Como parte de un proyecto sobre corrupción contratado por la Secretaría de la Controlaría (gob de De la Madrid) entrevisté a un empresario mediano socio de una fábrica de muñecas, y palabras más palabras menos respondió:
– ¿Qué tanto le preocupa la corrupción?
– Nada, ya tengo calculado en mis costos lo que le pago a los inspectores.
– ¿Qué le preocupa entonces?
– A cuánto estará el dólar porque tengo que ir a comprar moldes a Estados Unidos.
Resulta que en el mercado de las muñecas hay innovación constante y él tenía que estar al día comprando la nueva tecnología en Estados Unidos. Con su compra ayudaría a aumentar las ganancias para que los estadounidenses siguieran avanzando tecnológicamente.
La charla me aclaró dos cuestiones centrales. La corrupción estaba calculada con gran certidumbre, no había sorpresas, mientras que había incertidumbre en la tasa de cambio de la moneda. La segunda cuestión es la dependencia del industrial sobre la industria en Estados Unidos; le era mucho más cómodo darle seguimiento a los avances desarrollados ahí y pagar por ese avance tecnológico, en lugar de invertir en innovación o en investigación y desarrollo localmente.
Ese caso demostraba de alguna manera lo planteado por la Teoría de la Dependencia que estuvo de moda en los 1970s. La teoría sostenía que había un centro imperial con una periferia dependiente, el papel de ambos es que la periferia envía materias primas y el centro imperial envía productos manufacturados, mandamos petróleo y nos devuelven gasolina, esto subdesarrollaba a los países dependientes porque solamente el imperio se desarrollaba y no había manera de alcanzarlo o superarlo.
La industria en los países de la periferia es dependiente de los avances en el imperio donde la industria imperial avanzaba tecnológicamente gracias a que en parte transfería la tecnología obsoleta a los dependientes y con eso aumentaba su rentabilidad, exactamente igual como hacía el industrial de las muñecas, que siempre iría un paso atrás de los que le vendían moldes.
Durante muchos años he escuchado que las universidades intentan vincularse a las empresas en México, pero éstas no se interesan en invertir en la ciencia o tecnología porque sienten que les cuesta más barato importar lo hecho. Por supuesto que no les preocupa la ventaja económica para el país con el desarrollo de ciencia y tecnología, ni les preocupan las consecuencias políticas, porque para muchos si por ellos fuera con gusto se agregaban como la estrella 51 en la bandera de Estados Unidos. Hasta los criminales prefieren enviar su dinero al centro imperial porque sienten que ahí el Estado de derecho funciona y resguarda su dinero.
La condición de dependencia generó a una burguesía floja, poco imaginativa, sin necesidad de innovar porque sabía que del imperio le llegarían las opciones de avance. Por supuesto que hay algunas (pocas) empresas que se han convertido en empresas mundiales, habría que revisar de dónde provino la tecnología y si les interesó apoyar el desarrollo industrial doméstico, porque como en el caso del cemento, se ocuparon por matar a la competencia para imponer un monopolio.
No solamente en la industria domina el imperio también lo hace con el capital financiero, y hay una mundialización de la producción que explota a la mano de obra en la periferia aprovechando su bajo costo, como bien lo demuestra la industria maquiladora, que es el mayor empleador en México. Pero otro recurso natural exportado es la mano de obra que ayuda a mantener inflación baja y crecimiento sostenido en el centro imperial.
El resultado del estudio sobre corrupción no tuvo consecuencias notables. El secretario a quién le urgía nunca nos recibió para escuchar nuestras conclusiones, ojalá haya leído el resumen ejecutivo, hicimos varias presentaciones en la secretaría y nunca publicamos los resultados porque no eran nuestros, mientras tanto la corrupción avanzó enérgicamente y la dependencia en el país se acentuó, ya no solamente en lo económico sino también en lo político.
El centro imperial sigue promoviendo golpes de Estado dónde no puede controlar directamente la materia prima (Venezuela), pero impuso una doctrina que lleva a eliminar obstáculos para la exportación y el control de recursos naturales, como la minería, así llegaron cambios para la industria: el neoliberalismo liquidó mucha de la industria orientada al mercado local y los productos para las clases sociales se diferenciaron: le llevaron tiendas a las clases altas para que sientan que alcanzaron a sus congéneres aunque los siguen recibiendo para que compren en sus centros comerciales (shopping malls) y al mercado precario le llevan mercancías producidas en China o en maquiladoras de países que compiten con su miseria para atraer empresas globales.
Por supuesto que hay espacio en los márgenes y continúan los changarros y tiendas locales que cubren la demanda de forma limitada, pero nunca para generar una capacidad económica que pueda liberar a la economía de la tutela imperial y así sigue la dependencia.