El hombre propone, Dios dispone y llega un virus y todo lo descompone…. Hasta hace un par de meses cualquier interrogado acerca de la reelección del señor Trump, aseguraba de manera enérgica que era definitiva; hoy, tal cual reza la consigna filosófica china, una gran mayoría asume la inmensa dificultad de profetizar sobre todo si se trata del futuro.
¿Qué dicen los economistas enseñoreados a partir del consenso de Washington? Ni siquiera hay unanimidad respecto a si la historia se repite de forma circular o si es menester tomar en cuenta variables, que la convierten en espiral. Hace 50 años, el presidente Nixon cambió todas las variables históricas al usar su poder para sustituir el valor oro por el dólar, hoy mas allá del sospechosísmo, el coronavirus, esta produciendo algo similar, con variables distintas como que ya la geopolítica dejó de ser bipolar al agregarse China de forma independiente y ya no como bloque de lo que fue la Unión Soviética.
Dicen los expertos que las constantes históricas –en términos del capital- son la guerra y el comercio, pero ¿Qué pasa cuando aparece una variable como la incertidumbre provocada por el covid-19? ¿Se puede retornar a los negocios habituales? ¿Puede el capitalismo mundial continuar privilegiando su fase especulativa por encima de la productiva? Un buen número de gente pensante[1] dice que no; pero entonces la alternativa será ¿regresar al pasado, negar la globalización y subir los muros para privilegiar el nacionalismo?
Según el nuevo director de Unilever -Alan Jope- los gobiernos a la par de la empresas deben duplicar los compromisos medioambientales para establecer un modelo de capitalismo más favorable para el clima, en términos de su estrategia “plan de vida sostenible” ¿aplicaremos eso en México en vez de la pobre visión que considera como importante dedicar la escasez a fines alternativos? ¿De verdad somos un país pobre?
Como lo visualizamos antes y todavía hoy algunos, consideramos un privilegio el ser ciudadanos de una nación, abundante en recursos de todo tipo –naturales, minerales, históricos, intelectuales- que por diversos motivos se la han apropiado unos cuantos ¿Qué debemos hacer entonces los ciudadanos para asumir la decisión de los programas y estrategias así como las acciones? ¿Tenemos la capacidad y el valor de evitar que dicha abundancia se la apropien las plutocracias, internacionales o autóctonas?
Este año, los gobiernos se verán obligados a gastar lo que nunca imaginaron en dinero público destinado a apoyos para retomar la economía y el caminos hacia la “normalidad”; pero ello no excluye que resurjamos fuertes, resilientes y sobre todo como una humanidad dispuesta a cuidar su entorno y a sus semejantes.
Deberíamos reaparecer más vigorosos y listos para tomar medidas decisivas y acciones definitivas a fin de cuidar a las personas y al planeta. Las fórmulas ya no pueden ser excluyentes -mercado vs estado- podemos trabajar para unificar ideologías hacia un nuevo modelo en la construcción de un mejor futuro. Este horizonte debe considerar la inclusión social, la disminución del desperdicio, la igualdad de género, los derechos humanos –sin que ello implique solapar a los perversos- y en general lo que nos lleve a la sustentabilidad basada en el impulso del capital productivo por encima del especulativo.
Los países y México en particular, tienen ahorro pero está dormido. Las tierras de cultivo nadie las aprovecha sabiamente, las ONG se miran como competidoras y en el mejor de los casos como sucedáneas de las responsabilidades tanto del estado como de las empresas, lo cual ha sido muy obvio en esta epidemia donde hemos enfrentado la pobreza del sector salud, cosa imperdonable toda vez que tenemos médicos de muy alta calidad, reconocidos y contratados en el extranjero. ¿Por qué a los altos funcionarios y a los ricos empresarios les atemoriza tanto escuchar a personas que a lo largo de su vida han acumulado experiencia? ¿Es ese temor el que dio pie para que en algún momento se considerara la posibilidad de dejar morir a los viejos en beneficio de los muy jóvenes?
Reducir costos, contratar a los auténticos talentos –sin importar que tengan más de 60 años- recuperar el equilibrio ambiental, cambiar la cómoda limosna por la enseñanza para la productividad, impulsar el uso de energías limpias como una forma de potenciar nuevos empleos y sobre todo evitar absurdos como llevar especies vegetales y animales a latitudes que no son las propias[2] son ejemplos de lo que debe ocuparnos para después del resultado de esta pandemia.
¿Cuál será el saldo de ausentes? ¿Cómo arrancar si hemos perdido nuestro empleo? ¿En quien debemos confiar? ¡¡No tengo dinero!! serán necesariamente la mayoría de las quejas; pero si tenemos un terreno, conocimientos de algo –sembrar, rentar, ocupar etc.- además de la habilidad de sumar esfuerzos, seguramente saldremos adelante y lograremos reemplazar este capitalismo basado en el interés y la especulación. Si dejamos de lado la incertidumbre, confiamos en nuestras propias habilidades y reconocemos el valor de nuestro ahorro, estaremos dando el primer paso, hacía un futuro mucho mejor que el que nos está abrumando ahora con todo y los extraños virus.
[1] Fausto Cantú Peña, ex dirigente del imecafe y experto el aprovechamiento integral sustentable del trópico.
[2] Sembrar una Ceiba y un guayacán en las alturas de la ciudad de México es un verdadero despropósito.