Dentro de los lamentables acontecimientos de la semana pasada están la inusitada violencia en el estadio La Corregidora de Querétaro y también las sanciones decretadas por la Federación Mexicana de Futbol, que deja escapar la oportunidad de haber impuesto consecuencias severas ante un hecho que ha indignado a buena parte de la sociedad mexicana. Veamos lo que pasó como una manifestación de lo que sucede en otros ámbitos y saquemos provecho a las oportunidades que todavía existen.
Toda cultura experimenta sucesos cuya trascendencia pueden marcar un antes y un después. Se trata de eventos de choque, que sacuden la estructura mental (acaso la más importante cuando se requiere un cambio) de la colectividad. Pensemos en la matanza del 68 en México, forjó una sociedad más participativa y marcó un estigma, vigente todavía, sobre los límites del uso de la fuerza del Estado. La epidemia del H1N1 en la primera década de este siglo nos dejó a los mexicanos con el uso normalizado del gel desinfectante. Hay eventos que abren espacios de conciencia y cambian conductas individuales y grupales.
Lo acontecido en Querétaro debió ser tratado como un asunto de Estado para mostrar límites a la violencia incontenible que vive el país. Las tibias sanciones demuestran que el precio por transgredir la ley en México es muy bajo. Aunque la mayoría de los mexicanos nos manifestamos por tener un país sin violencia y donde impere la ley, más allá del discurso, todos participamos en un gran escenario donde cotidianamente se cometen cientos de miles de transgresiones que normalizamos. Las pequeñas nos parecen intrascendentes y las grandes las vemos lejos de nuestras posibilidades. Y entre estos extremos tenemos un gobierno federal incapaz de dar señales de combatir la impunidad o, peor aún, de ser igual de corrupto que aquellos que le precedieron.
El gobierno de Australia dio una lección al mundo y a sus habitantes cuando deportó al mejor tenista del planeta por no cumplir con las leyes de aquel país. ¿Qué hubiera hecho México en una situación análoga? Seguramente hubiéramos permitido que Djokovic jugara el torneo, encontrando una forma de estirar los límites legales, negociando con la normatividad. Esta flexibilidad ha hecho que el cumplimiento de la ley sea a discreción.
No todo está perdido con lo de Querétaro, cuando vemos reacciones positivas. Mi hijo, Diego, me pidió este espacio para manifestar su enojo por lo que llama «El país de a medias». Tenemos, dice, «Un país donde se cae una línea del Metro porque estuvo construida a medias. Una masacre donde fueron fusiladas personas, pero no hay cuerpos ni detenidos. Tenemos un país donde la justicia es a medias, la verdad vive a medias. Todo es a medias». Su inconformidad es señal de que, como él, muchas personas manifiestan un nivel de conciencia que el país debe aprovechar. La indignación y el enojo son fértiles territorios de cultivo para cambios sociales.
Una sociedad norma el comportamiento a través de lo que premia y lo que castiga. Hay historias dignas de ser recompensadas. Escribe Diego: «Te reconozco a ti, joven, que diste tu playera del Querétaro a una aficionada atlista para que saliera ilesa del estadio; te reconozco a ti que ayudaste a subir a tu palco a personas en riesgo de ser brutalmente golpeadas; te reconozco a ti que a pesar de estar rodeado por varios agresores, cubriste con tu cuerpo a tu pareja sabiendo que los golpes los recibirías tú; reconozco a todas las personas que fueron al hospital donde están internados los heridos y llevaron comida y agua a sus familiares angustiados y mostraron que los Queretanos no son lo que una minoría salvaje enseñó; te reconozco a ti señora, mamá de uno de los perpetradores de la brutal pelea, que a pesar del amor que le tienes a tu hijo, deshecha por la situación, lo entregaste, hiciste lo correcto; te reconozco a ti, funcionario, que has resistido un moche; te reconozco a ti, padre o madre, que buscas a tu hija o hijo desaparecido a pesar de los años; te reconozco a ti mexicano y mexicana que luchas por un futuro mejor para ti y para el país. Sigo enojado, incómodo, perturbado, dolido, triste por lo que estamos viviendo, pero eso sí, no a medias».
El dolor revela. Somos lo opuesto de lo que nos indigna.
@eduardo_caccia