Las consultas populares son un sello del gobierno de la autollamada cuarta transformación. Las más significativas parecen ejercicios de simulación donde las decisiones están tomadas con anterioridad y, lejos de obedecer criterios técnicos, han estado supeditadas a sesgos políticos e ideológicos del primer mandatario.
Ahí está, por ejemplo, la consulta en donde se confirmó lo que al Presidente convenía: cancelar el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, que le permitió dar un golpe de autoridad a un costo cuestionable económicamente, aunque rentable para fines políticos. Lo que en el argot de la política se llama «quinazo», a raíz del golpe que la administración de Carlos Salinas propinó al entonces todopoderoso líder del sindicato petrolero, Joaquín Hernández Galicia, alias La Quina. Un acto con gran simbolismo para legitimar el poder y allanar el camino a decisiones subsecuentes. Por cierto, sigo sin saber qué actos de corrupción se han castigado por el NAIM.
O qué decir de la cancelación de la obra de la planta cervecera de Constellation Brands, en Mexicali, que nos demuestra además otro rasgo de las consultas de este tipo: abundan quienes votan para hacer el caldo gordo al gobernante y votan sin leer, no les interesa el trasfondo (al menos eso muestra la evidencia de aquel evento). Influenciados con la narrativa de que la empresa cervecera quitaría el agua a la ciudad, miles de personas aún piensan que la decisión de suspender la obra fue correcta en aras de una noble causa donde, para decirlo en forma por demás simple, un salvador del pueblo los defendió de un atraco. Si uno analiza la boleta oficial de aquel proceso, verá que dice en el anverso (en la opción del «Sí»): «Estoy de acuerdo en que se termine de construir en Mexicali la planta de cerveza de Constellation Brands porque ya han invertido y se crearán empleos, sin afectar el abasto de agua para la población». Como vemos, claramente especifica que no habrá afectación al pueblo. La opción de «No», dice: «…porque no quiero que se use el agua para este tipo de industrias». En ningún momento habla de una potencial carencia.
Por si fuera poco, en el reverso de la boleta se consigna que las autoridades federales y estatales que regulan el agua «coinciden en que la operación de la planta no significa un riesgo presente ni futuro» para el abastecimiento del agua ni para el campo ni para la ciudad. Además, menciona que la empresa se compromete a invertir para no sólo recuperar el agua que usara, sino multiplicarla por cuatro, en beneficio de la ciudad. ¿Cómo interpretaron la consulta quienes votaron por el «No» y buena parte de los seguidores del presidente López Obrador? Que estaban impidiendo un robo del agua al pueblo, cuando no había tal.
El plebiscito que se realizó ayer fue un ejercicio inútil en términos de la idea original de «enjuiciar a expresidentes», pues la pregunta reformulada es de una ambigüedad extraordinaria. La utilidad del ejercicio de hoy radica en su simbolismo. Es un ejercicio exploratorio para observar de qué forma se comporta el tigre (alusión al poder del pueblo). La jornada suma sin duda a la política populista, pretende crear un aura de poder del pueblo: «ustedes decidan», al mejor estilo de Poncio Pilatos.
La consulta popular puede verse también, si así se quiere, como una válvula de escape, un efectivo mecanismo para disipar el descontento popular. Vista desde este ángulo, tampoco es un ejercicio inútil. Estimo improbable alcanzar el porcentaje de participación requerido para hacerla una consulta vinculante, lo cual quiere decir que pasará algo, para que no pase nada.
Es un hecho que López Obrador ha tenido gran habilidad para encarnar (el verbo no puede ser más preciso) el rencor (justificado) que tiene buena parte de la sociedad mexicana por sus anteriores gobiernos. El mejor acto de justicia sería, no una jornada costosa y teatral como la de hoy, sino crear prosperidad y justicia con estrategias de Estado que inyecten confianza a los diversos actores económicos, decisiones que hoy por hoy no se ven.
Un día para evocar la paradoja planteada por Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su novela El Gatopardo: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie». En México le llamamos «atole con el dedo».
@eduardo_caccia