De las múltiples facetas de una personalidad poliédrica, propia de un intelectual del talante de Víctor Flores Olea (1932-2020), el Centro Cultural Tijuana, organismo de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, atestiguó de forma directa dos: como funcionario público y como creador artístico.
Escritor, maestro y directivo universitario, funcionario público de alto nivel, diplomático, representante ante organismos multilaterales, fotógrafo cosmopolita, Flores Olea, fallecido el pasado 22 de noviembre, fue el primer presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), antecedente inmediato de la hoy Secretaría de Cultura.
En su condición de titular de Conaculta, Flores Olea acudió por primera vez al Cecut para inaugurar el 4 de mayo de 1990 la Librería del Fondo de Cultura Económica en el vestíbulo del edificio principal de la institución.
Allí funcionó a lo largo de los siguientes 20 años hasta que fue trasladada en 2011, ya como Librería Educal, al vestíbulo de la galería El Cubo, donde permaneció hasta mayo de 2019, cuando se mudó a su emplazamiento actual: el vestíbulo del Domo IMAX; de hecho, se convirtió en la primera librería de la Red Educal-Fondo de Cultura Económica, luego de la fusión de ambas instancias federales.
La siguiente vez que el Cecut recibió a Flores Olea fue como artista para presentar su exposición fotográfica “Huellas de Sol”, inaugurada el 21 de agosto de 1992.
“‘Huellas de Sol’ es una muestra fotográfica que consta de 67 piezas, en las que se pueden apreciar diferentes matices de un mismo entorno común, desde las mágicas reminiscencias históricas de Campeche y Yucatán, hasta los arenosos y envolventes rincones de Guerrero y Oaxaca, así como los alegres rostros de Georgetown, Guyana o Veracruz”, señala el texto de presentación de las imágenes de Flores Olea.
Y añade: “En esta exposición, el artista nos transporta a diferentes paisajes costeros de nuestro país y otras partes del mundo, logrando capturar la atmósfera mágica que huele a mar y en donde la piel tostada por el sol tiene un gusto permanente a sal”.
En su trayectoria como fotógrafo destaca la exposición individual de 180 imágenes que presentó en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México en 1977, mientras que a partir de 1982 participó en muestras colectivas en varios países del mundo; su obra fotográfica ha sido publicada en “Los encuentros” (1984), “Los trabajos y los días” (1987), “Huellas del Sol” (1992) y varios libros más.
De la vocación por la imagen de Flores Olea y su cosmopolitismo existen múltiples testimonios de amigos y colegas del escritor y diplomático; Porfirio Muñoz Ledo señala en su Réquiem, por ejemplo: “Lo acompañé en sus caminatas como fotógrafo por las calles y plazas de Nueva York. Descubrí en su técnica y perseverancia implacables de Víctor el testimonio gráfico de sus cualidades y fantasías”, mientras que la escritora y periodista Vilma Fuentes rememora que “durante su estancia en París [a inicios de los años 80], Víctor se inició en su afición a la fotografía, pronto transformada en la pasión que llevó sus fotos al nivel de un verdadero arte”.
Vilma Fuentes recuerda también un viaje a Venecia para asistir al Carnaval, del que se publicaron magníficas instantáneas en el libro de Flores Olea “Los Encuentros”, editado por el Fondo de Cultura Económica en la colección Ríos de Luz que dirigió Pablo Ortiz Monasterio.
Espléndidamente impreso, el volumen tamaño carta, lo que facilita la apreciación de las fotos, contiene un texto de presentación titulado “El laberinto de la imagen” escrito por Carlos Fuentes, amigo y compañero de generación de Flores Olea en la Escuela de Derecho de la UNAM y en la revista “Medio siglo”, según rememora el autor de “La región más transparente”.
Dividido en cinco capítulos, el libro de Flores Olea refleja la personalidad cosmopolita del autor, facilitada por su desempeño diplomático, quien muestra sus fotografías según las ciudades en que las capturó: París (1981-1982), Venecia (1983-1984), que recoge las imágenes del viaje mencionado líneas arriba, Encuentros (1980-1984), India (1983) y México (1980-1984).
En la sección que da título al libro, “Encuentros”, hay una fotografía que por estar emparentada iconográficamente con otra imagen muy famosa llama la atención y de la cual Vilma Fuentes ha contado su origen: “Después de un largo rato de pie junto a la ventilación subterránea del Metro [de París], esperando ver las faldas de una mujer levantadas por el viento, decidí caminar yo misma sobre el enrejado del piso. Víctor captó la imagen de la falda elevada como una corola en lo alto de los muslos y el brazo en su cabeza para evitar el vuelo del sombrero”.
La imagen remite de inmediato a la icónica foto de Marilyn Monroe parada sobre las rejillas de ventilación del metro neoyorkino y tras la revelación de la escritora ahora se sabe quién es la dama cuyas piernas quedan al descubierto por el traicionero soplido del viento que levanta sus faldas.
La materialización de la vocación artística de Víctor Flores Olea quedó plasmada en esas y muchas otras imágenes del fotógrafo-diplomático-escritor y funcionario, como aquellas que atestiguó el público de esta frontera en la exposición “Huellas de Sol” montada hace casi 30 años en el Centro Cultural Tijuana.
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