Países europeos como Italia, Eslovenia y Austria, desde hace algunos días, han cerrado su circuito fronterizo, con el fin de prevenir la propagación y contagio de coronavirus (COVID-19). El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, confirmó que, ulterior a la evaluación del clima mundial y después de confirmarse las dimensiones alarmantes de esta situación, este organismo ha dispuesto a calificar el nivel de gravedad como pandemia.
El presidente Donald Trump ha propuesto cerrar la frontera entre los Estados Unidos y México, con el objetivo de frenar el brote y expansión del COVID-19. Ante este escenario inestable, el Dr. José María Ramos, investigador de El Colef, Tijuana, considera, de nueva cuenta, la falta de articulación y compromiso de organismos e instituciones binacionales.
La cuestión tiene un alcance de proporción mundial, pero entre EE. UU. y México hay de observable, en su escala regional, la necesidad de esclarecer o plantear un escenario efectivo de prevención y métodos de cuidado. El investigador fundó en su argumento la vital importancia de establecer medidas que prolonguen o definitivamente eviten el cierre fronterizo. Resulta importante agotar estas opciones, pues recuerda la innegable relación binacional y el impacto de su súbito paro. “Transacciones comerciales, turísticas y financieras” de improviso tajadas, por ejemplo.
¿Qué del caso de 35 a 40 mil tijuanenses laborando todos los días en Estados Unidos?, plantea el Dr. Ramos. Como explica, son estos flujos de personas motivo para fortalecer las instancias de salud correspondientes (como lo es p. ejemplo, del lado mexicano, la Secretaría de Salud), encomendadas a surtir con herramientas para el monitoreo y supervisión de estrategias preventivas, antes que desplegar elementos y medidas de contingencia o cierre. Esto es “pensar en los 16 millones de personas que habitamos tanto la frontera norte y sur de EE. UU.”, en aras de evitar situaciones extremas.