Las cifras escandalosas de la pobreza mexicana, nos llevan a una pregunta seria: ¿Por qué nuestro país potencialmente tan rico genera tanta miseria?
A lo largo de más de tres décadas, en algunos periodos con mayor intensidad que en otros, la desigualdad regional traducida en pobreza se ha venido profundizando hasta niveles tan escandalosos, que cuesta creer las alarmantes condiciones en las cuales se encuentra la mayoría de la población mexicana: es el país más inequitativo del mundo, con regiones extremadamente pobres, con el ingreso per cápita más paupérrimo, tanto que para igualarlo con el de otras regiones se requerirían mil años al ritmo del crecimiento actual.
Para la transformación de este flagelo, es necesario que lo asuman en su real dimensión los sectores políticos (federal, estatal y municipal) y económicos involucrados directa e indirectamente en esta situación; es necesaria la participación de todos para superar este problema que en los últimos cinco años ha provocado un promedio de 7 mil 500 muertes al año por causas relacionadas con la pobreza.
La tendencia a la intensificación de la pobreza, la desigualdad, el desempleo, las condiciones de bienestar social de más de 62 millones de personas catalogadas como pobres, en contradicción con el incremento de la riqueza productiva de bienes y servicios de nuestro país y el aumento en la concentración de privilegios económicos, en un reducidísimo sector de la población del 1% – algo así como 1.2 millones de personas-; cabe resaltar que ya con estos números de pobreza y riqueza, es perturbador y vergonzoso que seis personas concentren el 50% de la riqueza del país, qué tal, chequen eso, es inconcebible e injustificable proseguir así.
Detener y desmontar este distorsionado modelo económico: llámese federalismo fiscal, presupuesto base cero, presupuesto por resultados, programas sociales o de combate a la pobreza, es impostergable, ya que solo sirve para reproducir las condiciones existentes y obstaculiza la búsqueda de salidas para avanzar en el encuentro de alternativas para la solución de los problemas de la pobreza en nuestro querido México: renovar las posiciones sobre el desarrollo social como instrumento del desarrollo económico, donde el bienestar social debe ser el fin y la recuperación de la ética para el desarrollo humano como insumo en todas las disciplinas, de planeación, programática y presupuestaria al servicio del bienestar social.
Durante décadas particularmente del año 2000 a la fecha, los ingresos fiscales de nuestro país han venido disminuyendo estrepitosamente, produciendo la estrechez económica de la hacienda pública, junto con el incremento del financiamiento con la banca comercial y de desarrollo, teniendo los tres niveles de gobierno un alto gasto en el servicio de la deuda, el cual hoy en día es de proporciones importantes incluso montos superiores a los que se destina a la educación, salud o inversión en infraestructura; es decir: hay que revisar y corregir en el sistema tributario de nuestro país todos aquellos rubros en donde hoy los grandes consorcios, empresas nacionales e internacionales, encuentran beneficios que permiten estas vergonzosas diferencias a favor de los seis hombres más ricos del país contra el resto de los mexicanos que incluso me atrevo a decir que contribuyen más que ellos.
Requerimos de nuevas reglas fiscales para establecer un piso más parejo, sin clichés ni falacias que sigan fomentando desde lo legal la concentración de la riqueza a costa de la pobreza del pueblo de México.
Se debe aumentar la recaudación fiscal revisando, más bien, quitando los espacios legales que favorecen a esa diminuta minoría, por diversos sistemas fiscales me atrevo a decir hasta propuesto por sus integrantes para legalizar tratamientos fiscales especiales que les significan ahorros y utilidades exentas de impuestos.