Los políticos en México tienen una pésima costumbre. Con el fin de persuadir a la opinión pública sobre la necesidad de una reforma económica, recurren a la falsa promesa que servirá para mantener o bajar los precios de bienes indispensables para la población. Así lo hizo Peña con su reforma energética. Así lo está haciendo López Obrador con su reforma eléctrica.

Se trata de una pésima costumbre para la cultura económica de que las cosas cuestan y los precios fluctúan de acuerdo a la oferta y demanda. Pero es una fantástica táctica política. Demagogia simple y pura. Nada resulta más popular que la sociedad piense que precios como el de la electricidad o las gasolinas van a bajar gracias al gobierno. No. Los precios los determina la oferta y la demanda. En todo caso, un gobierno puede promover más competencia en el mercado para que exista una mayor oferta y los precios bajen.

Seamos claros: todas las cosas cuestan y, por tanto, alguien tiene que pagarlas. Es absolutamente cierta la frase de John Ruskin de que “no existe tal cosa como un almuerzo gratis”.

El gas, la gasolina y la electricidad cuestan. Idealmente, el consumidor tendría que pagar su costo. Pero son precios muy sensibles para el bolsillo de las personas. Por eso, los gobiernos, que buscan el aplauso de la galería, tienen la tentación de controlarlos.

La iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica de AMLO pretende regresarle el monopolio de toda la industria a la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Dice el Presidente que, de esta forma, se mantendrán o bajarán los precios. Falso. Tan falso como cuando Peña argumentó lo mismo para justificar su reforma energética.

Sí es posible que los precios al consumidor se mantengan o bajen, pero porque el gobierno los acabe subsidiando. Me explico. De prosperar la reforma, las plantas generadoras de la CFE tendrán prioridad sobre las privadas en la adquisición y despacho de la energía. La CFE, sin embargo, produce electricidad a un costo mayor que las privadas.

De acuerdo con datos de la Comisión Reguladora de Energía, hoy controlada por el gobierno del presidente López Obrador, el costo promedio de generación de un megavatio por hora es de mil 413 pesos para la Comisión Federal de Electricidad. El promedio de los productores independientes de energía es de mil 112 pesos, 21 por ciento menos que la empresa estatal. Hoy, el despachador de electricidad, la Cenace, incluso puede adquirir energía por medio de subastas de largo plazo que la protegen de la volatilidad de los precios del mercado. El costo promedio de dicho mecanismo es de 401 pesos por megavatio por hora, 72 por ciento que el promedio de la CFE.

Son los números oficiales del gobierno. La CFE genera electricidad a un costo mayor. Si se les va a dar prioridad a sus plantas generadoras, el producto va a costar más. Una de dos. O la CFE se lo trasladará a los consumidores con un precio más alto, o el erario tendrá que subsidiarlas para mantener las tarifas actuales.

A muchos les gustará la idea de que el Estado subsidie la electricidad. “Total, a mí qué me importa”. “Que el gobierno pague el almuerzo”.

Pero, como bien sabemos los mexicanos, eso siempre nos alcanza. El gobierno lo pagamos los contribuyentes y aquí tampoco hay magia alguna. La triste realidad es que nuestro gobierno tiene cada vez más gastos (para pagar pensiones, por ejemplo), pero no más ingresos. Cada año, la Secretaría de Hacienda tiene que hacer malabares para cuadrar el presupuesto. Ahora tendrá otro reto en caso de que prospere la reforma de Andrés Manuel López Obrador y se mantengan los precios de la electricidad: encontrar los recursos para subsidiar las crecientes pérdidas de la CFE.

Hay tres opciones. Una, elevar los impuestos. Dos, endeudarse más. Tres, recortar el gasto en otros rubros. Suerte a la Secretaría de Hacienda en esa faena a partir del año que viene si se aprueba la reforma eléctrica.

No dudo que por ahí encuentren un guardadito que les permita sortear el problema en lo que resta del sexenio. En todo caso, el problema le explotará al siguiente gobierno. Otra típica maniobra irresponsable de nuestros políticos: patear el bote hacia adelante.

Regresar al monopolio público de la generación eléctrica hará más caro el servicio. Y, como no hay almuerzo gratis, subirán las tarifas eléctricas a los consumidores o el gobierno las subsidiará. Directa o indirectamente, la reforma de López Obrador nos costará a los mexicanos. Esa es la verdad, aunque usted no quiera escucharla.

 

Twitter: @leozuckermann

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