Como protesta y medida de presión contra el gobierno de los Estados Unidos, miles de migrantes de diferentes nacionalidades decidieron formar el campamento de El Chaparral sobre la línea fronteriza entre México y la unión americana.
Cerca de 700 familias de migrantes recibe a la semana la ciudad de Tijuana. Algunos se instalan en albergues coordinados por organizaciones no gubernamentales o gobierno, mientras que otros duermen en las calles, pero todos tienen el mismo destino: pasar la frontera e ingresar a los Estados Unidos. Un anhelo que aumentó con las promesas del ahora presidente estadounidense Joe Biden cuando en campaña aseguró que detendría las deportaciones. Hoy la realidad es otra y las expulsiones siguen en aumento.
Situación que confunde a los migrantes que llegan a la frontera. Si bien a unos los expulsan después de unas pocas horas de ser detenidos, a otros, le pasa lo mismo, pero luego de hacer toda una vida del lado estadounidense. Emilio tenía 27 años en los Estados Unidos antes de ser deportado hacia México. Su esposa e hijos se quedaron en Texas.
Y paciencia no hay, aunque se imponga la resignación. Tanto Emilio como otras 2.000 personas decidieron no moverse de la entrada que conduce al puente fronterizo de El Chaparral. En carpas improvisadas viven, entre baños portátiles y lavaderos móviles conviven. Las condiciones en medio de malos olores, basura e insectos son deplorables, pero la lucha sigue, dicen los migrantes cuando México, por ejemplo, no es opción para quedarse.
Los migrantes de El Chaparral aseguran que no levantarán el campamento hasta pasar a los Estados Unidos, aunque esta semana se haya pactado un acuerdo entre la alcaldía de Tijuana y la Secretaría de Relaciones Exteriores de México para seguir en conversaciones con el fin de reubicar a los migrantes en albergues federales.
El paso no esencial, es decir para turistas entre Estados Unidos y México ha permanecido cerrado desde el pasado 20 de marzo del año 2020, esto como una medida sanitaria para tratar de evitar contagios con la COVID-19.
Pero la decisión ha golpeado la economía en la zona ante la nula presencia de personas que buscan ingresar a los Estados Unidos caminando o en coche por turismo. Pandemia y migración, dos problemas con los que se debe aprender a convivir en la frontera no solo en el lado mexicano, sino también estadounidense. La mayoría de los clientes que eran atendidos en San Ysidro venían de México viendo, ahora, reducidas sus ventas en más de un 60 por ciento.
El paso no esencial entre Estados Unidos y México continuará restringido, según anunció la cancillería mexicana esta semana, por decisión de su vecino del norte, hasta el próximo 21 de junio ajustando así 15 meses de cierre.