Para los expertos en salud pública, Armelle Pérez-Cortés Villalobos y Alejandro Macías Hernández, la lección principal del incremento en las cifras de contagios y decesos por la COVID-19 que se están reportando los últimos meses, es reconocer que estamos en una situación crítica, que nos falta mucho por saber sobre la pandemia y aceptar la realidad. “Tenemos que renunciar a la vida que conocemos y evitar las reuniones sociales si queremos aminorar los contagios”.
De cara a las celebraciones de Navidad y de fin de año, los especialistas invitaron a la población a reflexionar sobre la importancia de cuidarse a uno mismo y a la familia y a ser prudentes con las decisiones para evitar riesgos innecesarios. “Los sistemas de salud públicos y privados están llenos, el personal médico agotado y nadie quiere estar en la situación de sufrir el dolor de perder a un familiar en medio de una situación así, en la que no se pueda hacer ni el funeral. Hacerse una prueba antes de asistir a reuniones y salir negativo no garantiza que no haya contagios”, advirtieron.
Más aún, “utilizar las pruebas de PCR para tomar decisiones acerca de si viajas, si te movilizas o si te reúnes con personas es algo que no está estudiado, no hay ninguna evidencia científica que nos diga que sea seguro hacer eso”, acotó la doctora Pérez-Cortés, quien labora como infectóloga y attending en el Hospital General de Toronto, en Canadá.
Ambos expertos coincidieron en señalar que la eficacia de la prueba PCR (hisopado en la nariz que se procesa en un laboratorio y detecta fragmentos del material genético del virus) no es una muestra perfecta. “Los falsos negativos son alrededor del 20 y 30 por ciento, no es una prueba de sensibilidad de 100 por ciento”.
Los doctores compararon algunas acciones entre México y Canadá durante la emergencia sanitaria. Macías Hernández explicó que en algunos lugares del territorio mexicano, para que la gente pueda volver a su trabajo le piden una prueba de PCR con resultado negativo, motivo por el que se realizan varias pruebas.
“Aquí (en Canadá) no se repite la prueba nunca, la salud es controlada por el gobierno no es de que puedas hacerte la prueba si tú quieres, alguien la tiene que autorizar, no se la hacemos absolutamente a nadie que tuvo COVID-19, después de diez días de no estar asintomático o febril, puede regresar a trabajar”, explicó Pérez-Cortés.
También, dijo la especialista, hay un control estricto sobre las reuniones sociales “están fuera de cuestión porque te multan si encuentran a alguien que está en una casa en la que no está registrado que vive”.
El sistema de salud canadiense se ha enfocado en el manejo ambulatorio de pacientes para evitar la saturación hospitalaria, se tiene una base de datos de los casos activos y se les da seguimiento continuo. Incluso, se lleva a los médicos a los asilos o a las casas de cuidados crónicos, lugares con 80 por ciento de mortalidad entre los residentes.
Por su parte, el doctor Macías Hernández, integrante de la Comisión Universitaria para la Atención de la Emergencia del Coronavirus de la UNAM, insistió en la necesidad de que la gente tenga un oxímetro en casa. “Si tú como enfermo o como potencial enfermo que somos todos, estás preparado y cuando empieces con fiebre, tos, y dolor de garganta revisas tu saturación de oxígeno y está marcando arriba de 92-93, en general puedes estar tranquilo de que no te vas a complicar de un momento a otro y de que en ese momento no necesitas todo un coctel de medicamentos”.
La doctora Armelle Pérez-Cortés dijo que en Ontario existe un órgano regulatorio que supervisa la práctica de la medicina y advirtió a sus agremiados que recetar medicamentos como: ivermectina, azitromicina, dexametasona o hidroxicloroquina para tratar el COVID-19 está prohibido y se corre el riesgo de perder la licencia profesional.
En México, “la gente cae en un sentimiento de falsa seguridad por estar medicándose y muchas veces no se dan cuenta de su necesidad de oxígeno, sufren lo que se llama ´hipoxemia feliz´ —pacientes infectados con niveles de oxígeno en sangre extraordinariamente bajos que pueden realizar actividades como desplazarse y mantener conversaciones—. Cuando llegan al hospital, después de cinco días sin oxígeno ya van coagulados y no hay manera de sacarlos. Además no tenemos regulación médica y puedes recetar lo que tú quieras y eso hace que se pierda mucho tiempo”, advirtió Macías Hernández.
Canadá sí logró aplanar la curva, “hubo un punto en la pandemia en que tuvimos 20 casos al día en una población de 4 millones de habitantes en la provincia, conocimos esa sensación de vivir sin COVID19, y vimos como las reuniones, el reabrir los bares, los antros, los clubes nocturnos, muchas actividades sociales como las bodas y el no saber renunciar a todo eso, nos puso en este momento y brincamos de tener 20 al día a tener 20 mil o 2 mil casos”.
“Para nosotros quedó muy claro que pasar de estar en un mundo sin COVID-19, poder reactivar toda la actividad económica y social y volver a cerrar todo otra vez por nuestras decisiones imprudentes fue algo muy fuerte”, indicó la especialista.
Los especialistas exhortaron a la población a no resignarse a la idea de que “a todos nos va a dar, es que mejor hago reuniones y paso Navidad con mi familia porque de todas maneras nos vamos a acabar enfermando”.
Llamaron a retomar la cordura, “el gobierno, tiene su función y hay que exigirle, pero de nuestro lado la transmisión sí se puede controlar con todas las medidas precautorias; sana distancia, lavado frecuente de manos, uso de cubrebocas en toda circunstancia pública, ventilar los espacios cerrados, evitar las aglomeraciones. En tanto no haya una vacuna hay que evitar enfermarse porque no es solo sentirse muy enfermo una semana, te puedes quedar con síntomas que pueden limitar tus actividades durante meses”.
Finalmente, sobre el cubrebocas los especialistas dijeron que su uso permite reducir el riesgo de inhalar partículas del virus o que sea en una cantidad menor y tener un cuadro más controlable, también va a impedir los contagios de enfermedades respiratorias propias de la época invernal como la influenza u otras epidemias como el sarampión y la lepra, de las que hay casos activos en México.