Ganar una contienda –sea bélica, política, académica o del orden que se nos ocurra- con un saldo mayor de pérdidas que las que sufrió el vencido, suele calificarse como un triunfo pírrico. ¿Cuántos de los juzgadores, escritores y oradores, saben desde cuando se acuñó este concepto? Ocurrió unas centenas de años antes de Cristo en un reino denominado Epiro [1], donde convivían tres tribus –molosos, dólopes y máracos-, predominando los primeros en el siglo VI antes de Cristo. Con todo y el logro de haber configurado una federación y de haber aprovechado su cercanía con Grecia, tanto para la educación de las nuevas generaciones como para asimilar las cualidades de la cultura helénica, el rey Taripo, educado en su juventud en Atenas, reorganizó este reino proponiendo nuevas leyes, organizando el Senado y procurando magistrados afines que le reeligieran anualmente. ¿Alguna similitud, con presidentes latinoamericanos de la modernidad, varios de los cuales siguen controlando el poder?
Aun cuando en sus orígenes los gobernantes de Epiro procuraron no involucrarse en los asuntos griegos y con una clara influencia helénica, ya para los inicios del siglo IV -y a partir de las limitaciones político regionales que los constreñía a no poder ser reyes absolutos como en Macedonia- es la habilidad de manipulación y los resabios de las frustraciones vivenciales, de Pirro, que finalmente llega al trono. Su padre Eácidas fue destronado con todo y su egolatría, por asegurar ser descendiente de Aquiles, debiendo toda la familia- con un primogénito que desde los dos años se asumía como rey heredero- permanecer una década en otra corte, la de los talantinos, que finalmente mandan a Epiro a recuperar el trono cuando su tío muere. Entre diversas cualidades difusas -desde general, héroe, descendiente de reyes- en apenas 5 años pierde el trono logrado, y es entonces que se casa con una sobrina de su protector –al parecer por cuestiones más políticas que del corazón- y así a la muerte de Alejandro Magno y con la división del imperio que hacen sus generales -323 A de C.- Pirro, al luchar en el mismo bando de su cuñado Demetrio, sigue tejiendo sus redes de complicidad, sobre todo por su tendencia de hostigar a vencedor, a grado tal que le respetan la vida pero le dejan como rehén de Ptolomeo I. ¿Conocemos personas del siglo XX y XXI, que saben mezclar sus frustraciones, traiciones y megalomanía para lograr a fin de cuentas el triunfo?
Aguantando vara Pirro, se casa con Antígona –hijastra de Ptolomeo-, quien financia el golpe de estado que le permite recuperar el trono de Epiro. Aquí permaneció hasta su muerte con una obsesión: anexarse Macedonia, un reino históricamente aliado, aunque a final del día embarcado en disputas por diversas cuestiones con uno de los hermanos. Es curioso como las diferencias entre dos primos, -alejando Magno sobrino de Filipo II de macedonia, y Pirro descendiente de Alejandro Moloso de Epiro- fueron factor fundamental en la vida política de las ciudades y reinos de aquellas épocas. ¿Será esta experiencia la que al pasar del tiempo hace llegar a la normatividad constitucional las prevenciones que procuran evitar el nepotismo en los gobiernos?
La expansión de Roma era inevitable, algunas de las campañas como la del adriático y las diversas del sur de Italia, tuvieron ciertas pausas con el apoyo de tratados diversos de paz y amistad, algunos de ellos incumplidos justamente por Pirro con su tendencia a implantar su soberanía personal sobre las ciudades que habían quedado bajo su protección, lo cual al paso del tiempo fue dando el entorno idóneo para que por igual griegos que romanos formaran coaliciones a fin de levantar sitios –como el de Siracusa- que veían en él un poderoso a quien adherirse
Cartago y otras, temporalmente le reconocieron y respetaron sus posesiones. En Sicilia inició la construcción de astilleros -siendo su reino lejano, tenía que garantizar por mar su posición sobre todo en la guerra de liberase del “yugo de macedonia[2] – y si bien sus logros a principio eran reconocidos en el ámbito internacional sus errores por gobernar en el ámbito interno como un rey absoluto sin respetar las asambleas ciudadanas y respaldar los abuso con el establecimiento de leyes a su antojo, fueron minando su poder a grado tal que se inició una masa objetiva de opositores, que finalmente y luego de que varias ciudades sicilianas, lograron acuerdo con Cartago, le derrotaron en Benevento. Al verse vencido regresó a su reino en Epiro, dejando una pequeña guarnición en Tarento. ¿Cuantas, de las rectificaciones de gobernantes autoritarios, son en realidad un arrepentimiento frente a tácticas de hipocresías sólo para ganar tiempo? Este hombre acostumbrado a la guerra desde los dos años, siguió su lucha contra Macedonia, incapaz de auto-analizarse y vislumbrar que en e año 272 A.de.C, y luego de una muerte azarosa, pues sin pena ni gloria, los pueblos que aún estaban, bajo su influencia decidieron entregarse a Roma. ¿La integridad promovida en diversos textos bíblicos, es en realidad una virtud de los pueblos sabios o Zafios? A final de la historia, una persona rodeada por igual de buenos y leales soldados que de mercenarios –costosos y difíciles de someter- a quien las masas admiraban por sus hazañas, aunque después de sus triunfos perdiera lo ganado por sus ambiciones –a las cuales llamaba esperanzas- y aun por la ausencia de lealtad con sus aliados a quienes mataba o escarnizaba, y sobre todo por la codicia de lo que aún no tenía, no logró trascender como se auto-concebía. Pirro quien después de una victoria en la que perdió miles de sus seguidores, declaró: Otra victoria como esta y regresaré solo a mi reino.
[2] Mommsen, Theodor, Historia de Roma, vol. I, «Gobierno de Pirro en Sicilia. Vuelta del Rey a Italia».