El investigador Rubén Ramírez Arellano realizó una estancia de investigación en la Universidad de California en Bakersfield, una de las cunas del movimiento chicano, donde estudió los procesos de socialización a partir de la participación política de la comunidad méxico-americana en ese lugar.
“La construcción de comunidades de origen mexicano en California, Estados Unidos, se ha estado reconfigurando en los últimos años por una nueva dinámica social” con la incorporación de migrantes centroamericanos, aseguró el Dr. Rubén Ramírez Arellano, investigador de la Universidad de Guanajuato en León.
Durante su participación en la conferencia mensual Iraís Piñón que organiza el Centro Cultural Tijuana, institución de la Secretaría de Cultura, el antropólogo advirtió que en comunidades del Valle Central de California, una de las zonas agroindustriales más importantes del planeta, en un estado que por sí mismo “es la quinta economía mundial”, se registra un fenómeno de reemplazo de mano de obra.
Refirió que la conformación económica de esta región “tiene que ver con la fuerza de trabajo que en épocas anteriores se exportaba desde México y ahora, en esta fase de reemplazo, con la presencia de trabajadores centroamericanos”.
Esa circunstancia introduce nuevos factores en la dinámica observada en la zona y se inserta en la organización social de los ciudadanos de origen mexicano asentados en el Valle Central californiano y, en particular, con el activismo del Movimiento Estudiantil Chicano de Aztlán, con fuerte presencia en la región, precisó.
Graduado en Etnología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, con estudios de posdoctorado en Antropología en la Universidad Autónoma Metropolitana, Ramírez Arellano ofreció un resumen de un trabajo de campo titulado “El Movimiento Estudiantil Chicano de Aztlán (MEChA), expresión y cultura”, que se propuso indagar sobre los procesos de socialización a partir de la participación política en dos centros educativos del condado de Bakersfield: el Colegio Comunitario y la Universidad Estatal de California en esa ciudad.
El objetivo de su investigación fue demostrar que “existe una cultura política en la población de origen mexicano, en especial entre los estudiantes, y esta cultura se forma a través de un proceso de socialización que construye significados, transmite valores y conocimientos, propone acciones y aporta críticas a la realidad que viven los jóvenes estudiantes”.
En el Movimiento Estudiantil Chicano de Aztlán (MEChA) “convergen jóvenes orgullosos de sus raíces, raciales y culturales, y son invitados a continuar con sus estudios” mediante conferencias, marchas, actividades identitarias y grupos de apoyo, dijo.
Ramírez Arellano puntualizó que MEChA tiene su origen en el movimiento chicano de los años 60 y que alcanzó uno de sus puntos culminantes en 1969, cuando varias organizaciones de estudiantes de origen mexicano se reunieron en la Universidad de California en Santa Bárbara para, en primer lugar, identificar a las poblaciones de origen mexicano y reconocerse entre sí”, sostuvo el investigador.
Precisó que MEChA tiene como objetivo reproducir valores de origen mexicano que se transmiten en pequeñas reuniones” donde se invita a la población estudiantil a que continúe su educación superior.
“Se busca que los chicanos tengan una identidad afirmativa con orgullo y una cultura digna que no se aparte de las raíces mexicanas”, afirmó el académico al señalar que estas acciones apuntan al mismo tiempo a combatir la estigmatización de la cultura mexicana en el seno de la sociedad estadounidense.
Subrayó también la importancia del “desafío simbólico” que plantean estos estudiantes, “porque aún hoy el sistema educativo no se distingue por admitir a la población mexicana, pues lo que interesa es que esté en los campos [de cultivo] y no en las escuelas”.
Tras resaltar los orígenes históricos del movimiento estudiantil chicano, que no solo reforzó la identidad de los méxico-americanos, sino que contribuyó a sensibilizarlos sobre sus derechos civiles, Ramírez Arellano advirtió que a partir de 2006 se reactivó tras la formulación de propuestas restrictivas planteadas por un concejal de Bakersfield que “estaba pidiendo que el idioma oficial fuera el inglés, que se eliminaran servicios públicos a migrantes e impedir que fuera declarada ciudad santuario”, lo que ha dado continuidad a las dinámicas sociales surgidas a partir de la participación política hasta el día de hoy.
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