El presidente Andrés Manuel López Obrador ha anunciado tres reformas constitucionales para la segunda mitad de su sexenio. La primera sería para que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) recupere el monopolio de la industria eléctrica del país. La segunda es una reforma que reestructuraría al Instituto Nacional Electoral, bajaría el financiamiento público a los partidos y, quizá lo más importante, eliminaría a los diputados y senadores de representación proporcional, los llamados plurinominales. Finalmente, la tercera, integraría a la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional.
Primero, lo obvio. Después de la elección del seis de junio pasado, el Presidente está más lejos de conseguir reformas constitucionales. Antes tenía la mayoría calificada de dos terceras partes en la Cámara de Diputados con la alianza de Morena, PT, PES y PVEM. En el Senado, a dicha coalición sólo le faltaban cuatro senadores para llegar a esta súper mayoría. Ahora, después de las elecciones intermedias, perdió la mayoría calificada en diputados, por lo que requerirá convencer a más de cincuenta legisladores de la oposición para reformar la Constitución.
Se ve difícil. Mucho más difícil que antes de la elección.
Vamos a decir que el Presidente, entre que seduce a algunos y amedrenta a otros diputados y senadores, logra la mayoría calificada para estas reformas que pretende. Pues sería un gran triunfo del Ejecutivo. Sacaría adelante su agenda legislativa.
Asumamos, ahora, que no logra la aprobación, algo que el mismo presidente López Obrador ha reconocido que podría ocurrir. En los hechos sería una derrota para el gobierno pero, ojo, todo dependería de la narrativa dominante sobre lo ocurrido.
Para empezar, hay que reconocer que los cambios que quiere López Obrador son populares. La gente estaría de acuerdo con restaurar el monopolio de la CFE si esto significaría una baja en las tarifas eléctricas (aunque el Estado tenga que subsidiarlas a través de nuestros impuestos). En cuanto a lo electoral, ya sabemos que a la ciudadanía le fastidia el altísimo financiamiento que reciben los partidos del erario y odia a los legisladores plurinominales. Finalmente, la gran mayoría de los mexicanos adora a las Fuerzas Armadas y no tendría problema alguno en que éstas se encargaran, de una buena vez, de la seguridad pública del país.
El Presidente va a aprovechar estas percepciones. Si efectivamente no logra obtener los votos para aprobar sus reformas, con toda seguridad dirá que él trató de hacer estos cambios por el bien del pueblo, pero que los conservadores se lo impidieron.
De esta forma, aun si perdiera en el Congreso, el Presidente podría ganar en la narrativa de lo sucedido. Por eso digo que esto podría ser una buena jugada política de López Obrador.
Depende, en todo caso, de quién gane la narrativa de aprobar o rechazar las tres reformas.
Aquí se vuelve fundamental que la oposición no sólo se oponga a ellas, sino convenza a la opinión pública de que lo mejor para el país es bloquearlas. Que a los consumidores y/o contribuyentes nos perjudica el regreso del monopolio público de la CFE en la industria eléctrica, que los legisladores plurinominales sirven para corregir la sobrerrepresentación en el Congreso, y que lo mejor para un país es tener policías civiles, no militares.
El problema es que, a diferencia del Ejecutivo, la oposición carece, hoy por hoy, de voces potentes y creíbles que persuadan a la opinión pública. López Obrador, en cambio, tiene un enorme megáfono diario para influir en las percepciones ciudadanas. En este sentido, la lucha comunicativa es asimétrica. El gobierno lleva todas las de ganar.
Bien a bien todavía no sabemos el contenido específico de las tres reformas que quiere el Presidente. La oposición, sin embargo, debe comenzar a diseñar una estrategia de comunicación si es que efectivamente votará en contra de ellas. Requerirán de voceros de peso que salgan a los medios a responder a los argumentos del Presidente a favor de sus iniciativas.
No sólo se trata de votar en contra, sino de argumentar por qué. Habrá que persuadir, persuadir y persuadir. De lo contrario, el ganador será López Obrador, que impondrá su narrativa de una mafia de poder conservadora que miserablemente bloquea los cambios que le convienen al pueblo de México.
Twitter: @leozuckermann