La llamada Cuarta Transformación ya perdió, en cierto sentido, las elecciones del próximo seis de junio. Todas las encuestas demuestran que, por sí solo, Morena, el partido de López Obrador, no logrará la mayoría absoluta (51%) en la Cámara de Diputados. Para reformar las leyes y aprobar el presupuesto anual dependerá de sus dos aliados: el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM). Eso ya es una derrota porque estamos hablando de partidos que se crearon durante el periodo neoliberal y que siempre han vendido su apoyo al mejor postor. Dos meretrices que llevan décadas medrando de la política. Ésos son los socios de AMLO, de los que dependerá para “purificar” la vida pública.
El Presidente, muy convenientemente, no los nombra cuando critica al régimen pasado. Sí, el PAN, el PRI y el PRD cometieron muchos errores y son, en muchos sentidos, horribles. Pero no superan los horrores del PT y PVEM.
El PT se fundó durante el sexenio de Carlos Salinas con toda la intención de debilitar a la izquierda, que entonces se andaba agrupando en el PRD. El líder fundador del partido, y todavía dirigente nacional, Alberto Anaya, tenía una vieja amistad con el presidente y su hermano Raúl.
Durante años, el PT apoyó al PRI de los tecnócratas neoliberales a pesar de definirse como “de izquierda”. Todo con tal de mantener su registro y seguir recibiendo millones de pesos anuales de financiamiento público.
En 2006, olieron la popularidad de López Obrador y súbitamente se convirtieron en satélites del PRD.
Durante el sexenio de Peña hicieron hasta lo imposible para no perder el registro. Hasta se aliaron con el PAN en algunos estados para competir en contra del PRI. En 2015, el PT no alcanzó el 3% requerido por ley para mantener su registro. El INE, por tanto, declaró su desaparición. Pero el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en una sentencia sin pies ni cabeza, con la clara influencia del gobierno priista, decidió regresarle el registro. La chapuza se hizo por medio de una elección extraordinaria en uno de los 300 distritos electorales federales. El PT, con la ayuda del PRI y el PRD, invirtió un dineral para obtener muchos votos en esta minielección extraordinaria que le permitió salvar su registro.
En 2018, sin embargo, le dieron la espalda al PRI que los había rescatado y, de nuevo, olfateando hacia dónde iban los vientos electorales, apoyaron a López Obrador y su partido, Morena, obteniendo una votación histórica.
Vomitiva historia. Peor la del PVEM.
Estamos hablando de la institución partidista más deleznable del régimen de la transición democrática.
También se fundó durante el sexenio de Salinas, con la bendición presidencial, en el esfuerzo de dividir el voto de izquierda. En 2000, con buen olfato mercantilista, se unieron a la campaña de Fox. Éste, sin embargo, no les quiso dar las secretarías que pedían y rompieron con el gobierno para regresar adonde latía su corazoncito, es decir, al PRI.
Con mucho dinero de las prerrogativas perfeccionaron su estrategia mercantil. En época electoral, fichaban a celebridades como candidatos y contrataban a los mejores profesionales en campañas políticas para diseñar estrategias muy efectivas. Si la gente estaba con el ánimo de matar a los secuestradores, proponían la pena capital para humanos, pero, eso sí, estaban en contra de la muerte de los toros de lidia.
Tramposos y corruptos, pagaron millones de pesos de multas. No les importaba. Lo relevante era ganar escaños en el Congreso para luego venderlos al mejor postor.
El sexenio pasado fueron incondicionales del PRI de Peña. En la elección del 2018 apoyaron la candidatura de José Antonio Meade. Una vez que ganó AMLO, de inmediato se acercaron con Morena para ponerse a sus órdenes. Hoy son sus aliados electorales.
De estas dos meretrices de la política dependerá el futuro del proyecto de la Cuarta Transformación en la próxima legislatura. Serán los verdaderos partidos bisagra que podrán inclinar la balanza hacia el gobierno o la oposición. Como siempre, olerán hacia dónde van los vientos políticos y decidirán a quién ofrecer sus apoyos. Muy probablemente seguirán con López Obrador, pero el costo para el gobierno será altísimo.
El Presidente y sus acólitos se dan baños de pureza moral presumiendo que están tratando de cambiar la manera como se hace política en México. Es un engaño.
Cualquiera que tenga como aliado al Partido del Trabajo y al Verde no puede ufanarse de nada de eso. Vergüenza les debería dar la farra electoral que traen con las peores prostitutas de siempre.
Twitter: @leozuckermann