El cambio provoca turbulencia y resistencia, se trata de la liberación de energías sociales y políticas que influyen para apoyar o enfrentar diversos elementos del cambio, la forma como el gobierno y los actores políticos manejan los efectos pretendidos lleva a riesgos de inestabilidad. El cambio radical, aquel cuyo efecto modifica drásticamente a la sociedad y/o al poder conlleva la posibilidad de resistencias mayores y requiere de la movilización de grandes apoyos sociales y políticos.
El cambio usualmente se inicia desde el poder y ahí mismo se encuentran algunas de sus principales resistencias. Tómese por ejemplo la demanda social para eliminar legisladores plurinominales debido a que implican severos problemas de representación, el gobierno lo planteó como parte de una reforma política más amplia pero los partidos políticos lo bloquearon porque perderían la ventaja política de lo que no ganan en las urnas.
El cambio demandado desde la sociedad usualmente se encuentra con resistencias desde el poder que tiene a convertirse en conservador, ya sea para eliminar tensiones o para preservar los intereses dominantes.
El cambio plantea problemas de gobernación, porque su primera misión es gobernar con armonía y para “todos”, lo que se altera con las diversas formas de protesta social. El capital apoya solamente lo que le conviene y se opone con energía a las demás reformas, por ejemplo fugando su capital, aún sabiendo que con eso desestabiliza la economía; por el otro lado, muchas de las protestas que vemos actualmente son resultado de problemas y demandas históricas cuya solución ha sido largo tiempo pospuesta, trátese de problemas territoriales como en las Chimalapas por los que luchan los Zoques; o de concesiones de agua que precipitan crisis como en Monterrey.
El cambio se enfrenta a una cultura política que ve a la participación como enfrentamiento con el gobierno y la ausencia de mecanismos de promoción de demandas sociales, por eso encontramos toma de calles/carreteras, ocupación de edificios, ocupación de garitas de cobro en las carreteras. El reto consiste en enfrentar esa conducta política continuando con los viejos paradigmas de control y represión, o intentar una nueva forma de atención social sin agresividad, considerando que siempre habrá quien abuse de una postura gubernamental no agresiva.
El cambio puede avanzar mejor si se sustenta en el consenso, pero eso se puede esperar de democracias maduras lo que no es el caso en México, donde el valor superior parece ser satisfacer los apetitos personales en lugar una visión constructiva del futuro, tal vez el mejor caso sea el del presidente del PRI que se aferra al puesto, o la actividad destructiva del PAN que busca bloquear al gobierno sin proponer nada.
Lo ideal sería gobernar con la oposición bajo una mega meta nacional que promueva el gran interés nacional para lo cual se debe garantizar trabajo coordinado de los diversos partidos políticos y de los 3 poderes, el debate y oposición pertinente se deberá presentar en aquellos aspectos que se desvíen de esa agenda.
Ante una oposición renuente al trabajo conjunto, el gobierno puede gobernar haciéndola a un lado, inclusive recurriendo al decreto frente a la oposición legislativa, pero esto abre márgenes que incrementan la resistencia al cambio, que manejados con habilidad pueden provocar una turbulencia limitada.
El fin de la etapa del PRIAN como la conocíamos presentó un reto para un nuevo partido cuya meta es propiciar una gran transformación, pero aún habiendo sido electo por gran mayoría e ir ampliando su control electoral en los Estados, tiene una relativa ausencia de consenso nacional que se traduce en el torpedeo de las reformas aunque son necesarias. No parece haber nadie que se oponga a eliminar la corrupción, modernizar la economía, adecuar la estrategia de defensa social ante la inestabilidad criminal, mejor la calidad de vida, pero esa falta de consenso se traduce en el sabotaje a las grandes obras, bloqueo de grandes proyectos de inversión, bloqueo legislativo y campañas de descalificación sistemáticas que incluyen fake news y muchas mentiras.
La gran reforma radical pendiente que modifique en gran medida la estructura de gobierno y la forma como la gente ve al gobierno es el refuerzo del federalismo. Por el lado del gobierno, los municipios y los Estados deben aprender a gobernar de forma soberana y los tres poderes deben asumir prácticas políticas que reflejen las necesidades nacionales y las opiniones y posturas de la mayoría de la población, la sociedad por su parte aprenderá a vivir con un ejercicio del poder descentralizado para pasar a actuar como sujeto y no como objeto de la política, o sea que se propiciará una sociedad fuerte y politizada que sepa exigir cuentas y dar apoyos políticos decisivos.