Una mañana sin redes sociales causó casi los mismos estragos que la escasez de papel higiénico al inicio de la pandemia: histeria colectiva. Esas seis horas sin Facebook, Instagram ni WhatsApp nos ofrecieron un respiro de un fenómeno que inició como entretenimiento y terminó esclavizándonos. Nuestra dependencia es tal que muchos no sabían que hacer con el tiempo que usualmente destinan al uso del teléfono móvil y no les quedó más remedio que socializar.
Y para quienes les surge alguna duda, el diccionario de la lengua española define a la histeria como el “Estado pasajero de excitación nerviosa producido a consecuencia de una situación anómala”. Claro que, en algunos casos o personajes -especialmente políticos-, esa efervescencia la vienen padeciendo desde que comenzaron a escuchar sonar “Las golondrinas”.
La resistencia a dejar el poder, aquel que tanto negaron desear, jurando que su único propósito en el servicio público es servir y no servirse, es tal, que: ¡se ve, se siente, el ardor está presente! Sin embargo, en los hechos, como bien dijera alguna vez el presidente López Obrador, terminaron “sirviéndose con la cuchara grande”. Y es que, en esta etapa final de este gobierno “electo por dos años”, como finalmente reconociera Jaime Bonilla, han quedado al descubierto las enormes deficiencias de su gestión.
No es mera casualidad que la futura gobernadora de Baja California señale que la información “no fluye”, particularmente en el tema del servicio de abastecimiento de agua potable. Ese precisamente, que, para el gobierno fugaz de Bonilla, sirvió no de “caja chica” sino de cobros a lo grande.
Algo que sí debemos reconocer a quien será la primera gobernadora del estado número 29, es que ha aglutinado perfiles de distintas ideologías, con ello se muestra plural y, sobre todo, astuta, pues todo parece indicar que quiere dar buenos resultados en su gobierno. Algo que tampoco le agrada al actual gobernador, porque los ciudadanos tendemos a las comparaciones, y, por lo que se puede ver, la futura gobernadora y mamá, tiene en claro por dónde empezar.
Espero que, a diferencia del gobernador fortuito, Marina Ávila no se ponga a “copetear” las encuestas que medirán su popularidad. Esos ejercicios de autoelogio en nada abonan al elogiado, ni a quienes le rodean, mucho menos a quienes observamos desde fuera una realidad que dista mucho de la que ellos han elegido para engañarse.
Lo que debería ser una tersa transición, no sólo por mostrar calidad política sino hasta por ser del mismo partido político, deja al descubierto el carácter colérico, caprichoso y necio de quien nunca debió gobernar. Y antes de que me señale de “chayotero”, de una vez le adelanto al casi exgobernador que yo no cobro por compartir mis reflexiones.
La semana pasada nos referimos al comienzo del gobierno municipal en Tijuana y dejamos pendientes el resto de los ayuntamientos, quienes, por cierto, en su mayoría decidieron servir de alfiles para el que ya se va. Los primeros en apuntarse, además de Tijuana, fueron quienes repiten el cargo: Rosarito y Ensenada.
Lo que no han comprendido, ni tampoco comprenderá el gobernador efímero, ya que su visión obcecada se lo impide, es que, en el ajedrez político, la “reina” es la pieza de valor absoluto.leer
Post scriptum: “Se defiende como gato panza arriba”, dicho popular.
* El autor es doctorando en Derecho Electoral y asociado individual del Instituto Nacional de Administración Pública.
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