Recorrer el Camino de Santiago es una oportunidad única de crecer con menos. Menos responsabilidad, menos distracción, menos tecnología, menos cosas. La vida se vuelve simple. Nos levantamos, ponemos un pie delante del otro, lavamos nuestro cuerpo y nuestra ropa, comemos, dormimos y lo hacemos de nuevo.
Lo cierto es que, estés o no en el Camino, hay una gran libertad en el menos.
La situación mundial actual me ha permitido apreciar el menos de una nueva forma. Si bien nunca me he considerado derrochadora, he descubierto que hay un cúmulo de cosas que podría usar menos sin que ello afecte mi salud o mi felicidad negativamente. He aquí unas cuantas de ellas.
Papel higiénico
Tenía tres rollos de papel higiénico cuando la gente corrió a las tiendas a comprarlo en grandes cantidades y almacenarlo. Yo no compré. Ahora ya no queda un rollo para comprar. Está bien. He descubierto que puedo utilizar un poco menos de papel higiénico con el mismo resultado y esto me libera del miedo y el acaparamiento.
Cuidado personal
Ya que no salimos mucho de casa estos días, ni abrazamos a nadie, parece absurdo ponernos maquillaje, loción, desodorante y joyas. Eso me lleva a preguntarme para qué necesitamos todo eso en primer lugar. Bueno, excepto quizás el desodorante. De hecho, hay una larga lista de cosas que hacemos en busca de la aprobación de otros o la aceptación social: depilarnos con pinzas, rasurarnos, teñir nuestro cabello, depilarnos con cera, pulirnos. ¿Y qué hay de malo con ser naturales, reales, sin un equipo de estilistas profesionales que nos haga vernos y sentirnos mejor acerca de nosotros mismos? En estos tiempos tan insólitos todo ello parece… demasiado.
Comer
¿Te imaginas a un tigre comiendo porque tuvo un mal día? No sucede tal cosa. Los humanos somos la única especie que come por razones que nada tienen que ver con nutrir nuestras células. Cuestionar por qué hacemos lo que hacemos es ejercer nuestra libertad. El instante en que nos detenemos a considerar por qué comemos sin pensar, en que identificamos la emoción que intentamos rellenar con comida o la necesidad no resuelta que intentamos satisfacer con comida, marca el inicio de la libertad.
“Si realmente quieres ver por qué haces las cosas, no las hagas y observa qué ocurre.” – Michael Singer
Comer menos libera una tremenda cantidad de energía. Menos energía utilizada para la digestión significa más energía para fortalecer nuestro sistema inmune y desintoxicar el cuerpo. Comer menos es también uno de los secretos para la longevidad. En mi caso, comprar menos alimentos y comer menos me ayudó a alcanzar un nuevo nivel de conciencia plena, de mindfulness, a lo largo del día. Ahora como más despacio. Disfruto más la comida. Gasto menos.
Hacer
Últimamente he vivido varios de esos episodios en los que surge la pregunta “Y ahora ¿qué hago?”. Estoy segura de que te identificas con esto. Las presentaciones que tenía programadas en siete ciudades se cancelaron. El retiro que iba a conducir en España… cancelado. Una nueva oportunidad de reemplazar estas dos fuentes de ingreso —ya sabes—, no se concretó. Y ahora ¿qué hago?
Piensa en la última palabra… hago, del verbo hacer. Estamos adiestrados para ser hacedores, para hacer que las cosas pasen. Pero lo que podría haber funcionado antes no funciona ahora. Las reglas han cambiado. De hecho, las viejas reglas nunca funcionaron. De manera colectiva nos hemos enfrascado en el juego equivocado durante décadas. Es limitado lo que podemos lograr con esfuerzo, estrategia, lucha y ajetreo. Llegó la hora de encarar la vida desde una nueva perspectiva.
En vez de hacer más —o más de lo mismo, solo que mejor—, podemos sencillamente detenernos. Dar un paso atrás. Reevaluar lo que hemos venido haciendo. Considerar si ese camino que hemos seguido aún es pertinente o auténtico ahora.
Pensar
A menudo pensamos que lo que nos causa estrés es un factor externo: el trabajo, la situación financiera, la pareja o la situación mundial en curso. En realidad, lo que crea ese estrés es la manera como reaccionamos a ese factor. Nuestro pensamiento, que incluye el significado que le damos a los sucesos y la historia que nos contamos al respecto, es lo que nos estresa.
“La causa principal de la infelicidad nunca es la situación sino lo que piensas acerca de ella.” – Eckhart Tolle
Pensar menos es el antídoto. Menos pensamientos = menos estrés. De todas maneras, no es nuestra mente ni nuestro cerebro quien toma las mejores decisiones. Es nuestra intuición. La intuición es el centro neurálgico de la sabiduría interior. Espera con paciencia a que la escuchemos.
Apaguemos las noticias, bajemos el ruido y sintonicemos nuestra singular y única guía interna. Podemos dejar ir la manera como pensamos que las cosas deberían funcionar. Podemos dar a nuestra mente la instrucción de quedarse quieta, cobrar conciencia y abrirse a posibilidades más luminosas.
“No hay nada que la mente pueda hacer que no pueda hacerse mejor en la inmovilidad y la quietud libre de pensamientos de la mente.” – Sri Aurobindo
La libertad del menos
Menos no significa carencia o sacrificio. Usar menos, consumir menos, hacer menos y pensar menos abre las puertas al más. Con la práctica del menos, retiramos las capas externas y llegamos a la esencia de quién y qué somos en realidad debajo del ornamento, las máscaras y los papeles que desempeñamos.
“No hay mayor libertad que la de hacer lo que estábamos destinados a ser. No hay libertad mayor que liberarse de las expectativas de otros y poder vivir nuestra vida de forma espontánea y consciente.” – Osho
En el menos está la libertad. Está la dicha. Y estás tú.
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