Uno de los aspectos medulares de la agresión de la derecha contra López Obrador es el argumento de que es igual de corrupto que los verdaderamente corruptos, los denunciados con pelos y señales. Cierto que la corrupción es corrupción cualquiera que sea su grado, sin embargo, y aunque de entrada repudiamos todas las formas de corrupción, se debe establecer una distinción entre la mordida que se le da a un policía para evitar una infracción, con la mochada de millones de pesos que se le da a un senador para que vote por una ley.
La derecha ahora insiste en comparar una bolsa de papel que se dice incluye dinero sin que tengamos la certeza de cuánto es, con las bolsas de plástico que contenían millones de pesos, según el audio de los que participaron en la entrega-recepción del dinero ilegal. Y no era la nómina en el senado como sostuvo un amanuense de la derecha que se dice periodista.
Sostiene la derecha que Rocio Nahle le entregó un gigantesco contrato a su compadre para trabajos en Dos Bocas, el contrato de marras se otorgó en una invitación limitada y la empresa ganadora fue la que ofreció el menor precio, esa empresa es una sociedad entre una empresa extranjera, su filial mexicana y una empresa mexicana que según su página web se dedica a obras mayores y que dice la derecha se creo unos meses antes de la entrega del contrato y sin ninguna experiencia. O sea que es mentira que el contrato se entregó sin licitación. En este caso, no parece haber daño porque fue la oferta más baja, pero si se cargaron los dados que castiguen a los que los cargaron.
Este caso no es para nada comparable con Etileno XXI cuyo contrato se manipuló para que PEMEX, o sea la nación, perdiera 15 mil millones de pesos, o la compra de Agronitrogenados que le costó miles de millones a PEMEX pero le generó una mansión de playa a Lozoya.
Es interesante que de repente los acusados por Lozoya resultan todos ser blancas palomas, Penchyna, que se pagaba 700,000 mensuales como director de INFONAVIT, resultó el funcionario más probo, nunca sobornó o fue sobornado, si es así hay que levantarle un monumento; todos los demás, Videgaray por delante, se dicen inocentes y agraviados en lo más profundo de su dignidad, más aún, algunos amenazan con demandar a Lozoya. Estaría bien que se demande para que los casos de los hampones pasen a los juzgados y salgan de los medios, a judicializar la defensa de la dignidad sacándola de las plumas de los amanuenses.
Y luego está la acusación al beneficio familiar del poder. Después que su padre les cerró las puertas del gobierno, los tres hijos mayores se volcaron a los negocios. Abrieron una fábrica de chocolate y anunciaron que abrirían una fábrica de cerveza artesanal y una de soda, nada fuera de este mundo, sin embargo se machaca sobre su vida de lujo y las pruebas se encuentran en videos trucados e historias inventadas, que la derecha lo asume como cierto. Un rumor se convierte en verdad, una mentira se convierte en certeza. Pero se les ataca por hacer negocios, o si aparecen en alguna reunión política, a lo que tienen derecho como ciudadanos, se les ataca si son emprendedores tal y como machaca la derecha que deben ser todos los mexicanos. No sabemos si sus negocios son millonarios y ojalá crezcan sanamente, eso crea empleos y paga impuestos. Cuándo su padre deje la presidencia serán libres de regresar a la política si es lo que desean.
La derecha se llena la boca exigiendo que se aclare de que ha vivido López Obrador durante veinte años. Sabemos por reportes de prensa que estando en el PRD este partido pagó su salario, sabemos que MORENA también o hizo, así como que diversos personajes contribuyeron para su sostenimiento y para el pago de la campaña. De cualquier manera, el INE nunca lo sancionó por malos manejos, aunque si llegó a sancionar a MORENA, así como ha sancionado a todos los partidos políticos.
El tema sensible, es que la repetición de que AMLO es corrupto como todos lo han sido, es una mantra que la derecha desea con la mejor intención goebelsiana que a fuerza de repetirla se cumpla, pero los slogans se convierten en parte de la historia aunque no construyen la realidad que pretenden modificar y no siempre con buenas intenciones.