Ha transcurrido casi un mes desde las marchas del 8 de Marzo y del paro nacional del día 9, sobre las cuales sostuve varias mesas de reflexión con mis estudiantes: “Vas en la calle y no puedes confiar en nadie”, “Mi mamá se pone histérica cada que salgo”, “Ya estamos cómo en Juárez”, fueron algunos de sus comentarios.
Fui educado para respetar y valorar a la mujer, por lo que mis clases no son la excepción, por fortuna cuento con alumnos, que en su mayoría son unos caballeros y velan por la integridad no sólo de sus familiares y amigas, sino de sus compañeras de clase, ello a pesar de que en Baja California se cuenta con antecedentes que nos reprueban ante este fenómeno.
Durante sus intervenciones, varias de mis alumnas manifestaron su aprobación sobre las pintas y el vandalismo, ya que, de acuerdo con sus reflexiones, van más allá de daños materiales a la vía pública, sino que dan testimonio de su inconformidad, de su desesperación, de su necesidad de seguridad.
«Profe, ¿entonces vale más un monumento que mi vida?», me espetó una alumna mientras yo defendía el valor histórico y artístico de dichas piezas, una interrogante que, de primer momento, me pareció abrupta pero no menos digna de concederle razón, pues, aunque los monumentos son para el recuerdo y homenaje a nuestro pasado, también es justo que las expresiones sociales -sean o no feministas- dejen su huella en la historia.
Incluso la presidente municipal de Mexicali señaló: «prefiero limpiar monumentos que tener más muertes». ¡Por supuesto que las autoridades prefieren manifestaciones y paros antes de que les exijan cumplir con su trabajo! Claro que es mucho más conveniente limpiar las calles y restaurar monumentos que ofrecer soluciones reales. Por eso les sugerí otra alternativa: “si quieren dejar un legado, ¡exíjanle al gobierno que cumpla con sus obligaciones! Mejor soliciten audiencia al gobernador y a los alcaldes para externarles sus inconformidades; apersonense en sus oficinas y actos públicos para ofrecer sus propuestas como soluciones.
La realidad es que, en Baja California, el gobierno estatal y municipales están por cumplir seis meses de gobierno, y yo me pregunto: ¡¿qué demonios están esperando?! El gobernador del estado repite hasta el cansancio, al igual que el presidente López, que la culpa es de quienes lo antecedieron en el cargo -cosa que no desestimo ante los malos gobiernos del PAN-. Sin embargo, señor gobernador, como bien lo ha dicho, Kiko Vega no impulsó la alerta de género, pero,¡usted tampoco! Mejor la Comisión Estatal de Derechos Humanos se puso a sacar la chamba.
Deseo que cada vez sean menos quienes, como muchos de los padres de mis alumnas, se pregunten: “¿y va a llegar mi hija a casa?”. Aunque la realidad tristemente nos muestre lo contrario. Que estás letras sirvan para dar voz a la exigencia de mis alumnas, amigas y familia.
Post Scriptum. “Los sabemos muy bien, quién al final paga la irresponsabilidad es el pueblo, y lo paga con sufrimiento”, Luis Donaldo Colosio Murrieta.
* El autor cuenta es maestro en Comunicación Estratégica y doctorando en Derecho Electoral.
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