Debo admitir que la imagen seria y el estilo ejecutivo del alcalde le abonan mucho al Ayuntamiento de Tijuana. La forma práctica de escuchar y la parquedad en sus respuestas, me agrada. Va al punto, no pierde el tiempo y desde el inicio dice si puede o no resolver.
Por lo mismo, no se puede entender que una persona hábil como él, se asesore con funcionarios que, en lugar de auxiliarle en mejorar su desempeño como primer edil, se empecinen en proyectar un gobierno anodino y demagogo. No me extraña de quienes le aconsejan, me extraña que, siendo tan pragmático, los escuche.
Por ejemplo, ¿quién demonios le sugirió al presidente municipal comprar una réplica de la Campana de Dolores en plena pandemia? Quienes me conocen, saben de mi afecto por las expresiones patrióticas, sin embargo, gobernar amerita de resultados para todos, no de gustos personales. Un espectáculo de drones y comprar espacios en la prensa para arrancar una pre-precampaña electoral no son acciones prioritarias en este momento.
Dentro de tres meses, poco más, poco menos, nuestros hogares resentirán un mayor impacto de los estragos de la pandemia y el limitado conocimiento presidencial sobre el adecuado manejo de la economía. Por tanto, urge evitar el endeudamiento, aumentar las reservas y diseñar las mejores estrategias para salir del bache pronto.
Es momento de ahorrar y ejercer productivamente los recursos, nuestro bolsillo ya se ha visto mermado y vive constante amenazado. Sin embargo, por el contrario, el gobierno municipal decidió gastar $ 1´140,393.20 pesos para el exclusivo festejo del 131º aniversario de Tijuana, del cual disfrutaron menos de 100 de personas.
Quitar la puerta de Presidencia o retirar las cortinas de metal no es gobernar, eso es dar espectáculo. Reubicar al exdirector del IMJUV que fue despedido por hacer uso de casi dos millones de pesos sin autorización del Cabildo, es contubernio. Un director de Obras Públicas celebrando una fiesta fifí en plena crisis, es incongruencia. Un secretario de Seguridad sin resultados visibles es una aberración. Mientras, continúa el caos vial, la circulación de vehículos irregulares, las reparaciones en hora pico y la obsesión por pintar todo de guinda. En síntesis: no hay seguridad, no hay orden, no hay eficiencia en el transporte público. Ahora sí que, como dicen Los Cadetes: Aquí no hay novedad.
Sobrará quien “defienda” estas decisiones acusando a los gobiernos anteriores de también haberlo hecho, pero ¿qué se supone que han hecho diferente de gobiernos anteriores? ¿Dónde quedó la transformación? ¿A poco las despensas y los expendios son la solución de fondo?
Aparentemente el XXIII Ayuntamiento de Tijuana prefiere gastar los “escasos” recursos -que tanto alardeó que le dejaron- en fiestas, conciertos virtuales y compras triviales, que en lugar de invertirlo inteligentemente en las labores de prevención, seguridad pública y ordenamiento vial.
El artículo 115 constitucional es bastante claro sobre las funciones municipales: agua potable, drenaje y alcantarillado (aunque siguen estando bajo control estatal), alumbrado, limpia, mercados y centrales de abasto, panteones, rastro, calles, parques y seguridad pública. Mientras el artículo 82 de la Constitución local también le atribuye la policía preventiva, tránsito, catastro y control urbano. ¡No hay que inventar el hilo negro!
Señor alcalde, por favor, en su próximo informe sea sincero, no pretenda burlarse de nuestra inteligencia diciendo que en este primer año se logró una mejor ciudad o una Tijuana diferente. Aún les resta un año de gobierno, pero a los tijuanenses nos depara mucho tiempo más para recuperarnos.
Post Scriptum. “Tijuana demanda más”, Jaime Bonilla.
* El autor cuenta con una Maestría en Comunicación Estratégica y es doctorando en Derecho Electoral.
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