Tomar como referencia lo que sucedió el domingo 6 de junio, es un buen punto de partida, sobre todo cuando se tomaron decisiones con libertad, seguridad y tranquilidad, con una participación social histórica, pero hay mucho más que podemos hacer en el futuro…
No hay ningún fundamento científico que asegure la existencia de segundas (o más) oportunidades a lo largo de la vida. En la mayoría de las ocasiones vivimos bajo el principio de que es conveniente aprovechar el ahora y confiar poco en las posibilidades de que una situación favorable se repita.
Las pérdidas personales, muchas veces sorpresivas, dejan claro que la incertidumbre es una de las pocas constantes que tenemos en el camino. Si ocurre algo como una pandemia que no había aparecido en un siglo, es una realidad que nadie tiene el tiempo comprado.
Sin embargo, ante el avance de la vacunación y la eventual salida de la emergencia hacia a una nueva realidad, podríamos experimentar una extraordinaria segunda oportunidad para organizarnos mejor como ciudadanos y colaborar hacia objetivos comunes.
Tomar como referencia lo que sucedió el domingo es un buen punto de partida, sobre todo cuando se tomaron decisiones con libertad, seguridad y tranquilidad, con una participación social histórica, pero hay mucho más que podemos hacer en el futuro inmediato para habitar en comunidades con mayor equilibrio, justicia, y cooperación.
Paulatinamente estamos regresando a ciertas actividades que eran rutinarias hace un año y medio, aunque la sensación es que no se parecen en nada a lo que dábamos por sentado y los cuidados, la precaución, la higiene, entre otros aspectos, deben continuar.
Y en los centros de trabajo es aún más notorio. Primero, porque no se ha regresado a las oficinas al ciento por ciento y, segundo, muchas empresas y organismos públicos tendrán que mantener esquemas de trabajo en casa para muchos de sus colaboradores.
Ése es un cambio que no podía anticiparse y que bien aprovechado puede traernos beneficios sociales inesperados. Muchas familias han recuperado tiempo de convivencia, otras han tomado decisiones de vida, muchas más se han enfrentado con la falta de espacio y la necesidad de pensar cuidadosamente dónde vivir y en qué condiciones para construir un auténtico hogar.
Luego están los desequilibrios que tenemos como sociedad. Cuando nos preguntamos por qué no resolvemos muchos de los problemas cotidianos, ahora podemos contar con varias respuestas que tienen un denominador común: no hay condiciones de equidad para todas y todos.
La pandemia ha demostrado en el mundo que la desigualdad es el principal reto humano. Quienes eran considerados como contribuyentes básicos de sus sociedades, son en realidad vitales para que podamos persistir. No olvidemos que, a pesar de esta contingencia, millones de personas siguieron en los campos recogiendo los alimentos que llegaron a nuestras mesas sin ninguna pausa.
Lo mismo ocurrió con aquellos que están en las líneas de producción de, digamos, el papel higiénico o los jabones de tocador, los cuales escasearon en algunos episodios de acaparamiento que fueron más noticia que tendencia a nivel internacional. La producción de vacunas, con base en un fenomenal despliegue científico, ha tenido sus obstáculos, pero se ha mantenido estable y avanza a un ritmo que permite negociar en este momento a países y organismos internacionales de salud los términos de donaciones de millones de dosis y esquemas de distribución en el planeta, con la liberación de las patentes incluida.
Creo que nos han dado otra oportunidad o nos la dimos nosotros. Falta todavía mucho terreno por cubrir, lo sé, aunque hay razones para ser optimista (Winston Churchill decía que no tenía mucho sentido ser otra cosa y tenía razón) y apostar a que tendremos mejores escenarios civiles en los próximos años. En el balance, considero que hemos sido una sociedad que ha llegado a acuerdos, incluso tácitos, para atravesar por esta crisis.
¿Podremos crecer socialmente en los siguientes meses y años? ¿Estaremos preparados para una nueva contingencia? Es difícil saberlo y la sola adivinanza es inútil. Lo que sí podemos adoptar es la idea de que estamos aquí y que podemos aprovechar el tiempo para modificar malos comportamientos y hábitos nocivos, a la par de conducirnos con mucha más empatía, solidaridad, cuidado y preocupación por los demás.
De eso se tratan las segundas oportunidades, de contar con un nuevo intento para hacer las cosas bien, ¿cierto?