Algunos críticos del gobierno han aplaudido la reforma de pensiones propuesta por López Obrador y el CCE porque a pesar de sus defectos, tiene el mérito de existir. Asimismo, algunos partidarios de la 4T encuentran virtudes en distintas actuaciones del régimen porque tienen éxito.
El error de los primeros consiste en hacer caso omiso de los costos de la reforma, en primer lugar (Santiago Levy ha escrito una magnifica nota al respecto), y en segundo lugar en no tomar en cuenta que para este tipo de asuntos, sólo alcanza el tiempo y el capital político para un tiro: no más. Sería el costo de oportunidad. El error de los segundos radica en despreciar los costos de los supuestos éxitos presidenciales, y pensar que son gratis: ganancia pura. Quiero centrarme en estos segundos, porque las consecuencias de sus errores superan a las de los primeros, que además, rápidamente se pueden corregir.
Tomemos dos ejemplos. Muchos simpatizantes del régimen han subrayado la faena del presidente al torear a las Fuerzas Armadas. Siendo que alguien que las había criticado tanto por su pasado lejano obscuro (Tlatelolco, Guerra sucia, Chiapas) y por su pasado cercano sangriento (la guerra del narco, violaciones a derechos humanos) ahora tiene al Ejército y hasta a la Marina comiendo de su mano. Lo ha hecho encomendándoles tareas atractivas, desde todos los puntos de vista: recursos, prestigio, novedad, capacitación adicional.
Ilustración: Ricardo Figueora
Van desde el aeropuerto de Santa Lucía hasta las aduanas y los puertos, pasando por el Tren Maya, las sucursales bancarias, el reparto de fertilizantes, medicamentos y libros de texto, la creación de la Guardia Nacional y la cacería de migrantes centroamericanos en ambas fronteras. Todo esto además de seguir librando una guerra lite contra el narco, con decomisos, quemas de sembradíos, capturas en alta mar, etc. Se saltó una generación en el nombramiento de los principales funcionarios de la SEDENA, quizás provocó disgustos entre los generales en retiro, desapareció al Estado Mayor Presidencial, pero en su conjunto, las fuerzas armadas apoyan como nunca al régimen. Un gran logro.
Ahora los costos. La cobija, la formación y la experiencia ya adquirida no alcanzan. Hasta donde se sabe, el número total de efectivos de SEDENA, SEMAR y GN no es sensiblemente mayor al de las dos primeras más la Policía Federal de Peña Nieto. Su capacidad de construcción de aeropuertos, bancos y trenes es limitada. No hay manera de hacer todo eso bien, y además lo que se hacía antes. En segundo lugar, los peligros de contagio por el virus de la corrupción son grandes y conocidos. No porque antes no hubiera corrupción dentro del aparato de seguridad, pero con mayores oportunidades, mayores tentaciones. Y por último, militarizar un número creciente de actividades del Estado, en teoría porque no hay nadie más, no puede ser benéfico para el país. ¿Un gran logro, o un gran costo?
Un segundo caso reside en la relación con los empresarios. Quienes respaldan a la 4T sostienen, con algo de razón, que AMLO ha podido forjar una adecuada relación personal con ellos, contra viento y marea. Los invita a tomar café, a cenar y comprar boletos de la Lotería, a la Casa Blanca, a apoyar la educación a distancia, y ninguno rezonga. A pesar de políticas públicas y de una retórica no necesariamente bien vistas por el sector de negocios, la relación personal, o como dicen los mismos empresarios, los puentes, no se han roto. Y es cierto. Es un logro.
Pero también hay un costo. Los empresarios detestan al régimen. No invierten. Es su derecho. Pero López Obrador no ha podido transformar una buena relación personal en una sana relación económica-financiera. Sobre todo, no ha educado a la sociedad mexicana sobre el tipo de papel que le gustaría que desempeñara el sector privado en el país. ¿Vanguardia? ¿Complemento del Estado? ¿Primus inter pares? Cuando ataca o critica al empresariado, parece que son “enemigos del pueblo”. Cuando se entrevista con ellos, o los lleva en el equivalente del echeverrista “avión de redilas” a Washington, son personas decentes. Cuando no pagan impuestos, o no invierten, o son cómplices de la corrupción. ¿Qué debe entender la sociedad mexicana? ¿O conviene ver su incomprensión y confusión como un costo del “logro” de la 4T? La contabilidad de doble partida, desde hace algunos siglos, incluye por definición activos y pasivos. Los partidarios ilustrados de la 4T (los hay) no debieran olvidarlo.