Más de dos años después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara que estábamos ante una pandemia, y que se registrara el primer caso y el primer fallecimiento por la Covid-19 en nuestro país, las actividades presenciales han regresado paulatinamente. En muchos lugares el home office y las juntas por Zoom ya son cosa casi del pasado. Las reuniones, fiestas, restaurantes, antros y cines también empiezan a estar llenos.
El número de contagios en la nación se ha reducido, y aunque podría deberse a que se hacen menos pruebas y por tanto baja el registro de enfermedades, las hospitalizaciones y muertes por este padecimiento han disminuido y cada vez son menos.
¿Se acabó la pesadilla, concluyó la tragedia que en México ha costado casi medio millón de muertes, según datos oficiales? ¿Podemos volver a vivir como en 2019 sin cubrebocas ni precauciones? Oficialmente, no: la OMS no ha determinado todavía que el mundo ya pasó de una pandemia a un estado de endemia, que es una enfermedad que prevalece habitualmente o en épocas fijas.
Para Susana López Charretón, Alejandro Macías y Alejandro Sánchez, expertos de la UNAM, es claro que la pandemia no ha terminado. Sin embargo, dicen que hay que tener un mensaje de optimismo para retomar actividades; eso sí, con precaución, eliminando algunas medidas que nunca sirvieron, pero manteniendo las que han sido vitales, como la vacunación, el uso de cubrebocas y quedarse en casa al menor síntoma, ya que tenemos que asumir que podríamos ser portadores del virus SARS-CoV-2 y podríamos contagiar a alguien más.
Se trata de medidas que deben perdurar, un aprendizaje que nos dejó la pandemia, como algo habitual con lo cual tendremos que convivir, por ejemplo, el uso de la mascarilla en lugares cerrados y poco ventilados, la higiene constante de manos, así como la forma correcta de estornudar y toser, cubriéndose la boca con el antebrazo para no dispersar aerosoles contagiosos.
Susana López Charretón, investigadora del Instituto de Biotecnología, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y de El Colegio Nacional, señala que el hecho que haya bajado mucho la ocupación en hospitales nos habla de que ya pasamos la fase más crítica. “No quiere decir que ya no haya contagios o que ya no tengamos que cuidarnos, sino que la fase de pandemia tremenda que estuvimos viviendo por dos años, aparentemente la superamos. Ya pasaron más de dos semanas de las vacaciones de Semana Santa, que era uno de nuestros temores porque la gente empieza otra vez a juntarse, a festejar. Pensamos que habría más contagios; sin embargo, no se ven estos picos epidémicos de nuevo. Por lo pronto, podemos estar más tranquilos. En la medida que cada uno de nosotros nos cuidemos, vamos a protegernos a nosotros mismos y a las personas que no están inmunizados por alguna razón”.
La mascarilla se queda
Para la especialista en virología el cubrebocas es una herramienta que debe quedarse, pues su uso adecuado ha sido vital durante la pandemia. “Yo recomendaría todavía utilizarlo si vas a auditorios o salones cerrados. También sugeriría que de preferencia no se asista a actos cerrados sin ventilación porque sigue habiendo el problema de que puede haber uno o dos infectados en un grupo de 50, y si no tenemos suficiente ventilación, por lo menos la gente se puede proteger con la mascarilla. Su uso es a discreción, pero sí creo que en lugares muy concurridos y cerrados hay que utilizarlo. En la calle nunca ha sido indispensable, pero siempre comparo el virus con la acumulación de humo del cigarro. Si estás en un cuartito cerrado y alguien se encuentra fumando, después de un tiempo todo el lugar está lleno de humo. Al aire libre es raro que se pueda acumular suficiente humo. La gente que corre o que camina sola, al aire libre, está totalmente fuera de peligro”.
Sobre el alcohol en gel, López Charretón comenta que es una sustitución del agua con jabón. “Lo que hemos visto, no sólo para esta enfermedad, sino para muchas de las que nos hemos librado, es que la higiene de manos es muy importante. Hay que mantener la costumbre de llegar a un lugar y lavarnos las manos, también al llegar a la casa en cuanto se pueda, y con agua y jabón; es una costumbre que tenemos que adoptar todo el tiempo”.
Que vacunen a los niños
“Los niños sí se enferman –apunta la especialista– así que yo recomiendo seriamente que los vacunen. Ésta es una de las tantas vacunas que tenemos que usar y están tan probadas como otras. Vale la pena hacerlo en cuanto haya la oportunidad. Al principio, los mensajes públicos que tuvimos fueron confusos, quizá para justificar porqué se estaba vacunando primero a los mayores de 60 años, dado que era la población que se veía más vulnerable ante esta enfermedad; sin embargo, no quiere decir que los niños no se enfermen, sí se enferman. Quizá pueden cursar este padecimiento, en general, de forma menos severa, pero esto no quiere decir que aquéllos con alguna comorbilidad no puedan tener un Covid severo. Desafortunadamente, en nuestro país hay un alto índice de obesidad infantil y estos son niños más susceptibles”, alerta.
Noticias de brotes en otros lugares
“No podemos predecir el futuro ni saber si habrá otras olas”, asegura López Charretón, en alusión a los casos que están creciendo en Estados Unidos, pero recuerda: “En diciembre del año pasado, antes que empezara ómicron, estábamos muy contentos porque había bajado mucho la ola de delta y pensamos que ya íbamos de salida. De pronto, hubo un brote tremendo de ómicron; esta ola fue altísima, más que ninguna otra, aunque la mortalidad sí fue mucho más baja. Esto sucede porque una buena parte de la población en México está vacunada o ya se infectó, entonces ya tienes una cierta protección. No quiere decir que se sustituya una infección por una vacuna. Si no se han vacunado, la recomendación es hacerlo.”
Luego enfatiza, previene: “Pero los brotes fuertes vamos a seguir viéndolos. Estas olas seguirán en países que no han tenido la oportunidad, que nosotros sí, de vacunas; en África, en Centroamérica, hay naciones que no han contado con un programa de vacunación porque no tienen acceso. La realidad es que no estaremos libres de esto hasta que todos estemos libres”.
Mantener la guardia alta
“Las lecciones que aprendimos en esta pandemia las debemos guardar para el resto de nuestras vidas. Si tienes síntomas gripales no hay que presentarse a trabajar y hay que aislarse, no acercarse a nadie. Estamos muy acostumbrados a tener una gripa espantosa e ir a laborar, exponer y contagiar a los demás. La costumbre de no contagiar a los demás debe seguir, ser muy responsable ante tu sociedad. Actualmente sabemos que podemos trabajar a distancia, conectarnos por Internet y punto. Tenemos que adaptar todo esto a nuestra nueva vida”, termina Susana López Charretón.
Sin fecha para el fin de la pandemia
Alejandro Macías, integrante de la Comisión Universitaria para la Atención de la Emergencia Coronavirus de la UNAM y zar contra la influenza AH1N1 durante de 2009, destaca que la pandemia no terminará al mismo tiempo en todos los lugares ni en todos los países del mundo. “De hecho, no hay una fecha definida para que finalice; lo que se puede decir es que región por región los caos se reducirán a mínimos, de manera que la situación será más controlable. Sin embargo, no se va a ir. Siempre habrá posibilidad de repuntes y puede haber zonas que hayan pasado a fase endémica, pero habrá otras que reporten positividad arriba de cinco por ciento, lo cual significa que en esas áreas o estados estaríamos en una etapa interepidémica”, explica.
Volver paulatinamente
El especialista en infectología también sostiene que en este momento es necesario mandar un mensaje de optimismo, de que debemos volver a nuestras actividades paulatinamente, y dejar de lado algunas medidas que nunca funcionaron, como la toma de temperatura en las entradas de los lugares, los tapetes sanitizantes, la disponibilidad de alcohol gel en entradas, porque ya sabemos que esa no es la vía de transmisión del virus, sino por el aire. “Hay que mantener el uso de cubrebocas en interiores, ventilar los espacios cerrados, asegurar que las personas estén vacunadas, y evitar tumultos, porque eso todavía es conveniente”.
Un factor importante, subraya, es que toda la población esté vacunada, incluyendo a los niños, como ha anunciado el gobierno federal. “Hay que incrementar la pared inmunológica en la población, ponerle dificultades al virus para que no pueda transmitirse intensamente; esto es algo que no lograremos si no vacunamos jóvenes y niños”.
Sobre los brotes en otras naciones que se han visto en las noticias últimamente, Macías comenta: “Hay países donde hay intensa actividad, China, o como Nueva Zelanda u otros orientales. Ellos tendrán brotes, incremento en incidencia. Es posible que haya rebrotes, aunque en México no se esperaría que fueran intensos o que colapsaran los hospitales dado que aquí hay mucha inmunidad híbrida, es decir, existe gente que fue infectada y otro sector que fue vacunado. Algunos tienen las dos cosas, inmunidad y vacunación”.
Para terminar, Alejandro Macías llama a mantener la guardia alta, “pero hay que volver a actividades paulatinamente y evitar daño en nuestra movilidad y en nuestra economía”.
Muy pronto para llamarle endémico
Por su parte, Alejandro Sánchez Flores, investigador del Instituto de Biotecnología, comenta que es muy pronto para calificar al SARS-CoV-2 como un virus endémico, debido a que no hay un registro suficiente en el tiempo y los casos en el mundo van a la alza. “No se podría hablar de endemismo, éste no se puede dar sólo a nivel local, porque estamos en una pandemia, tiene que ser una decisión global”.
Abunda: “El endemismo de un virus se da cuando su incidencia es baja y su prevalencia es alta. Esto significa que la frecuencia de número de casos es baja en la población, pero su registro de casos (o su prevalencia) durante el tiempo es muy larga. Hemos tenido muchos virus endémicos, como la polio o el sarampión, que entraron en endemismo no por una cuestión de casualidad, sino gracias a la vacunación”, recordó el especialista.
Y añade: “Es un esfuerzo sostenido de decenas de años. Hoy podemos ver la polio casi erradicada, y si ponemos atención, en cuanto se terminan o se detienen los programas de vacunación –como pasó en Egipto, donde pensaron que se había erradicado–, la enfermedad vuelve a aparecer porque ese es un virus endémico, sigue en la población”.
Nuevas mutaciones
Al ser cuestionado sobre el final de la pandemia, el académico respondió así: “La respuesta rápida es… no. Las guerras y las pandemias son dos cosas que controlan las poblaciones humanas, se ha visto históricamente. Sabemos cuándo empiezan, no sabemos cuándo terminan. No hay una fecha como tal predecible. Debido a esto, es necesario que la población mantenga medidas de sanitización y contención, dado que aunque hay una disminución de casos en el país, en otras partes del mundo –como Europa o Asia– se han presentado nuevas olas de contagio. Bajar la guardia es permitirle la entrada al virus o a nuevas mutaciones”, advierte.
Y agrega: “Estamos viendo que el actual epicentro de pandemia es Europa, región muy conectada con el resto del mundo. Ahorita no podemos poner cercos sanitarios y prohibir la migración, lo cual reduce nuestras opciones principales a dos: vacunación y cubrebocas/ventilación”.
Medida que nos puede salvar
Relacionado con la vacunación, acota que, “de acuerdo con la OMS, para julio de este año 70 por ciento de la población de todos los países debe tener un esquema de vacunación completo, de preferencia con tercera dosis. En el caso de los adultos mayores, una cuarta dosis, y el porcentaje total debe incluir a los niños. Aquí 90 por ciento de la población adulta está vacunada, pero sólo representa 65 por ciento de la población”.
Por otra parte, sobre las mascarillas, insiste en que “es físicamente la medida de contención más grande que tenemos. Usarlas nos ayuda a contener los aerosoles y la saliva que expelemos al hablar. Incluso, si en un lugar la gente no usa cubrebocas, el hecho de que yo lo utilice representa una barrera contra una carga viral muy grande que puede estar en el ambiente”.
Y como sus colegas, llama la atención con un ejemplo ilustrativo: “Desgraciadamente, en diversos lugares la gente ha dejado de usarlo. Es muy similar a lo que pasa con el preservativo: el VIH es una enfermedad que pudimos haber erradicado, no de manera fácil, pero sí en una generación, si todos tuvieran sexo con preservativo, porque sus vías de transmisión son sexuales y de transfusión sanguínea –las cuales se monitorean muy bien–. No hay un policía para checar que la gente que no se conoce tendrá una relación sexual con condón. Es igual con el cubrebocas: aunque estemos en un espacio abierto, eventualmente te vas a encontrar a alguien con el virus y de quien no sabes nada, ignoras que podría portarlo; vas a interactuar con la persona y es una posibilidad de contagio si ninguno usa protección”.
Y enfatiza: “Es la única medida que nos queda aún, se ha hablado del modelo del queso suizo, donde vamos sumando capas de protección. Algunas se han ido perdiendo, como la distancia o la higiene –la gente no se lava las manos–, pero el cubrebocas es una de las medidas que nos pueden salvar junto con la ventilación”.
Cambios en el paradigma
Sánchez Flores argumenta que a largo plazo es indispensable un cambio de paradigma social en la manera en que convivimos, sobre todo en lugares cerrados y con poca ventilación. “Nunca ha sido sano estar seis horas encerrado en un bar sin ventilación. Es una oportunidad de innovar en restaurantes o bares al aire libre, no tan hacinados. El cubrebocas sigue siendo lo más sencillo para mitigar todo esto, incluyendo los espacios abiertos. Por ejemplo, un estadio de futbol sigue siendo un riesgo aunque sea espacio abierto, porque la gente está gritando, está muy cerca y te vas a infectar. Sobre todo si consideramos que tenemos en el país variantes ómicron, que son mucho más contagiosas que antes”.
Finaliza: “El virus como tal no ha parado, cada oportunidad que tiene de infectar a alguien es una ocasión de seguir mutando. Es algo que debe tener en cuenta la población: si bien estamos vacunados y no nos vamos a morir gracias a la vacuna, esa es una oportunidad para que el virus pueda seguir mutando y, eventualmente, caerá en una persona no vacunada o inmunosuprimida y se generará una nueva variante. Podemos retomar ciertas actividades y comportamientos, pero no debemos bajar la guardia como sociedad.”