En 2010 después de una cena con mucho vino celebrando el fin del año, surgió la broma de aceptar la candidatura a gobernador del PRD en Chihuahua solo para ver la cara que ponían los pendejos de siempre. No contaré aquí toda mi travesura que incluyó salir a comprar votos, un voto por un mazapán. Me fue muy bien, fue una actividad exitosa.
El PRI de Duarte se preocupó porque mi candidatura podía costarles el triunfo. El PRD era una fuerza muy menor en un estado casi bi partidista y mi candidatura podía arrancarle unos cuantos porcentajes y con eso ganaba el PAN. Que ironía que una borrachera me convirtiera, sin desearlo, en king maker, o sea que mi actividad política podía definir quién sería el gobernador. La opción era atractiva.
Yo no era miembro del PRD aunque simpatizaba con la corriente izquierdista del partido, la que disminuía cada día que pasaba afectada por la lucha de las tribus y el deterioro moral del partido; ya en ese momento los Chuchos, que venían del corrupto PST, se habían apoderado del partido.
¿Por qué me insistían que aceptara la candidatura?, me ofrecieron candidatyra “de unidad” y hasta aceptaron mi condición de que el dinero de la campaña lo manejaría yo con la firma mancomunada del presidente del partido en Juárez, soltaban el negocio de los de siempre. La respuesta era fácil: prerrogativas.
Si yo lograba elevar el voto del PRD al 10%, los burócratas del partido gozarían de una enorme cantidad de dinero por lo menos por 3 años. La historia ya se la saben, el PRD de siempre consiguió el 1.99%, el PRI 55.5%, el PAN 39.1%; yo me fui a California, Duarte está encarcelado esperando lo extraditen de Estados Unidos para responder a las acusaciones por corrupción. Duarte es parte de la generación eminente de las mochadas, estafas maestras, depredación mayor. De aquellos manejos de dinero, la candidata del PAN a la gubernatura está batallando legalmente y un candidato por Juárez enfrenta un juicio de procedencia para retirarle el fuero.
¿Me hacía mejor o peor si hubiera aceptado la nominación frente a los políticos de siempre, que a la luz del vino califique muy bajo, o de un actor chihuahuense destacado como Joaquín Cosío?
¿Qué hace mejor o peor a las 20 celebridades que han aceptado candidaturas para el 2021?
Entre los miles de candidatos que están buscando una posición política, la critica, ácida e incorrecta, se ha enfocado contra actrices, deportistas (incluidos 2 luchadores), cantantes y hasta una ex reina de belleza. Se supone que una cantante demuestra que tan bajo ha caído la política.
Hay que explicar la adoración social hacia el brillo de las celebridades y la inclinación a tomarlos como modelo a seguir. Tvnotas reporta tener 43,333,752 de impactos mensuales, mientras que los principales periódicos reportan tirajes diarios de: Esto 350,000, La prensa 270,000, Excelsior 200,000, El Universal 170,356, El financiero 135,000, Ovaciones 130,000, Reforma, 126,000, La Jornada 106,471. 10,500,000 del que más tira que no implica que se vendan o lean todos, contra 43 millones del pasquín de las celebridades.
Esas celebridades candidatas son personas de éxito, todas han batallado para destacar en lo suyo y esas actividades son muy competitivas. ¿Será correcto exigirle a las celebridades que le suban el nivel a la política?
Es injusto e incorrecto asumir que un futbolista será peor legislador que un líder de colonia, o burócrata de partido. El diputado promedio es ignorante, no sabe cuántos artículos tiene la constitución y desconoce el proceso legislativo, para ayudarles hay una burocracia en el poder legislativo que conoce los manejos y administración legislativa y hay grupos de asesores que colaboran para estudiar y elaborar leyes (esto por cierto es un manejo estándar en los poderes legislativos en el mundo).
Se sostiene que las celebridades son proclives a faltar. ¿Por qué asumir que una cantante faltará más que un politicastro como el niño verde que rara vez se aparece en el congreso, o que se tomará con menos seriedad el trabajo que un líder sindical, o un empresario?
En el principio de representación política no existe ningún elemento que justifique eliminar a una ocupación, sea actriz, comentarista de noticias o luchador, hacerlo es anti democrático. Ya un tonto reclamó que los luchadores no se anuncien enmascarados, como si eso resumiera el debate. En un país desigual atenta contra la democracia tratar de limitar a los representantes porque eso limita a los representados.
Más allá de mi defensa de los derechos políticos de las celebridades, no olvidemos seguir el dinero. Esos candidatos seguramente no ganaran, pero le ayudarán a sus partidos a asegurar enormes financiamientos para que sobrevivan sus burocracias, y en algunos casos tal vez a que sobreviva el partido y no pierdan el registro.
La solución no es limitar derechos, sino desmonetizar la política electoral mexicana.