El antiguo dicho: “muerto el rey, ¡viva el rey!”, hace alusión a la tradición europea que dictaba que al morir el rey (o reina), quien era su sucesor asumía inmediatamente las facultades de monarca. La entronización y parafernalia venían después. Aunque este dicho refiere a la monarquía del Viejo Mundo, resulta aplicable a los gobiernos demócratas (en cualquiera de sus grados de efectividad). Además, a pesar de ser remoto, el sentido alegórico de la frase resulta muy actual, aún y cuando, en ciertos casos, a quien le toca despedirse, no quiere irse.
Así, recuerdo a un Vicente Fox que despachó hasta el último segundo de su mandato y se rehusaba a abandonar la -entonces- Residencia Oficial de Los Pinos, dando apenas unos días a Felipe Calderón para mudarse. En las entidades federativas se ha repetido el caso. Luego de un efímero gobierno, Jaime Bonilla parece no darse cuenta de que hace tiempo que inició su cuenta regresiva. Es eso, o prefiere aparentar que, en aproximadamente tres meses, se convertirá en un “rey muerto”.
Llama poderosamente la atención que en la reciente gira de “trabajo” del presidente López Obrador en Sonora, a diferencia de Baja California, allá sí se hizo acompañar por la gobernadora saliente, Claudia Pavlovich (del PRI), y por el próximo mandatario, Alfonso Durazo (de MORENA). Sin embargo, aunque el tres veces candidato presidencial compartió el vuelo con la gobernadora electa de Baja California (de MORENA), a ella no se le vio en los recorridos que el tabasqueño hizo por tierra bajacaliforniana.
¿Será que doña Marina estaba muy ocupada? ¿Será que no fue requerida? ¿Será que el gobernador saliente no quiere “pasar la bola”? Parece que al fugaz gobernador Bonilla (también de MORENA), no le agrada que le quiten el poco protagonismo que le queda. Aclarando que protagonismo no es sinónimo de popularidad.
Tampoco se notan los trabajos de transición, a pesar de que ya ha sido entregada la constancia de mayoría, de que el equipo ya tiene cabeza (y uñas) y la entrega será entre “los mismos”. Tal vez están juntos, pero no revueltos. Es confuso porque quien regresó (y no al Congreso como ya es su hábito sino) a la Secretaría de Educación estatal, también coordinará la transición. ¡´Ta raro pues!
Dicen que una foto vale más que mil palabras, seguramente por eso vimos a los gobernadores posando en un escritorio (que más bien parecía dulcería), ella en primer plano y sonriente, él dejando en claro que aún ocupa la cabecera. Sin embargo, ser la nueva “mandamás” y no ser incluida durante la visita del presidente deja ver mucho más. Las preguntas importantes serían: ¿realmente habrá transición? ¿Qué entregará un gobierno que pasó de noche? ¿A qué deberá dar seguimiento la futura gobernadora si no hubo desarrollo económico, ni infraestructura, salud o deporte?
Hay una regla no escrita entre expresidentes y exgobernadores: llegas con fanfarrias, pero te vas en silencio. La verdad, dudo que el actual gobernador quiera “hacerse el occiso”, después de haber entregado las llaves del negocio. Y es que este gober salió muy “vivo”, aunque, como reza el dicho, a los tres días apeste.
*Post Scriptum:* “Estas que te vas y te vas, y no te has ido”, José Alfredo Jiménez.
* El autor es catedrático, escritor y estratega político.
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