Corría el año de 1880, era invierno había llovido mucho allá en la Sierra de Juárez y eso la Laguna Hanson taraceada de nácar y turquesa, estaba llena de truchas, en el pleno albor de la madrugada, el antílope, el venado, el borrego cimarrón y los potros salvajes bebían agua en ese vaso de cristal.
Desde regiones árticas habían llegado ya el pato silvestre y el ganso a comer apio y arroz, la laguna circundada de pinos altísimos, era espejo de pájaros y flores, el graznido de inmensos y blancos cisnes de pico amarillo y negro, era un canto agradable parecido a los agudos tonos del violín, sucedía cada invierno en bandadas considerables, los cisnes cantores se contoneaban nadando ajenos a la codicia del hombre, aquella madrugada a dos luces la gente del campo empezó a mostrarse inquieta, murmurábase por allí que la noche anterior, el ganado había saltado las trancas del corral y que remontándose los alazanes a la sierra se desbocaban y caían al abismo, los peones supersticiosos se hacían cruces y con los ojos expresaban incertidumbre. Cuando un toro y un potro huyen en pareja algo malo sucede, decían unos, a donde se ha metido Hanson, el noruego, desde ayer nadie lo ha visto, ni siquiera apago la caldera de leña, el humo ya negrea, desde 1872 que descubrió esta laguna y le dio su nombre, nunca ha dejado de darles la bienvenida a los cisnes cantores, otro campesino viejo añadió, algo grave ocurre, Hanson nunca deja de subir hasta la cresta de la montaña cuando el águila calva vuela voraz, para echarse sobre las blancas plumas, la caldera seguía ardiendo echando humo y más humo, de improviso el norteamericano míster Harvey, apareció en escena, venía sonriente, ahora no se mostraba déspota con los peones, les regala azúcar blanca para el café, les anunciaba jubiloso que cuatro veces al año tendrían fandango y jaripeo, que matarían borregos para sazonarlos en barbacoa, ante el asombro de la peonada, el estadounidense abrió baúles y les repartió ropa y huaraches, la gente por el gusto de estrenar, no advertía que el humo de la caldera esparcía un extraño humo. Pasaron varias semanas, nadie preocupábase ya por Hanson, Harvey su socio también lo daba ya por muerto allá en los escondrijos, donde los gambusinos mataban movidos por la codicia y el oro.
Pero una tarde la gente vio que cuatro policías amarraron a Harvey, lo montaron a caballo y con la boca tapada lo llevaron al puerto de Ensenada, había sido acusado de asesinato y robo. El testigo de cargo mostró varios huesos de Hanson que en la caldera humeante no llegaron a incinerar, pero con todo esto y las pruebas el acusado solamente estuvo en la cárcel dos meses, era demasiado rico para no poder comprar su libertad, y fue así como el asesino con varios millones de dólares en los bancos de su patria, regresó a la misma para figurar allá entre los magnates de la industria.
En Baja california el recuerdo de Hanson sigue palpitante, pues cuando en época de lluvias alguien contempla la bella laguna que fue baño de cisnes y puede comprobar horrorizado la criminal tala del bosque de la Sierra de Juárez, no puede menos que exclamar .- ¡en aquellos tiempo de Hanson, había en la región más de 16 millones de pinos gigantescos!.
Hanson, era un enamorado de este bosque, fue el único extranjero que despreciando los yacimientos auríferos de Baja California, se contentó con amar intensamente el paisaje bucólico, soñador y romántico, en 1872 a sus 24 años de edad, al descubrir el remanso de aguas tranquilas, sentó sus reales en los alrededores de esa laguna que hoy lleva su nombre, allí dialogaba con los trinos, con el viento, allí sonrió a la tierra que le ofrecía trigo, maíz, remolacha y tierras prósperas para criar ganado; mientras todo el mundo tenía puesto los ojos en las minas de oro del entonces partido norte.
(Extracto del libro: Baja California, Tradicional y Panorámica de María Luisa Melo de Rémes.).
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Así la historia…
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Fotografías, investigación, texto y video: Moisés Fco. López Smith