Confieso que he dejado de seguir las cifras oficiales de la pandemia de covid-19. No me dicen nada. Sospecho que están muy lejos de la realidad. He hablado y leído a expertos, de todo tipo de disciplinas, convencidos de que los números del gobierno están errados.
Si es así, me pregunto: ¿dónde estamos en esta maldita pandemia de coronavirus?
Por un lado, tengo la impresión de que en México siguen creciendo los contagios y fallecimientos de covid-19. Que no se ha aplanado la famosa curva ni se ha domado la epidemia.
Creo, también, que el gobierno en algún momento decidió que su prioridad era no saturar los hospitales para evitar las terribles escenas que vimos en Italia y España. Si este era el objetivo, han tenido éxito. Efectivamente, el sistema de salud no se ha visto rebasado.
Pero también me parece que muchas personas han decidido no ir a los hospitales a tratarse de covid-19. Muchos han muerto en sus casas. Efectivamente, podemos hablar de éxito si se trata de la no saturación hospitalaria. Pero, por el contrario, la estrategia gubernamental ha sido un fracaso para contener las infecciones y evitar muertos.
Al final de esta historia, vislumbro que México será uno de los países con peores números en términos de contagios y fallecimientos del mundo, no con las cifras oficiales, sino con cálculos que hagan expertos, por ejemplo del incremento anormal de la mortandad en 2020 comparada con otros años en las actas oficiales de fallecimientos.
En esta historia de fracaso, me parece increíble que las autoridades sanitarias no escuchen ni implementen los consejos de las organizaciones internacionales de mejores prácticas para contener la pandemia. Me refiero a la aversión de realizar pruebas masivas a la población y utilizar tecnologías para hacer un seguimiento puntual de donde se encuentran los focos de infección.
Sin embargo, lo que, francamente, no entiendo es el rechazo de las autoridades, en particular del doctor Hugo López-Gatell, a recomendar, ya no se diga obligar, el uso de cubrebocas. Cada vez hay más evidencia empírica que demuestra la utilidad del cubrebocas para contener la infección, sobre todo en espacios cerrados llenos de gente. Me rebasa este rechazo, a todas luces irracional.
En suma, cada vez estoy más convencido de que, fuera del tema de la saturación hospitalaria, la estrategia del gobierno de López Obrador frente a la pandemia ha sido un fracaso. A pesar del confinamiento decretado el 16 de marzo y de la reapertura de una “nueva normalidad”, anunciada el 18 de mayo, aquí estamos a punto de terminar julio y no cesan ni el brote de contagios ni el número de muertos.
La credibilidad de López-Gatell se ha desgastado al punto que ya ha cambiado los temas de los que habla. Si antes era el oráculo científico sobre la pandemia, hoy es un funcionario mediocre con aires de grandeza política.
Por otro lado, sin embargo, sí hay buenas noticias. Yo, como no le creo al gobierno en este tema, le pregunto a expertos científicos que sí saben y están al tanto de las investigaciones sobre un virus que comenzó a conocerse hace poco, en diciembre del año pasado. A todos ellos, incluyendo a mis médicos personales, les agradezco que compartan su conocimiento. Por fortuna, hoy conocemos mucho más del SARS-CoV-2, el virus que causa la enfermedad del covid-19. Sabemos que ataca con mayor virulencia a gente mayor, sobre todo a los que tienen sobrepeso, hipertensión y diabetes. Esta es la población que tiene que cuidarse más.
También sabemos que no hay cura, pero que ciertos medicamentos ayudan a una pronta recuperación. Antes, los enfermos que tenían que intubarse tenían pocas probabilidades de sobrevivir. Hoy, en cambio, estas probabilidades han mejorado sustancialmente.
Desde luego, esta pesadilla del covid-19 va a terminar el día que se descubra la vacuna. En este sentido, también hay buenas noticias. Tres posibles tratamientos ya están en la última etapa de ensayos clínicos y, de tener éxito, podrían recibir la autorización de las autoridades sanitarias de Estados Unidos a finales de este año: la de la farmacéutica Moderna, la de Universidad de Oxford/AstraZeneca y la de Pfizer. Otros cuatro tratamientos —de Johnson & Johnson, Novavax, CureVac’s y Sanofi/Glaxo— se podrían aprobar para el primer semestre de 2021 si es que pasan las últimas pruebas clínicas.
Termino este artículo recomendando lo que me dijo el otro día uno de mis médicos: “tenemos que quitarnos el miedo por el coronavirus, pero no dejar de cuidarnos”. Pues eso.
Twitter: @leozuckermann