reparan daños; es un gran reconocimiento religioso y social, la simulación puede llevar a todos al infierno, aunque sea el de la historia. Puede Ferrari, Lamborghini, Armani, Dolce y Gabana, borrar la marca de sicilianización italiana. El infierno existe, aunque sea el infierno de la historia, aunque sea la historia de los perdedores.
En una discusión con sacerdotes combatientes durante las guerrillas centroamericanas, particularmente con la temática del asesinato de Monseñor Romero y varios jesuitas durante la Operación Cóndor, se cuestionaba la pertenencia y, sobre todo, lealtad a una burocracia eclesial que había sido permisiva con el imperialismo yanqui y las derechas dictatoriales. ¿Por qué seguir siendo católicos y, más que nada, sacerdotes de una Iglesia que abandona y traiciona, cuya preferencia por el poder es inocultable? ¿para qué servir a una Iglesia que sólo permite ser monaguillo o maestrillo, padrecillo de rancho a lo más, si no se proviene de estirpe gachupina o se es familiar de cacique/hacendado (Carlos Fuentes)? La respuesta no ha permitido la contrarréplica por muchos años: La Iglesia Católica es la puta de Babilonia (Vallejo), pero es tu Madre. Para el guerrillero católico progresista, salir de la religión implicaba dejar la Iglesia en manos de Lutero; hay que estar dentro, luchando, porque la anti/iglesia está allí. No se debe razonar con la fe, la razón siempre pierde.
Si la Iglesia Católica es Agripina, entonces debe soportar a Nerón.
Las críticas al gobierno mexicano por el terrible asesinato de los sacerdotes jesuitas en Chihuahua deben ser honestas y no oportunistas. México vive una guerra donde los poderes fácticos -entre ellos la Iglesia Católica- son responsables del Estado Fallido, el presidente Felipe Calderón convocó a una guerra que perdió México y se tiene que reconocer. La Iglesia Católica, el tercer sector y la oligarquía, exigen fortaleza de actuación de un sistema político que está derrotado, al límite de sus funciones; así no se puede. ¿Y si la burocracia eclesial mexicana hiciera lo que la Santa Sede ha implementado en Italia para con la Mafia? ¿Y si alta jerarquía católica mexicana comenzara a atender lo que Mario Bergoglio les solicitó en 2016? Javier y Joaquín olían a pastor, ¿y los jefes?
Chueco es sinónimo de mexicano. Imagino la reacción de Jorge Portilla cuando el apodo “cigüeñal” enorgullece a muchos connacionales, tatuajes imborrables que siempre van a presumir. Los países católicos destacan entre los más corruptos del mundo. La reacción religiosa italiana contra la Mafia puede ser un preámbulo de cambio, también el catolicismo podría aprender del Islam, Budismo y Confucionismo que luchan seriamente contra la corrupción; la reingeniería religiosa puede ser más útil que el IMCO.
Los soldados de Dios que ahora urgen a una Cristiada deben entender, como los soldados de México, que el enemigo está adentro y la guerra es interna. Los sacerdotes, sobre todo aquellos como Javier, Joaquín y Natalio, no deben ser obligados a devorar los pecados de otros y entregar sus almas al purgatorio terrenal que es México. A los sacerdotes progresistas de Chihuahua -y de otros estados- no los mató el Estado sino la mexicanidad de la que los jesuitas y la Iglesia Católica son responsables.