El primer debate presidencial se celebró el 26 de septiembre de 1960 entre el candidato demócrata John F. Kennedy y el candidato republicano Richard Nixon (lo compartiré en mis redes para quien guste verlo). Transcurrieron 34 años para que se llevará a cabo la versión nacional y no solo nos adelantaron en tiempo, sino en la calidad de los debates.

En la elección presidencial de 1994, con un formato acartonado, sin diálogo abierto -aunque sí colmado de indirectas entre los participantes- y ya con la existencia del Instituto Federal Electoral (hoy INE), se efectuó un encuentro entre Diego Fernández del PAN, Ernesto Zedillo del PRI y Cuauhtémoc Cárdenas del PRD (también disponible en www.facebook.com/fruizmx).

Seis años más tarde, el panista -también conocido como “El jefe Diego”-, sostendría un verdadero debate con quien, en aquél entonces, fuera el presidente nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y aspirante a jefe de Gobierno del desaparecido Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador (también lo publicaré). Ese sí fue un ejercicio interesante, un contraste de ideas real y hasta rebatiña. Tal vez por eso AMLO decidió ausentarse de los debates presidenciales en 2006.

Con la llegada del siglo XXI, en México se detonaron una serie de cambios en el sistema democrático y la organización de debates entre aspirantes a cargos de elección popular, más que moda, se convirtió en un deber ante el electorado. Así, las y los candidatos se impusieron a un rígido formato.

La sociedad civil se sumó a estas actividades realizando debates bajo sus propias modalidades, claro está que solo los organizados por la autoridad electoral son a los que las y los candidatos están moralmente obligados a asistir, ya que, por lo menos en Baja California, las sanciones por no participar son mero trámite, por no decir burla.

El claro ejemplo fue en la elección más reciente en el Estado 29, cuando el candidato de MORENA a gobernador se “montó en su macho” y, sin importarle las reglas de la justa democrática, se negó a participar. Ello, más que un mero desdén, fue una clara muestra de lo que hoy es su gobierno: un monólogo matutino, un soliloquio en el que el gobernador sólo escucha el eco de sus palabras.

Su elegida, discípula y “fan número 1”, hoy candidata por la coalición oficialista ya amenazó con seguir sus pasos. Aunque sí asistió al primer debate oficial, tal parece que a la presidente municipal de Mexicali con licencia no le gustó que le cantaran sus verdades, menos después de que el propio gobierno estadounidense declaró al municipio, que hasta hace unas semanas estuvo a su cargo, como un lugar peligroso para quienes allí se paren.

Además de seguir fielmente los pasos de su “padrino”, la exdiputada federal también con licencia (como que no se le da eso de concluir sus encargos), declaró que: “el mejor debate es el que se hace de frente a los ciudadanos, y esto tampoco es debatitis”. ¡Ah caray! Sería bueno que alguien le explique a la candidata que, quienes seguimos los debates, somos ciudadanos que sí le damos la cara a nuestro compromiso democrático.

Post Scriptum. “El terrorismo es siempre maquinación, odio a la ley, miedo al diálogo, es siempre irracionalismo y pánico ante el análisis de los problemas”, Jesús Reyes Heroles (1921-1985).

* El autor es maestro, escritor y consultor político.

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El autor es escritor, catedrático y analista político, Estudió la Maestría en Comunicación Estratégica para Gobiernos y se ha especializado en Comunicación Contemporánea y Marketing Político; Ciencias y Desarrollo Político; Estrategias y Gestión de Campañas Electorales, y Formación Ciudadana Cívico-Electoral, principalmente.

Se ha desempeñado como servidor público federal y municipal así como en el extranjero; docente universitario, analista político y columnista. Es miembro activo de la Agrupación Política de Baja California, de la cual ha sido tesorero, secretario y presidente de la comisión de Educación, a través de la cual editó el cuadernillo cívico “Mi patria es primero”.

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