Luego de un día pleno de tragedias derivadas de la inseguridad, la crisis de proveeduría de medicamentos, las perversiones originadas en la ausencia de amor al prójimo, el poco desarrollo del conocimiento individual y la sustitución del saber y el Ser por el tener; la conclusión casi generalizada es que el mundo –sobre-poblado, enfermo física y emocionalmente- está a punto de reventar con la inevitable extinción de la raza humana.
En la tradición judeo-cristiana, el primer libro del Pentateuco –atribuido a Moisés como redactor y editor- nos relata de una extinción por exceso de agua[1]. Es basta la bibliografía que vincula la extinción de muy variadas especies a lo largo de la historia y la prehistoria y en términos de humanidad las crisis precursoras de grandes defunciones debieran de ser estudiadas cada vez que un virus –de los que producen enfermedades respiratorias, digestivas o de cualquier otra índole- muta –natural o artificialmente- para sorprender a los más orgullosos científicos. Así las cosas, cada ser humano preocupado por su propio fin tiene cuando menos un episodio de interés, derivado de su inquietud respecto a: cual será el futuro de los hijos, los nietos y en general la descendencia que pueda recordarnos. ¿Vivimos en un mundo caduco?
El verbo caducar es quizá uno de los que se salvan en esta cuasi desaparición del lenguaje propiciada por la digitalización que resume todos los nombres propios al vocablo “güey” y la poesía amorosa a caritas amarillas con la expresión que mejor nos interprete. ¿Qué detonan las manifestaciones sin rostro bloqueando vías de comunicación y vandalizando sin ningún respeto las expresiones de pintores, escultores, arquitectos e ingenieros? ¿No merecen respeto los autores de obras que sirven a muchos –aun para regocijo cultural- que quizá ya no están presentes para defenderse? ¿Entiende la gran mayoría el significado de caducidad?
Hasta un niño de primaria sabe que se trata del vencimiento de algo, ya sea medicamento o alimento. Son menos los que entienden que algunos productos de la naturaleza pueden también tener esta característica. Como los árboles con hojas caducas[2], hay muchos de los frutales, que de pronto parecen haberse secado, aunque en realidad no caducaron, es decir no llegó una fecha fatal de su expiración o desaparición.
Al igual que según el relato que la mayoría conocimos del diluvio, quedó un pequeño remanente a partir del cual la humanidad se recuperó. Los noés de la historia son pocos pero relevantes y sin importar sus características individuales, hay algo –para los creyentes en lo divino es Dios, para los no creyentes el número de explicaciones varía según la moda- que permite vencer el hartazgo, la abulia, el desencanto y la frustración que al generalizarse nos hacen suponer que la fecha de caducidad ha llegado. ¿Desaparecerá la humanidad como consecuencia de todo lo malo que hemos practicado? Si algo que debía refrigerase se queda fuera lo más probables es que se echará a perder ¿Eso nos está pasando?
Hoy casi de forma automática, muchos jóvenes vociferan en contra del PRI, del PAN y algunos hasta del PRD ¿Sus padres y abuelos callan el hecho de que lograron beneficios en las épocas en que estas opciones gobernaron? ¿Por qué ocultan su esencia original y privan a su descendencia de conocer de forma más amplia las condiciones que en su momento les beneficiaron? Esos priístas causantes del deterioro –según dicen los innovadores- ¿lo eran de verdad o fueron oportunistas? En el pasado la lealtad era un valor importante; en política esta lealtad llevaba a la disciplina ¿a eso se refiere el líder nacional cuando sale al paso de los detractores de su equipo, diciendo que ellos son 90% leales y honestos y con 10% de sapiencia ya la hacen? Quienes hacen señalamientos ¿son malas personas interesadas en criticar? o ¿Solo quieren hacerse oír, corriendo el riesgo de ser perseguidos?
Además de Noé, otros congéneres sintieron que el mundo había llegado a su límite de caducidad. Francisco Gómez de Quevedo y Villegas –siglo XVII- con una visión defensora del nacionalismo y la religión, difundió estos conceptos en su obra Mundo caduco y desvaríos de la edad[3] . Este hijo del secretario de una princesa y la camarera de la reina, conoció desde niño lo político y lo cortesano, su orfandad y poco agraciado físico no fue impedimento para el desarrollo de sus sátiras que tampoco moderaron su compañeros jesuitas, en cuyas clases de teología aprendió que Cristo venció al mundo, habló con alegorías, anunció al Padre, al cual ofreció rogar por nosotros debido a que le amamos y creímos que era el hijo. Estos conceptos recogidos en el evangelio de Juan –capítulo 16:25-33- parecen en este siglo XXI el único camino para tener paz, pues solo Cristo ha erradicado la aflicción y vencido al mundo. ¿Será verdad? cada cual puede dilucidarlo, lo que si parece cierto, es la evidente pérdida de las cualidades que como semejanzas –según los religiosos creacionistas- Dios proveyó para sus criaturas. La caducidad se hace más evidente, cuando lo que prevalece, es la plutocracia explicita causada por un modelo económico depredador neocolonialista, que hace de los individuos personas llenas de codicia sin límites y masas poco racionales acostumbradas a que se les violente cotidianamente en los extremos de la obediencia irracional y la dureza de corazón. ¿De verdad, alguien puede sentirse grande o superior en este contexto de caducidad donde los anti-valores han hecho perder las mejores cualidades y condiciones de la humanidad?
[1] Si estudiamos científicamente el fenómeno, podemos corroborar que está relatado prácticamente en todas las culturas. Desde los incipientes grupos tribales, que lo divulgaban de manera oral, hasta los pergaminos ancestrales.
[2] Que se secan y caen de cuando en cuando, generalmente en otoño y luego son repuestas por nuevas y bellas hojas.
[3] 1621-23, en el contexto de la guerra de los 30 años.