No quiero ser aguafiestas, pero el nuevo aeropuerto que se inauguró ayer no va a resolver el principal problema para el que se construyó, es decir, descongestionar el sobresaturado Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), fundado en 1931.
Pocas cosas han sido más parchadas en México, donde hay una vieja tradición de ir componiendo las obras para que sigan sirviendo, que el AICM. Hoy cuenta con dos pistas (muy cercanas la una de la otra, lo cual impide el aterrizaje-despegue de aviones de manera simultánea) y dos terminales con 63 puertas de embarque y 41 más de las llamadas “remotas”. Le hemos sacado hasta la última gota de jugo a esta infraestructura que originalmente se diseñó para atender hasta 30 millones de pasajeros al año, pero que en 2019 despachó y recibió a más de 50 millones (en 2020, la demanda por servicios aéreos se desplomó debido a la pandemia de covid-19).
Por mi trabajo, viajo con frecuencia desde y hacia el AICM. Ya se volvió una tradición que los vuelos salgan o lleguen retrasados. Los pilotos siempre lo justifican diciendo que se debe al “tráfico aéreo en el AICM”. En el mejor de los casos me ha tocado esperar una media hora. En el peor, varias horas. De por sí es una monserga viajar en avión, pero hacerlo desde y hacia la capital se ha tornado en una experiencia muy desagradable. Ya mejor ni hablo de otro tipo de saturaciones en los estacionamientos, filtros de seguridad, salas de espera y hasta los restaurantes.
La construcción del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) quizá tenga muchos objetivos. Sin embargo, el más importante era canalizar hacia allá parte del enorme tráfico del AICM con el fin de descongestionarlo. ¿Logrará este objetivo el AIFA? ¿Podremos los pasajeros del AICM llegar a tiempo a nuestro destino porque ya no hay tráfico en dicho aeropuerto?
No parece ser el caso, por lo menos en los próximos dos años.
De acuerdo a especialistas en materia aeronáutica, el AIFA tendría que absorber el 30% del AICM para descongestionarlo. Si en 2019, antes de la pandemia, el AICM atendió a 50 millones de pasajeros, el 30% serían 15 millones. En el papel, el AIFA podría recibir hasta 20 millones en su primera etapa. Sin embargo, con sus 14 puertas de embarque y el poco interés de las aerolíneas por operar en un aeropuerto tan lejano a la Ciudad de México, se calcula que podrían atenderse entre un millón y dos millones de pasajeros al año, si bien nos va, en lo que resta del sexenio. Vamos a asumir lo mejor (dos millones). Equivale al 4% de la demanda pico del AICM en 2019. Si es así, la dura realidad es que el AICM continuará saturado. Habrá que esperar sentados, seguramente en el avión, a que un día se resuelva la sobresaturación del aeropuerto más utilizado del país.
El gobierno de López Obrador construyó el AIFA en sustitución del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) que se estaba edificando en Texcoco. Este proyecto, anunciado durante el sexenio de Peña, contemplaba el cierre definitivo del AICM para mover todas las operaciones al NAIM que, en su primera fase, tendría una capacidad para 68.6 millones de pasajeros al año con tres pistas y 96 puertas de embarque. Supuestamente, el NAIM estaría listo para este año. Ayer, sin embargo, se inauguró el AIFA con 7 salidas y 7 llegadas de aviones, 14 en todo el día. La obra claramente está subutilizada. Ergo, los pasajeros que ayer volaron desde y hacia al AICM padecieron las mismas penurias por su saturación.
En suma, a pesar de la magna fiesta de ayer, no se había resuelto el problema que viene aquejando a la aeropuerto capitalino por más de dos décadas.
Eso sí, la propaganda gubernamental tuvo un día de gloria.
La inauguración del AIFA y su cobertura mediática estuvieron dirigidos, no a los usuarios aeroportuarios, sino a la gente que quiere sentirse orgullosa porque México tiene un nuevo aeropuerto. Las grandes obras siempre gustan a la opinión pública. Y el gobierno de AMLO no perdió la oportunidad para vender la idea de que había cumplido la promesa de construir un aeropuerto bueno, bonito, barato y rápido. Seguramente les irá bien en las encuestas. Es una buena obra para este propósito. Lástima que no resuelva el problema de fondo que padecemos los que sí utilizamos el aeropuerto: la sobresaturación de una obra que se fundó en 1931, cuando en toda la Ciudad de México vivían alrededor de un millón de personas.
Twitter:@leozuckermann