Hoy los judíos de todo el mundo celebran Peisaj, la celebración de la salida de Egipto, con una cena y una semana de actividades que les obliga a recordar y recrear la historia de la salida de Egipto de las tribus de esclavos. Este año, por eso de la «segura distancia», las familias no se reunirán más que virtualmente, las cenas serán privadas, pero, al igual que por los últimos milenios, la cena se llevará a cabo -hace 2000 años ésta fue la ‘última cena’- los participantes tendrán que recordar y revivir lo que pasó, pensar en lo que está pasando y lo que pasará en el futuro.
En este contexto se me ocurre preguntar, ¿Qué pasaría si AMLO festejara Peisaj y hoy, a larga distancia con sus familiares tuviera que pensar en lo que pasó y lo que podría pasar?
Si AMLO festejara Peisaj, hoy en la noche estaría pensando en Egipto y en Israel hace 5000 años.
Pensaría y se daría cuenta que 5 milenios más tarde ambos protagonistas siguen vivos, ambos comparten fronteras y comparten historias. Se daría cuenta de que todo sigue igual, pero en diferente época: egipcios e israelís, estadounidenses y mexicanos todos vuelven a encontrarse en el patio de la historia.
También notaria que Moisés, tomo a un montón de esclavos, sin visión ni camino y les dio un rumbo, una misión, una solución que les ha servido por cinco mil años.
Quizás pensaría que, dentro de mil, o dos mil o los años que sean los mexicanos seguirán acá, los estadounidenses allá, los mexicoamericanos en ambos lados y algunos tendrán la misma posición científica y social de hoy, pero, si alguno tuvo un Moisés de guía, habrá cambiado para siempre el rumbo de su historia.
¿En qué consiste ser un Moisés?
En tomar riesgos, ver hacia adelante con visión de milenios, saber que el pueblo necesita guía y el guía un objetivo.
Un nuevo código moral (Moisés se consiguió los diez mandamientos, AMLO su anticorrupción y honestidad). A Moisés el pueblo le falló y lo obligó a reconsiderar el pacto, a AMLO sus diputados y senadores le fallan por la misma falta de visión que aquejaba a los exesclavos en Sinaí, que por no saber lo que era la libertad no podían apreciarla, como los de ahora, que por no saber que es el trabajo digno y la democracia no saben cuidarlos.
Pero Moisés insistió, no en ideas de ayer, sino en las de mañana. No hizo de todos más esclavos ni repartió entre ellos las arenas del desierto (el cual estaba lleno de petróleo, que en aquel entonces ignoraba), para seguir hacia otros destinos.
Los exesclavos, tenían diversos grupos y así se organizaron en 12 tribus, 12 estados federados y republicanos, donde cada uno organizaba sus actividades, pero todos se unían a través de un poder nacional central que los motivaba, pero no controlaba, como se demostró cuando 10 de las 12 tribus se esfumaron para volverse otra cosa (¿egipcios? ¿iraquíes? ¿filisteos?) y solo dos se mantuvieron.
Pero Moisés hizo algo más: no permitió la deshonestidad, ni apoyo el politeísmo y más importante, entregó el poder a su seguidor que ni era su familiar ni era de su “partido”.
Creo que Moisés potencializó las habilidades de sus seguidores. No les permitió regresar a las prácticas a las que estaban acostumbrados, ni justificó sus fracasos y problemas echándole la culpa a los Faraones. Al contrario, reconoció que, gracias a los faraones, -como hoy AMLO gracias a la pudrición del PRI- pudo reunir a las tribus y convencerlas de abandonar la “seguridad” de la esclavitud por, nada más y nada menos, la promesa de un mundo mejor, más allá de las arenas del desierto que había que cruzar (¡a pie!) para llegar a quien sabe dónde.
Por eso Moisés dejó de mencionar y echarle la culpa a un pasado que le permitió ser el dueño del presente y se dedicó a buscar las fuerzas de cada grupo para usarlas en provecho de todos.
Moisés no repartió la pobreza de la esclavitud, ni su ignorancia, ni su falta de visión y en cambio les dio a todos una nueva visión futurista que rompía con el pasado. Les dio integridad, unidad, esperanza, moralidad, nuevos caminos, nuevas soluciones.
En resumen, Moisés aprovechó el momento en beneficio de todos con una visión futurista.
Hoy quizás se traduciría, sin mucho esfuerzo, en aprovechar el desdén que nos generan Peña y sus predecesores y lo mucho que nos molesta que ellos justifiquen sus robos diciéndonos que “los mexicanos somos por naturaleza corruptos” (o sea, las tribus ¿habrían sido “por naturaleza” esclavos?) para darnos un simple código -ojo Moisés les dio la Biblia con tan solo 10 mandamientos-, quizá hoy podríamos hacer algo así de sencillo, aunque usemos algunos de los mismos, un simple código que diga por ejemplo:
- Seamos honestos,
- Seamos trabajadores,
- Seamos creativos,
- Seamos responsables (tanto por lo que hacemos por lo que en silencio permitimos que otros hagan.
- Queramos y cuidemos la naturaleza,
- Queramos y cuidemos a nuestros vecinos,
- Seamos libres (asociémonos, pero no le demos pleitesía a nadie más que al bien común=.
- Seamos libres y así elegiremos a nuestros líderes o ejemplos a seguir (no hay reelección -como no la hubo con Moisés- y aunque hay una clase burocrática (como los sacerdotes de Aarón) estos no tienen más poder que el que sus seguidores les dan y no imponen reyes ni gobiernos.
- Todos aprenderemos a leer, a cuestionar y a pensar
- Repartamos la riqueza no la pobreza
Moisés no los dejó esclavos, ni los puso a limpiar el desierto, los motivó, los llevó a otras ideas y tiempos y liberó su creatividad, lo que generó nueva riqueza que benefició a todos repartiendo así la riqueza y dejando atrás una pobreza que no tiene caso ni repartir ni aplaudir.
De alguna manera los enseñó a ser honestos -y tenemos claras pruebas de que no lo eran para nada-, pero en la ruta hacia un mundo mejor aprendieron a ser menos deshonestos, menos esclavos, menos arrastrados (los burócratas pudieron vivir de su sueldo, los proveedores de sus utilidades, los consumidores pudieron confiar en ambos, se multiplicaron las ideas, se extendió el comercio, se hicieron alianzas internacionales, se expandió la economía y por varios siglos todos vivieron mejor y milenios más tarde recordamos al líder que nos sacó de lo que éramos y nos dio una nueva cosmología.
Si, seguramente si AMLO fuera judío hoy estaría pensando en Moisés y lo que logró y como la historia lo reconoce y lo aplaude, pero sobre todo estaría pensando en cómo un puñado de tribus de esclavos logró sobrevivir hasta la fecha y recordar y celebrar a quien lo hizo posible ya que, sin su guía, hubieran seguido siendo esclavos, construyendo inútiles monumentos y proyectos que no por grandotes e impresionantes sirvieron de algo.
Las Pirámides apantallan a todos, pero no sirven de nada, le costaron a Egipto su riqueza y su futuro, lo convirtieron de la mayor potencia del mundo a un país más de entre muchos, mientras los que las construyeron, los que alimentaron sus ideas, su libertad, su creatividad crecieron, sobrevivieron y hoy pueden visitar los grandes, e inútiles monumentos, y volver a su país a generar más riqueza.
Para quienes llevan la religión, Peisaj es una fiesta religiosa (los milagros de Dios, etc.) para los seculares, Peisaj es una celebración de independencia, de lucha por los derechos de los pobres de responsabilidad personal donde todos somos responsables de lo que hacemos y de lo que permitimos que otros hagan.
Si seguramente si AMLO fuera judío hoy estaría pensando en el futuro, (como lo pensaba Jesús en la última cena) en Moisés y en su pueblo, pero sobre todo estaría disfrutando de un buen plato de guefilte fish, una sopa de matze ball y un buen kugl.
Feliz, sano y productivo Peisaj, que el ejemplo de esta celebración invada sus corazones y nos permita tener un futuro de creatividad, paz y progreso para todos.