La economía mexicana crecerá 1.1 por ciento este año, debido a que la inversión permanece débil y la inflación en combustibles y alimentos afectará el consumo, reportó Moody’s. Agregó que las perspectivas a mediano plazo advierten un estancamiento de la actividad, así que el crecimiento promedio en la actual administración será de 0.3 por ciento, lejos del cuatro por ciento prometido por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
La “demanda interna lenta, débiles perspectivas de inversión y productividad limitada están lastrando las perspectivas de crecimiento a medio plazo”, abundó la firma de riesgo. Prevé que el crecimiento para 2023 sea de 2.1 por ciento y a éste siga una desaceleración en los próximos años. “No esperamos que el PIB (producto interno bruto) vuelva a su nivel anterior a la pandemia hasta fines de 2023 o potencialmente 2024”, agregó en un reporte para México.
Al reducir las expectativas de crecimiento para 2022, respecto al 1.5 por ciento publicado en febrero, Moody’s advirtió que ya incorpora los efectos del conflicto en Europa del Este. Si bien los vínculos comerciales y financieros con Rusia son limitados, se espera que los precios más altos de las materias primas contribuyan a una mayor inflación en México, sobre todo en combustibles y alimentos. “Esto probablemente pesará sobre el consumo privado debido al efecto negativo de los precios más altos sobre el poder adquisitivo de los hogares”.
Explicó que la economía mexicana se recuperó en la segunda mitad de 2020 y principios de 2021 impulsada principalmente por la demanda externa, especialmente de Estados Unidos, y el consumo privado. No obstante, las limitaciones de la cadena de suministro y las nuevas olas de la pandemia moderaron la actividad en los dos últimos trimestres de 2021 y llevaron a un crecimiento de 4.8 por ciento, por debajo del 5.5 por ciento previsto por Moody’s para ese año.
“Un factor importante de la lenta recuperación ha sido la débil dinámica de inversión observada en el país desde 2018”, recalcó. La formación bruta de capital fijo está por debajo de su nivel previo a la pandemia y se debe en parte “al apoyo fiscal limitado para las empresas” al inicio de la crisis y a “los anuncios de políticas, como la reforma propuesta del sector energético, que consideramos que han afectado la confianza de los inversionistas”.
Moody’s apuntó sobre las presiones inflacionarias que se han venido acumulando desde marzo de 2021 que, “a diferencia de la mayor parte de América Latina, en México los precios de los alimentos han aumentando más rápido que los precios del transporte, que incluyen combustibles”, lo cual refleja el subsidio a gasolinas que ha cargado el gobierno federal y que llevarían a una desaceleración en el índice de precios, de 6.7 por ciento al cierre del año.
No obstante, “una inflación más alta y una política monetaria más restrictiva afectarán el perfil crediticio de México más allá del efecto probable sobre el crecimiento económico en 2022. Los costos de endeudamiento interno aumentarán a medida que Banco de México continúe aumentando la tasa de política monetaria (que también se verá influenciado por el endurecimiento de la política monetaria en Estados Unidos), incrementandola carga de intereses del gobierno”.
La firma de riesgo recordó que algo similar sucedió entre 2016 y 2018, cuando la tasa de referencia subió al 8.25 por ciento como respuesta a la inflación que siguió a liberalización de los precios de las gasolinas; y pese a que los altos precios del petróleo beneficiará las finanzas de Petróleos Mexicanos, con mayores ingresos por exportación, los subsidios a combustibles afectarán el balance fiscal en 2022, advirtió.