Vienen días cruciales para contener la pandemia que hoy nos afecta. Sé que ya estamos cansados, aburridos y que la incertidumbre se transforma rápidamente en un estado de ansiedad que empieza a cobrarnos factura en nuestras emociones.
Al reto del aislamiento social debemos sumar los problemas sociales de siempre que ahora se han agudizado por una deficiente convivencia humana en pocos metros cuadrados. No es una casualidad, sino una consecuencia, que tengamos aumentos hasta del 40 por ciento de violencia intrafamiliar, infantil e incluso en las calles por la mezcla de abuso de alcohol, armas de fuego y delitos comunes que no se detienen ni con la presencia del coronavirus.
Sin embargo, la hora cero para saber cuándo y bajo qué condiciones podremos regresar a cierta normalidad apenas comienza. Si seguimos los reportes diarios de las autoridades sanitarias, los contagios crecieron esta semana y crecerán con mayor fuera la próxima. Mantener la calma y seguir las recomendaciones de higiene y contención serán cruciales si queremos recuperar algo de la movilidad que teníamos antes.
Pero eso no desvanecerá la violencia, mucho menos la que han sufrido mujeres, niñas, niños, y adolescentes, una de nuestras principales tareas en cuanto recobremos cierta certidumbre será participar como ciudadanas y ciudadanos activamente para que esto se detenga, porque queda claro que las agresiones no conocen de pandemias y mucho menos de quedarse en casa.
Salir a las calles nuevamente representa también una serie de responsabilidades para que no vivamos peor que previo a esta crisis sanitaria. Si no aprendemos ninguna lección de estos difíciles momentos, ninguno de los inconvenientes y para algunos verdaderos sacrificios, habrá servido. Pasaremos la etapa crítica, sin duda, la pregunta es qué clase de sociedad mexicana seremos una vez que eso ocurra.
Cada quien puede ayudar mucho en ello. Creo que ahora sí nos queda claro que cuidar el agua, el medio ambiente, no es solo una causa, sino un requisito para sobrevivir, porque nos permite administrar recursos escasos y preciosos para las extraordinarias circunstancias por las que estamos atravesando.
De la misma forma, hemos podido ver de primera mano a miles de personas que, en muchas ocasiones, se vuelven invisibles para la mayoría. Me refiero a las y los trabajadores del sector salud -las heroínas y los héroes en esta crisis-, a los trabajadores de limpia, a quienes atienden un pequeño negocio, a cajeros, meseros, repartidores, trabajadoras en el hogar, entre muchos otros, que hacen que la economía y la vida del país suceda. Nunca más olvidarnos de ellos es una responsabilidad que hemos adquirido durante esta pandemia, si queremos tener un país justo y seguro.
Asimismo, desde nuestro hogar podemos modificar gran parte de lo que nos afecta, ya sea con la denuncia o con cambios de conducta, debemos erradicar cualquier tipo de agresión y señalar a cualquier persona que no lo haga. Insisto que, a pesar de sus insuficiencias, la denuncia es la mejor herramienta que tenemos a la mano las y los ciudadanos.
Apoyar a los negocios de barrio, a los servicios que dependen de nuestra presencia frecuente, son otra manera de ayudar en lo inmediato. Nuestro círculo cercano, el familiar, está conectado a su vez con muchas personas que pueden enfrentar problemas, acercarnos para saber cómo ayudar será muy importante para construir una nueva forma de convivir, porque adelanto que no volveremos a la normalidad que conocíamos.
En suma, necesitamos poner a la solidaridad y a la empatía a la cabeza de todas nuestras decisiones, solo así podemos convertir esta pandemia, este virus que nos ha puesto de cabeza, en un conjunto de oportunidades que nos fortalezca y nos haga mejores.