Nota importante: el presente artículo fue escrito antes de la mañanera del día de hoy, lunes 10 de enero de 2022, así como con base en las declaraciones oficiales de la SRE (de ahí su título original, que era nada menos que “Bien por AMLO” -uno de los únicos halagos genuinos que he podido realizar a favor de semejante inepto-); sin embargo, la escoria que México tiene hoy como presidente, siempre sí envió a un representante de mi país a la farsa repudiable de la supuesta toma de poder del dictador asesino de Nicaragua, que es Daniel Ortega. ¡Increíble, pero ni cuando le hago un cumplido al inepto de AMLO, este último me permite no desdecirme al respecto de forma inmediata y debido nada menos que a sus más nuevas y criminales ocurrencias! (No cabe duda de que nunca esperé nada ni de AMLO ni de este miserable gobierno y, aun así, ¡siempre logran decepcionarme!)
Una de las características inexpugnables a la tiranía política (y, lógicamente, al tirano político), es el cínico desprecio de éstos por la democracia.
Aquel que, incluso teniendo la razón, decide imponer sus ideas ante sus semejantes a la fuerza (utilizando a ésta en contra de sus conciudadanos, es decir, ante otros adultos igual de libres y autónomos que él mismo), es un auténtico tirano (por más que mienta y haga todo tipo de maromas con el lenguaje para engañar bobos y/o fanáticos y hacerles creer justo lo contrario).
En pocas palabras, una cosa es encarcelar ladrones, violadores y asesinos, y otra muy distinta, el encarcelar, por ejemplo, opositores políticos, religiosos y/o ideológicos que en absoluto han delinquido ni mucho menos.
Sencillamente es imposible ser un demócrata y, al mismo tiempo, legitimar desde la cúspide del poder ejecutivo mexicano (el de, justamente, una república democrática) la tiranía dictatorial de Daniel Ortega en Nicaragua (o también la de Maduro, la de Putin y/o la de Díaz Canel en Cuba, etc.)
Es risible, de una incongruencia estrepitosa, el “rasgarse las vestiduras”, realizando un plantón en Reforma, como lo hizo AMLO en 2006, a manera de berrinche ante el INE (IFE, en aquel entonces) debido a su dolorosa (al menos para él) derrota electoral (misma que, hasta la fecha sabemos que, a pesar de haber sido aquel un proceso sumamente cerrado, lo fue también en extremo transparente y además legítimo con base en los estándares mundiales), es risible, decía, armar semejante escándalo, a lo tonto, ante el INE y, de manera simultánea, no sólo guardar un sepulcral silencio, sino manifestarse ¡desde las alturas del poder ejecutivo!, así como de un modo tan cínico y tan abierto a favor de una tiranía tan brutal y descaradamente anti democrática como lo es la cubana, la rusa, la china, la venezolana, etc.
Dicho todo lo anterior, menos mal que AMLO, aunque haya sido justo en el último minuto, se haya negado a enviar a un representante del gobierno mexicano a Nicaragua para celebrar la tan lamentable perpetuidad en el poder del repudiable dictador de aquel país que es Daniel Ortega.
Claro, es también mucho más que evidente (con base nada menos que en los hechos) que AMLO actúa, como el tirano que ya ha demostrado ser, tan sólo para “taparle el ojo al macho”. ¿Y por qué razón afirmo lo anterior? Lo hago, precisamente, con base en los argumentos que he sostenido en el presente escrito: que no puedes no enviar una comitiva para felicitar al dictador de Nicaragua por su nuevo triunfo “democrático” y, de manera simultánea, invitar al tirano asesino y antidemocrático de Díaz Canel a celebrar las fiestas patrias de una república democrática como lo es México (o sí puedes hacerlo, pero dicha combinación en absoluto te exime del título de tirano, sino que, precisamente, te lo concede con pompa y platillo de por medio -aunque el inepto y tibio de Enrique Krause, entre otros tantos, se niegue negligentemente a llamar a las cosas por su nombre, muy en especial tiranos a los tiranos-).
Sencillamente no es posible el no ser un tirano y, de manera simultánea, el legitimar de una manera tan cínica y abierta a tiranos de la calaña de todos los anteriormente citados.
Y, nuevamente, aunque sea AMLO un vil tiranito (como ya hasta el cansancio a todos nos lo ha demostrado con hechos), bien por el presidente por haberse negado a participar en tan extrema y repudiable farsa política (aunque, evidentemente, lo haya hecho tan sólo para “taparle el ojo al macho” y no porque no mantenga una estrecha cercanía con Ortega y los demás tiranos tan extremadamente similares a éste y a sí mismo).