El presidente tiene un esquema conceptual de los años setenta, se identifica con el presidente Luis Echeverría (1970-1976). Esa época dejó de ser, pero la continúa habitando. Es un populista-estatista.
Sabe que no puede prescindir del sector privado, pero en su mundo ideal no debería existir. Lo califica de corrupto, de enriquecerse y de enemigo de la patria. Es un mal que se debe soportar porque no hay de otra.
La economía, por lo menos en lo que él considera son las áreas estratégicas, debe estar sólo en manos del sector público al que define de honesto, desinteresado y patriótico.
En su proyecto está desplazar al sector privado y darle mayor protagonismo al sector público en áreas estratégicas como la producción de los energéticos fósiles altamente contaminantes.
En sus decisiones económicas nunca considera los efectos colaterales que éstas provocan y el daño que producen en múltiples ámbitos, entre ellos la desconfianza del sector privado, que aporta 85 % del total de la inversión.
Los empresarios, nacionales e internacionales, no van a arriesgar su capital mientras no tengan garantías. Desconfían del compromiso del presidente. Han experimentado que no cumple lo acordado y cambia de parecer.
Si se mantiene la actual política económica no habrá crecimiento. Existen evidencias de que el proyecto se puede radicalizar y con ello afectar todavía más el desarrollo económico.
Al no crecer la economía no lo hace el empleo y eso impacta el bienestar de la población y se elevan los niveles de pobreza. Eso también afecta al desarrollo del sector privado en su conjunto. Se establece un círculo vicioso.
En el marco de su visión, comete un error grave con Pemex. El proyecto es tres años meterle dinero en el supuesto de que en los otros tres va a redituar grandes cantidades, para enriquecer las arcas públicas. El proyecto es inviable y va a terminar en un gran fracaso.
Los recursos del gobierno son escasos y no alcanzan para mantener su adecuado funcionamiento. A pesar de eso, se destinan grandes cantidades de recursos para financiar proyectos de infraestructura que no son rentables (refinería, tren maya, tren interoceánico …).
El presidente insiste que en su gobierno no se subirán los impuestos y tampoco se recurrirá a la deuda. ¿De dónde van a salir los recursos para garantizar el buen financiamiento del gobierno, para el impulso de la infraestructura y del desarrollo?.
A lo anterior debe añadirse el impacto de la pandemia en la economía, que se ha agravado por el mal manejo que ha hecho el presidente. En el 2020 México será el quinto país del mundo en que la economía decrece más y el desempleo aumenta más.
El pronóstico es que la economía del país vivirá momentos muy difíciles en los años del sexenio del presidente (2018-2024). Los efectos serán devastadores para la mayoría de la población.
Twitter: @RubenAguilar